miércoles, 24 de febrero de 2010

Volviendo de un camino extraño y nostálgico

Salí como casi todas las noches de este verano incierto como es su clima, cruento cuando asoma el soberano, nos calienta con toda su furia que alcanza para algunos sonreír y para otros simplemente mirar la vida pasar.

Así, tras el clásico lonchecito de despedida; mi hijita y yo partimos hacia el otro hogar -tan cerca y tan lejos-, ella rápida y grácil por sus todavía frescos años infantiles siempre recorriendo el mismo camino paporreteado una canción perdida en el tiempo.

Atrás mío estaba un personaje de mis años idos -cuando aparentemente nada haría presagiar que lo abundante se convertiría en aguda carencia infinita-, era el señor Loo, -un viejo conocido, en el mejor de los términos- mi antiguo casero, ha pasado más de una década desde que dejamos aquella casa que nos acogió con tanta calidez que recordarlo me hace trastabillar y luego pestañear violentamente para volver a la realidad.

Primero dejo a Luana en la otra casa, ella desparece tan abruptamente que al salir de su madriguera mi otra hija mayor, Isaboe, me pasa la voz: -mira las fotos de la fiesta de promo, vengo de la casa de Piero (un amigo de su infancia) y me muestra que el tiempo no perdona, que al mismo tiempo la vida puede ser bella y cruel...también hay un DVD de aquella reunión.

Volteo entonces y vuelvo a aquel insigne personaje, le estrecho la mano, le presento a mi hija -después de largo tiempo que la ve-. Como es característico en él, su campechaneidad provinciana nos envuelve y nos atrapa desprevenidos: -Mis nietos ya están grandes -cuenta emocionado- están por recibirse como profesionales, el tiempo no perdona, yo ya voy a cumplir ocho (ochenta para que parezca poco) y tu hijita tiene diecisiete, -yo cuarenta y siete -digo para no quedarme atrás-.

Así nos miramos y como hombres longevos, como 'jóvenes centenarios' nos decimos que nadie cree nuestra edad (porque él esta recontraparado, delgado como yo por la herencia china).

Prosigue con su rápida y fugaz historia de vida: -Cuando vivía en Cañete, en el campo, tenía más o menos siete u ocho años de edad, me acuerdo también de mi padre, éramos ocho hermanos, lo perdí a esa edad, me levantaba muy temprano a las cuatro, cuatro y media, a las cinco ya estaba en el campo 'pajareando' (era/es aún en esos lugares, una faena de hacerla de espantapájaros que consistía en correr por toda la plantación inmensa como la vida misma, para que los pájaros se vayan y no se coman la cosecha).

-Yo llevaba mi café con mis panes, así como los espantaba había cientos de nidos con pichoncitos entre las plantaciones y les daba en su piquito las migajitas que guardaba para ellos -ríe mientras sus cansados y arrugados ojos se clavan en mí como un proyector de películas viejas-.

-También me acuerdo cuando tenía unos cinco años,
-repiqueteo para hacer un contrapunto- estaba en Pueblo Libre con mi desaparecido hermano mayor Kique, tenía una botella de vidrio en mis manos y no sé porqué la arrojé contra el pollito de mi hermano y lo maté, la sangre me salpicó manchando mis pequeños zapatos y parte de mi cha chá (así le decía mi vieja a mi ropa).

No sé porqué le conté tan insólita historia, es que yo también quería hacer un flashback a mi historia, a la historia de mi hermano -era un rápido recordar tanto del señor como el mío-.

Se despide tras un apretón de manos, -Chau hermano, nos vemos, chau hijita.

Yo también me despido de Isaboe y le digo -resignado como quién espera la orden de la sentencia- que el viernes se cumple el término de la espera -ella ya sabe de que estamos hablando- ella me entrega su DVD para que lo vea.

-Hasta mañana hija.
-Hasta mañana papá.

Prosigo con mi corto viaje de retorno hacia mi guarida, mañana es otro despiadado día en la caldera del diablo -ni modo-.

Cierro la puerta y entro a otra para contar una pequeña historia esta noche.

KILL WILL

sábado, 20 de febrero de 2010

NN

La partitura no existe, es más bien este calor sofocante que agobia las ganas de escribir algo por ti, quien seas esta vez.

El silencio lo es todo, la calma tras el salvaje ritmo, incesante, volver día tras día a la caldera del diablo es un suplicio, una condena.

Ya no sé que es bueno o malo, a veces me importa poco o nada ver la justa medida de las cosas y regreso siempre a lo mismo a esconderme dentro de esta prosa absurda, vana, de demencial elocuencia y peor significado.

Y así vegeto en el devenir de mis días y mis noches insomnes, paso lista a la nada, y subrayo siempre tu fantasmal nombre, dónde estarás, en la inconsciencia de lo profano me excomulgo y callo lo innombrable para no aplacar más tu ira que me deja más aislado en lo profundo de tus entrañas olvidadas.

Incontables polvos al viento y balas de salva no son más que registros mal hechos
-sin fecha ni lugar- y el repiquetear de tus imágenes en mi mente constriñen aún más esta miniserie jamás contada.

