sábado, 20 de febrero de 2010

NN

La partitura no existe, es más bien este calor sofocante que agobia las ganas de escribir algo por ti, quien seas esta vez.

El silencio lo es todo, la calma tras el salvaje ritmo, incesante, volver día tras día a la caldera del diablo es un suplicio, una condena.

Ya no sé que es bueno o malo, a veces me importa poco o nada ver la justa medida de las cosas y regreso siempre a lo mismo a esconderme dentro de esta prosa absurda, vana, de demencial elocuencia y peor significado.

Y así vegeto en el devenir de mis días y mis noches insomnes, paso lista a la nada, y subrayo siempre tu fantasmal nombre, dónde estarás, en la inconsciencia de lo profano me excomulgo y callo lo innombrable para no aplacar más tu ira que me deja más aislado en lo profundo de tus entrañas olvidadas.

Incontables polvos al viento y balas de salva no son más que registros mal hechos
-sin fecha ni lugar- y el repiquetear de tus imágenes en mi mente constriñen aún más esta miniserie jamás contada.

Rasco la última idea de la noche y en tu nombre saludo al tiempo por los pocos días que nos quedan, tal vez logremos muchas cosas hasta ese día pactado, como que también el telón pueda caer para siempre en nuestros hombros maltrechos y no seas más que un vil y hermoso recuerdo dibujado por la esfinge de tu soledad.

Marcho hacia el desfiladero y presiento que está cerca el fin, por hoy, solo por hoy muero un poco más porque mañana resucitaré para encarnarme en un feroz mosquito que volará hacia tus labios para besarlos en el infinito.


20 de febrero, noche de 2010

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