domingo, 30 de marzo de 2014

Summer night

Bajando el penúltimo día de la barbarie sobrevivencia acusando miradas de seres anónimos en su plenitud claroscura / las calles siguen siendo renglones retorcidos en mi tiempo de blues atrapado en el mismo guión hace un tiempo sin tiempo / los estragos de la edad media hacen su trabajo en el cuarto callado / glorifico al silencio sepulcral en las bitácoras peregrinas cada noche premium por las (des)ganas siempre apuntando nortes laberintísticos mejor-peor sin sures que extrañar de mañanas ausentes de regreso escribiendo recuerdos postergados / iluminando mi pasear-pesar combatiendo la noctámbula en su largo aliento / me recuesto sobre mis años contrapicados para quitarme con el suave aliento de tu presencia esquiva y cruel que me sabe a verano negado...

domingo, 23 de marzo de 2014

saber es no saber...

Al final de la muerte -on saturday- gozo siempre desde mi corazón encaletado la gran belleza del gran silencio mientras la calle en el barrio atranquilado duerme la vejez de sus años recorridos (lejos de la diaria batahola cotidianeidad) me sumo al reposo de las últimas horas en el cuarto callado porque mañana resucitaré una vez más por bitácoras domingueras lateando bajo el omnipotente caluroso de estación en el año del caballo a sabiendas de imágenes entrañables que traerán como siempre variopintas miniseries animadas bajando la tarde claroscuros propósitos como recién iniciado en el camino de retorno hacia el riesgo inminente de apuestas por la vida que colmen esta sed insaciable de saber el no saber...

Se agota...

Se agota el viernes/ la noche se sienta muy cerca todas las peregrinaciones quién sabe hasta dónde pueda unipersonal destino embarcadero sin bitácora con ruta extraviada/ la pequeña voz de aquí hacia algunas leguas qué tanto pueda explicármelo/ será mañana sabbath de última para que sinfín empeñe una vez más mis cuentas del alma que traerán el aroma de siempre a domingo entrañable y saqueado...

martes, 11 de marzo de 2014

Inédito

Inédito domingo desde el mediodía a la sazón de un cebiche provenzal que dejó de ser limeño de pura cepa, parte de la razón de mi existencia entregada a la comparta de los años descendientes en miniserie barrio jardín; la tarde cae mirando el fulgor de la muerte del sol poniente desde la ventana santa lucía boulevard hospital con el señor de los vinilos renaciendo por los ambivalentes zurcos de su vida musical hecha historia; tímidas gotas de lluvia en la estación caliente dibujan las veredas bienvenidas a la última visita del cuartel del pianista viajero del este para contar relatos del alma nuestra que saben a poesía inédita por aplacar pasiones contenidas en fa mayor; la noche viaja en solitario bus por la avenida treinta y cuatro hacia el refugio hogar; los sueños son, capitulando imágenes recorridas para un final de tanto esperar sorbiendo el caldo instántaneo del más absoluto silencio...

Para guardar y no llevar...

En seven days avanza la veraniega barnizando de ultravioleta las pieles de seres bloqueadores que mañana tal vez hiervan en sus propios jugos por la gran culpa predador (A.C /D.C) / urbaneando sus días con el primer rayo de canto palomar me despiertan aladas voces en el barrio aquietado -sus luces, sus luces here comes the sun- / el pago por la vida como todas las semanas será la cuesta a contrapico caminando pensamientos de larga duración / abochornado cuerpo que bebe su propia transpiración de colas negras on the rocks / las celebraciones inventadas en nombre del cruel gigante para acarrear vidas insomnes por una causa perdida consumación/consumo / golpeo el último Paul Mall al doblar la esquina que no es tuya ni mía / saludo pitazo final huachimán que cae babeando sobrevivencias boleteras por fridays perdidos con cuentas para olvidar / key on, la luna filma la última puesta -desde mi ventana asilada- con aroma de malecón marino sin cenas que calentar / sétimo día sin sétimo cielo para guardar no para llevar...

jueves, 6 de marzo de 2014

No canto en la lluvia, la escucho...