Rasco la última idea de la noche y en tu nombre saludo al tiempo por los pocos días que nos quedan, tal vez logremos muchas cosas hasta ese día pactado, como que también el telón pueda caer para siempre en nuestros hombros maltrechos y no seas más que un vil y hermoso recuerdo dibujado por la esfinge de tu soledad.

Marcho hacia el desfiladero y presiento que está cerca el fin, por hoy, solo por hoy muero un poco más porque mañana resucitaré para encarnarme en un feroz mosquito que volará hacia tus labios para besarlos en el infinito.


20 de febrero, noche de 2010

jueves, 18 de febrero de 2010

I V I

Tras una nueva aventura te escribo como un loco esperando la espera que no sabe si desespera.

Vengo de un encuentro con Lucho y tras la rima alcohólica, divago y exhalo, así pues respiro y tras una noche movida con cuantiosos vasos de cerveza explico en ti mi llamarada más intensa y no me importa si es tarde ya pues lo único que cuenta es hablar contigo aunque el tiempo no perdone mis actos y la cuenta regresiva sea más vil que la vida misma.

Así pues navego en ti y mi barca no es más que un tufo mal oliente y cansado por este día mal dicho y menos lógico, mi equipo ha ganado y la excusa es en tu nombre y el triunfo se aleja como aquel estruendo sin título.

Ya sé, es tarde, olvida y disculpa este mal llamado impulso agónico.
Obvia este estruendo y voltea la página, la realidad resulta más triste que la noche en su fulgor más callado.

Disculpa estas palabras incosistentes y dejemos que lo que queda de la noche se acurruque en su último bostezo.


La noche que ganó la crema, madrugada dieciocho, febrero de dos mil diez

sábado, 13 de febrero de 2010

Al pasar la noche por la vereda de tu cuarto

Encontré mil mariposas sollozantes y resplandecientes, enfiladas entre sí alzaban el vuelo revoloteando a través de tu pecho semidesnudo, intrigante, seductor.

Marché así volviendo entre mis pasos, meditabundo, cabizbajo entre el no saber quién eres tú o qué hago yo aquí entreverado en esta ensalada de palabras necias y corazones dormidos.

El calor es intenso, desde que amanece hasta la última cuarta de rayo multicolor, en vano espero tu regreso sin gloria, apresado en mis apresurados cuestionamientos, solo imploro tu nombre (en voz baja).

No hay destinatario en curso, tan solo el pitar de ese watchmen me hace recapacitar que la noche puede ser larga o corta y así enfilo hacia ti extraño pajarillo nocturno.

Más calmado y sin el canto de las cucarachas clandestinas me abstraigo en tu recuerdo, mastico mi angustia y eructo un poema taciturno con olor a bolero.

Los teclados mancebos aguardan el repiquetear de mil dedos de furia, avanzo hacia lo incomprensible y viajo más allá de lo que mis cansados ojos pueden ver, nada con un poco de miseria.

Y ya van, ya vuelvo, ya me marcho encriptado en mi pasado pulular, también retrocedo varios casilleros y caigo en el mismo juego creado esta vez por la llama de tu mecha enervante.

Guardar ahora porque puede ser peligroso que pierda esta partida, qué estarás haciendo en este momento es la pregunta de los diez mil devaluados soles.

Afirma, eyecta, martilla y asesina mi alma cansina, ya es tarde -como siempre- ocurre lo mismo, esta vez sí me voy, antes de publicar esta escena maldita.

Sin un lugar en el tiempo, está escrito y flotando en el jardín de tu memoria astral.

Febrero trece, calor del dos mil diez

miércoles, 10 de febrero de 2010

La última al cierre de este jueves insensato

Todavía puedo oler tu perfume que jamás he olido -porque imaginármelo no cuesta nada- y la noche aún es propicia para enchufarme hasta el tuétano en este, mi mundillo ilógico.

Las versiones diarias no han cambiado, continúo en este ir y venir, en el devenir de mis días y la irrelevancia de mis actos.

Transpiro y digo -que se puede, que no es tarde, hay que decidirse y hacerlo-, la batalla ha de empezar nuevamente, la guerra aún no está del todo perdida.

Quedan pocos minutos antes que se desconecte el sistema y me deje en el limbo, en el aire, suspendido, colgado y absorto.

Ya pues, hay que terminarlo -de una vez por todas- mañana hay que salir temprano como todos los días de este interminable camino de rosas negras.

Se hace tarde, no hay más que decir, adiós Lima, adiós ninfas, adiós extraña amiga.

Lima, verano del 2010

lunes, 8 de febrero de 2010

A monday in the life

Asediado por este insensato compromiso de seguir en la ruta, piso el acelerador, aprieto el gatillo y asesino con locura, sin pedir nada a cambio espero solo que leas esta nueva entrega, a ti, ¡sí a ti!, extraño, anónima, conocido/a, oculto(a), súpercínica, hoy quizás, tal vez mi nueva amiga que debe estar enfrascada en su ardua tarea de crear y pintar colores santos, volando alto para recibir su recompensa por un trabajo de toda la semana.

