domingo, 7 de febrero de 2010

Fin de semana en la isla del paraíso

Es otro fin de semana parecido al anterior, igual al pasado, mejor/peor que los que ya se fueron, the song remain the same y salí el sábado como preso indultado, presuroso y angustiado, como alma vagabunda tratando de salir del limbo en que se encuentra.

Saturday afternoon fever, camino procurando ceñirme al agitado paisaje urbano; rostros agrestes miran mi delgada silueta como queriendo tragarse un poco de mí, los evado y les devuelvo la mirada evasiva pero dura y despreocupada.

La temperatura caliente se percibe, se siente en el ambiente, hay un sopor irrespirable, así es el calor me lo canta Calamaro.

Tarde tras tarde y noche tras noche, un pequeño ejército de bailarines improvisan, ensayan, toman el patio principal del gran parque y sacuden sus frenéticos cuerpos al son de la Saya que ya no se sabe que tan boliviana o peruana puede ser.

Igual no me agrada esa perfomance y los atravieso rápidamente para huir de esa batahola musical; ya estoy cerca y cruzo la pequeña avenida: -Hola Enzo (es el muchacho que atiende en la tienda de la esquina) y llego a mi ansiado destino.

Mis dos almas gemelas están para recibirme, se encuentran bien, insatisfechas pero sanas y salvas.

Hablo un poco con ellas, les doy un encargo para el disfrute, tomo prestado -un rato- la red, no hay mensajes, salgo del ciberespacio, me despido de ellas para insertarme en mi cubículo llamado hogar.

Pero no voy solo, jalo a la más pequeña, la inocente y graciosa me acompaña para estar un rato más con ella en mi cuartel inmemorial.

Caigo como un cadáver que pide que lo cubran de una buena vez, en mi cama estoy pegado al cable hasta que mis ojos se van entrecerrando y coger el sueño de los justos, de los olvidados, de los convidados de piedra.

Despierto después de una hora de haber desaparecido, improviso un pequeño lonche, comemos juntos los dos seres mirando los modestos pertrechos que nos contemplan, silenciosos y hambrientos damos cuenta de lo servido en la mesa.

Ella cumple su rol de jugadora en la red, yo la apuro para irnos de una buena vez, ya es de noche y es buena hora para despedirse de los patriarcas, -Hasta mañana Kique, hasta mañana mamá Pinta.

La dejo contra su voluntad en la casa de los espíritus, que es allí donde debe estar hasta que la vida le plantee otras tareas más adelante que la han de sacar de su laberinto mediático y pueda crecer de verdad.

El último beso, me marcho en retirada hacia mi bunker, así tiene que ser, no hay marcha atrás, me dejo caer nuevamente en la cama del olvido, muero un poquito hasta que sea domingo y comience de nuevo con el mismo guión pautado.

Domingo siete, bochorno del dos mil diez

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