Sale la tarde (el sol se guarda en el taller mecánica octava nota Castilla la vieja) / abre la noche chisgueteando carnavales atrasados de cielos omnipresentes que mojan nuestras almas maltrechas malaventurado día por otro día que se tragó mis culpas ajenas / 'out of the service' para saber más de barrios alejados blusea la palabra infausta en el cable extraoficial largo tiempo peruano oprimido porque quieren / ya la necesidad caleta conversa se hace ejercicio en el oficio de animar la vida aunque sea de a poquitos suave tónico sin fórmula ensayada / te veo detrás de mis ojos cansados en este verano bochorno no deseo / sólo veredas empapadas de olvido anuncian despedidas suspendidas porque al paseo de tu recuerdo extraviado en el viento que florea la respuesta en larga duración / me enrollo como insecto húmedo debajo de la piedra de tu jardín secreto que no se acuerda que un día fuiste libélula psicodélica para mi mantis hambrienta de ti..

Blues es...

El dueto cuando confluye es como una conexión mágica y única, como la abeja a la flor, la tierra a la semilla, o el peligroso 'makin love' del macho araña a su viuda negra que no podrá escapar de ser engullido por el veneno de su amor letal...eso también es blues...

miércoles, 5 de marzo de 2014

El chato Daniel y la historia del adiós...