También preocupado estoy por no recibir noticias tuyas, el cartero no ha gritado aún tu nombre y me pierdo en el más absoluto silencio.
Aunque suene gracioso, estoy contando los días que faltan para que se de la 'cita cumbre', emocionado, nervioso, ansioso, ¿porqué negarlo? si ha pasado tanto tiempo sin verte ni saber de ti, de cómo te ha tratado la vida y en qué situación ahora te ha dejado.

Las lechuzas blancas tampoco han aterrizado por estos parajes, ni palomas mensajeras, mucho menos botellas arrojadas al mar -como es ya una vieja costumbre- tengo que correr antes que zarpe el último barco que me lleve a mi vieja guarida, a mi isla perdida en el tiempo mil veces rodeada por laceraciones y estigmas que nunca sanarán.

Es la última llamada, ya compré mi boleto de salida, ya van a soltar las amarras, espero verte de vuelta con noticias frecas, no te vayas a ir sin despedirte, hasta la vista my friend.

Villa Jardín, ocho de febrero de dos mil diez

domingo, 7 de febrero de 2010

Fin de semana en la isla del paraíso

Es otro fin de semana parecido al anterior, igual al pasado, mejor/peor que los que ya se fueron, the song remain the same y salí el sábado como preso indultado, presuroso y angustiado, como alma vagabunda tratando de salir del limbo en que se encuentra.

Saturday afternoon fever, camino procurando ceñirme al agitado paisaje urbano; rostros agrestes miran mi delgada silueta como queriendo tragarse un poco de mí, los evado y les devuelvo la mirada evasiva pero dura y despreocupada.

La temperatura caliente se percibe, se siente en el ambiente, hay un sopor irrespirable, así es el calor me lo canta Calamaro.

Tarde tras tarde y noche tras noche, un pequeño ejército de bailarines improvisan, ensayan, toman el patio principal del gran parque y sacuden sus frenéticos cuerpos al son de la Saya que ya no se sabe que tan boliviana o peruana puede ser.

Igual no me agrada esa perfomance y los atravieso rápidamente para huir de esa batahola musical; ya estoy cerca y cruzo la pequeña avenida: -Hola Enzo (es el muchacho que atiende en la tienda de la esquina) y llego a mi ansiado destino.

Mis dos almas gemelas están para recibirme, se encuentran bien, insatisfechas pero sanas y salvas.

Hablo un poco con ellas, les doy un encargo para el disfrute, tomo prestado -un rato- la red, no hay mensajes, salgo del ciberespacio, me despido de ellas para insertarme en mi cubículo llamado hogar.

Pero no voy solo, jalo a la más pequeña, la inocente y graciosa me acompaña para estar un rato más con ella en mi cuartel inmemorial.

Caigo como un cadáver que pide que lo cubran de una buena vez, en mi cama estoy pegado al cable hasta que mis ojos se van entrecerrando y coger el sueño de los justos, de los olvidados, de los convidados de piedra.

Despierto después de una hora de haber desaparecido, improviso un pequeño lonche, comemos juntos los dos seres mirando los modestos pertrechos que nos contemplan, silenciosos y hambrientos damos cuenta de lo servido en la mesa.

Ella cumple su rol de jugadora en la red, yo la apuro para irnos de una buena vez, ya es de noche y es buena hora para despedirse de los patriarcas, -Hasta mañana Kique, hasta mañana mamá Pinta.

La dejo contra su voluntad en la casa de los espíritus, que es allí donde debe estar hasta que la vida le plantee otras tareas más adelante que la han de sacar de su laberinto mediático y pueda crecer de verdad.

El último beso, me marcho en retirada hacia mi bunker, así tiene que ser, no hay marcha atrás, me dejo caer nuevamente en la cama del olvido, muero un poquito hasta que sea domingo y comience de nuevo con el mismo guión pautado.

Domingo siete, bochorno del dos mil diez

miércoles, 3 de febrero de 2010

Calentamiento en tu nombre

El verano asoma con mayor rigor y mi sudor no son más que riachuelos que transcurren vertiginosamente por los caminos estrechos de tu recuerdo.

Asimilo cada onda calórica y tal vez el aumento de estos cinco grados no hagan más que recordarnos que nos queda poco tiempo para contemplarnos.

Así se inicia este nuevo año, una nueva década plagada de desventuras y tragedias causadas por el único ser concebido con un apetito voraz capaz de depredar
y (agotarse) hasta sí mismo.

Nacer,despertar,comer,trabajar,dormir y morir.
Hoy todos los días morimos un poco, unos más que otros, y a veces esperar que las cosas sucedan no resulta suficiente; queda entonces la búsqueda interminable, encontrar el camino de retorno y tan solo espero hallarte en la estación interminable, en el paradero acordado, en la esquina de siempre, en el lugar sin nombre, en la bajada añorada, en la última palabra que me diga: -¡hola!, ¿a dónde vamos?

Lima la indescifrable, verano de dos mil diez