lunes, 16 de enero de 2012

Solo un piqueíto dominical

Como siempre tempranito para comenzar lo que hay que ordenar y lo que hay que preparar.



Se encontró con una centena de cadáveres de cucarachas regadas por el piso, la mayoría panza arriba, algunas moribundas por las ráfagas de insecticida a las que fueron sometidas la noche anterior como un bombardeo de napalm entre los campos de cultivo y los bosques insurgentes (sus únicas culpas, ser cucarachas).



La mañana nublada se muestra silenciosa porque es domingo y todos jatean hasta tarde en el barrio como en casi todo Lima; sacándole provecho al único día que le brinda la semana tras el sábado de gloria o simplemente para recuperar las energías perdidas por la vida; apurando el paso que ya es hora de partir.



Mi hermano que llega boleteado con cara de alienígena en Man in Black -solo él sabe qué diablos se ha metido-; al rato llega la socia silenciosa que sigue siendo un enigma para mí; tiene la calidez de un iceberg -tan rápido como llegaron, así se fueron-.



Esta vez como algunas tantas me toca asumir la misión solo -ya sé lo que toca hacer y cómo-; atender a una familia pudiente que es la que nos para la semana -un paradigma más para mi libro-.



Resolana, el calor de la brasa, las carnes asadas al cilindro y la caja china con nuestra sazón de herencia ancestral; me salteo rápidamente de capítulos porque ya quiero regresar al taller y terminar con esta miniserie existencial.



Tras el pago al tío taxista de ida y vuelta; cansado, un rato de navegación in red -encuentro a la musa de la infancia-; le pido una loreada telefónica de casi media hora -algo que no suelo hacer con nadie, es una máquina imparable de palabras que ametrallan mi ansiedad y regocijan mi espíritu-.



-Hasta la próxima, a ver si hablamos sobre lo qué haremos del asunto que me tiene inquieto.



La tarde muere con la última cita dominical, apagar equipo y despedida con Pepín -el vecino de junto, otro inquilino chamberil que anda siempre empiernado con femme fatales, en repetidos boletajes propios de una vida alocada y dispersa.



A la caza de mi gusano de seda, incursión comestible obligado por la falta de almuerzo y una excusa para verla nuevamente a los ojos y abrazar a mi propia alma, la que anhelo diariamente qué está haciendo.



Un ratito solamente a la casa porque mañana hay cole, hay que laburar y porque los lunes son días para odiar verdaderamente.



Night sunday, se acabó, se acabó y punto...



.

No hay comentarios:

Publicar un comentario