Eso sucedió más o menos un día desfechado en el noventa y cinco; cuando unos amigos de la banda postpunk limeña Voz Propia planeaban hacer un concierto tributo al fotógrafo –del ojo social- Daniel Pajuelo; amigo entrañable de historias compartidas desde aquellos años en la universidad de los tiempos perdidos por quién diablos sabe concluimos que la economía era nuestra vocación para cambiar nuestras vidas (no terminamos la carrera, nos quitamos casi al mismo tiempo para seguir rumbos paralelos a nuestras ansias del llamado de la vida apuntando hacia el amor por el arte, eterna pasión incorrespondida por los tiempos rigurosos y vertiginosos, la movida subte ya había explotado una década anterior; lo que quedaba de ella la estábamos conviviendo en plena era de la guerra interna de los apagones intempestuosos, de los coches bomba, de las desapariciones a diestra y siniestra, de un país que sangraba por la herencia de su pútrida vida republicana). El chato Daniel estaba mal pero no sabía cuánto–así le llamaban, así le llamábamos desde que le conocí con ese pepián de niño y su sonrisa eterna-; alguien tenía que llevarlo, yo era el más indicado pues vivía más o menos cerca de su jato para hacer esa encomendación –a mucha honra- que después sopesaría en mi vida para siempre como cuando vemos aquella película inolvidable que nos estruja el alma y nos conmueve cada vez que pensamos en ello, a veces con la represa de la melancolía contenida bordeando nuestros extraños ojos. Así pues llegué al morir la tarde al barrio de Constructores en el extenso distrito de Ate –“Te bajas en la Javier Prado en la esquina de la iglesia de los mormones (pomposa iglesia para una secta que proclama igualdad y justicia en el reino de su señor), cruzas la avenida, no sé cuántas cuadras a la derecha o izquierda hasta llegar a un parque, llegas a los Eléctricos número no sé cuántos, ahí está mi casa”… (me dijo el chato aquella segunda vez que fui a su casa, la primera fue años antes en una simpática reunión dónde me presentó al psicólogo, músico y primera guitarra de “Los Mojarras” Kike Larrea, hoy reencontrado por la magia del ‘feisbuk’)-; una señora de edad trajinada me abre la puerta de su humilde hogar, -es su viejita- me invita a pasar adentro con esa cara del día de la madre que no puedes evitar sobrecogerte. -Daniel ya baja, se está alistando, toma asiento. –Gracias señora. Luego de algunos minutos escucho a alguien bajando por la escalera –es él-. Daniel ha engordado una enormidad, pelo rapado o ausente por la inevitable caída (producto de su tratamiento con cortisona, quimio, radio en su lucha contra el cáncer). Cazadora negra de las épocas de las andanzas quilqueñas y los incontables conciertos subterráneos, tabas negras con punta de acero que usa la clase obrera y nosotros, los hijos del olvido y el ninguneo. -Chino, ¿cómo has estado huevón? -Ahí estamos pues… El abrazo esperado que se hace comunión de tantos años de conocernos y conocer grandes amigos de batallas propias y de las otras. -Vamos a dar una vuelta por ahí afuera-, el chato camina con las justas, está muy mal pero lo disfraza con su clásica sonrisa –don’t worry, be happy-; lo ayudo a subir a una silla de ruedas, su nuevo fórmula cero. Llegamos al parque que queda a la vuelta de su casa, es bonito, es tranquilo, es apacible como para una despedida póstuma (después supe que eso era en realidad). Nos detenemos, la tarde está fresca, no hace calor pero tampoco frío. Enciende un cigarrillo de esos negros sin filtro, un Camel (me invita uno –lo acompaño-, ahorita en estos momentos de remembranzas escribanas me dan ganas de fumar uno en nombre de su inolvidable figura). –Oe, ¿pensé que no podías fumar? -Para qué me voy a cuidar cuñao, si estoy cagao, estoy hasta las huevas; me queda poco tiempo- (no le pregunto cuánto, sería una estupidez; el chato ríe mientras dicta su sentencia, tiene la mirada desviada, algo perdida, así no era antes, tal vez la enfermedad haya hecho su trabajo sucio; asume su destino con un estoicismo y dignidad tales que no caben palabras para el elogio, él mismo es un tributo; ahora no recuerdo si lo habían operado del tumor cerebral que lo aquejaba o estaba en tratamiento, ya lo habían desahuciado, sorry pero se me borró el cassette, no las tengo tampoco todas claras conmigo). Por unos instantes el silencio es un pata más que nos abraza en la complicidad nuestra, no hay nada que decir, ya sabemos, no hay tiempo para moquear ni nada de eso, sólo la puta resignación de no poder hacer nada. -Ya vamos. Tomamos un taxi que nos lleve hasta el Centro, hasta el ‘Nuevo Helden’ (pensé que el hueco de Chincha ya había mancado pero estamos yendo para otro hueco caleta, casi al final de la Alfonso Ugarte, frente a Breña, seguimos en Lima ). Llegamos, el sitio es agreste y sórdido, como lo es la Lima y sus paisajes under; parece una película en blanco y negro de “Calles de Fuego”; hay hartos personajes anónimos vestidos de negro, punkekes venidos de distintos barrios limeños, la jungla de la parafernalia subte toma la noche de ese pedazo escondido de la perra capital, así es. Pa dentro, es otra cosa; atmósfera semioscura, luces tenues, algo de psicodélicos colores; una barra a media caña, un amplio patio interior que simula una pista de baile, más zombies de negro, al fondo está el escenario dónde empezará el concierto en homenaje al amigo encausado. Ya empezó, la música empieza a sonar, tocan de teloneros las figuras de Montaña, Cesarón (Éxodo/Combustible) y Kilowat (Kola Rock), ícono –hecho recuerdo- del rock n’ roll callejero de Lima Centro; todos quieren estar, todos quieren colaborar. Sigue el plato fuerte de la noche, los amigos de Voz Propia suben al escenario, comienza el recital oscuro, Daniel me pide que lo acompañe para ir adelante cerca al estrado; tarea complicada pero no imposible, todo sea por la alegría, quizás momentos felices de Danielito. Empezó el pogo incontenible (ahora me di cuenta que de chaleco también la hacía); Daniel está feliz en su zona VIP disfrutando del concierto, yo, aguantando y soportando los embates de los eufóricos pogueros que de alguna manera se dan cuenta que hay una persona discapacitada adelante (muchos no saben que el homenajeado de la noche está en silla de ruedas adelante mío). La noche con su negro crespor ya dio cuenta –ya es de madrugada-, el momento del adiós por mientras tanto con la tribu vozpropiana más la cortina musical de “Héroe de Leyenda” hace que esa canción se haga inolvidable cada vez que la escucho en cualquier lugar viene a mi mente el rostro de nuestro recordado chato –así será y así tiene que ser. El regreso a su casa se hace más cautivante con la fulgurante presencia de la sexapelísima periodista Gherzi (también amiga de Daniel y Miguel Lescano, amigo en común de una buena parte de mi historia ambivalente) -quién a la sazón- por aquellos años trabajaba para ‘El Decano de la Prensa ’(hoy más vil periódico oportunista y mercenario con infame calidad redaccional, contagiado –y sin cura- por la vorágine mediática de los tiempos oscuros, decadentes, inmediatistas y globalizados). Algunos meses después –si no me equivoco tres-, visito la casa del chato, su viejo abre la puerta y me da con la infausta noticia que Daniel había dejado esta vida (la pena me llegó -como fino estilete directo y sin escalas- al corazón, con un extraño sudor frío, es como si la muerte haya rozado mi alma inquieta e indescifrable, indescriptible). Renegué y reclamé un poco –con respeto y energía- el porqué de no haber avisado o comunicado a los amigos que los queríamos tanto. -No quisimos pasar la voz a nadie, se hizo algo muy privado entre la familia y los más allegados a Daniel, casi fue un entierro en silencio, muy simple y modesto (tal como fue y vivió Daniel) –repuso el anciano señor en su humildad y sencillez apabullantes. -Hasta luego señor (desde aquella fecha nunca más lo volví a ver). No precisamente como un ‘grande finale’, queda mi reflexión de/por la amistad plena y sin concesiones –como deben ser las amistades verdaderas- que conocí a un gran amigo y un extraordinario fotógrafo –de la talla y sensibilidad social del chino Domínguez- sin exageraciones huachafas ni elogios sobreextasiados. Aquella última vez que compartimos las horas en su casa, en el parque, en el concierto, en el taxi fueron un regalo de despedida para mí –no sabré jamás si lo fue para él también, en el hipercielo o en el bajomundo quizás nos volvamos a ver, quién sabe-. Vuela en mi cabeza de última imágenes imborrables de Pajuelito: la estadía y los patas comunes del hueveo y la música en la universidad de la perdición; las visitas a la imprenta familiar, los negocios que hicimos con Tafos –Taller de Fotografía Social- con la amabilísima Soledad y su voz sensual en off; los conciertos, las chupas, los grandes patas que se fueron y los que todavía están, las amanecidas en los bares de Quilca, aquel primer concierto/fiesta en Barrios Altos cuando los Mojarras eran unos perfectos desconocidos en la jato de los Palma; el concierto de despedida de ellos en la también anticuchada en el club Huánuco –dónde por primera vez escuché a la “Liga del Sueño” como teloneros anónimos, pocos del circuito comercial musical estandarizado sabían de ‘Pelo Parado’ Madueño –ex Narcosis con su nueva banda y empresa- con aquella tímida flaquita escondida que tocaba los teclados que ahora se transformó en ‘renombrada’ animadora de programas de concurso aberrantes con el colchón que le ha dado una vida afichada y solvente. Las compartas en el concurso de Taller Rock Nacional de bandas por la revista “Esquina”. O cuando pasaste de refilón –muy gentilmente- por el jirón Puno para la imprenta y saludarme o despedirte pues te ibas como fotógrafo de guerra hacia la frontera con el Ecuador contratado por el desaparecido diario: “ El Mundo” durante el segundo periodo fujimorista. Como no olvidar las aventuras gráficas y artísticas de la revista “Fusión” y la Agenda Rock,el acontecimiento audiovisual: “Lima sobre Lima” en el TUC del jirón Camaná o la presentación de mi primer libro en la Noche de Barranco y su archivo de imágenes registradas por su ojo mágico y sensible –en slides y fotografías-. ¿Algo más que me haya olvidado Daniel? Tal vez , no lo sé, sólo sé que fuimos buenos amigos; ya es tarde, pero creo que era necesario recordarte cómo así te conocí; con tu imagen menuda de niño eterno, con tu arma colgada al hombro para capturar las imágenes imposibles; tal vez nos faltó algo más de tiempo porque te adelantaste; el tiempo lo dirá, ces’t la vie…