lunes, 16 de enero de 2012

Operación dragón, los sub50 y los mil y un saludos...

Ayer estaba preocupado, el día llegó, la tarde para ser más precisos; y así enrumbé hacia la clínica para encontrarme con mi hija mayor -3:15 p.m.-, menos mal que queda a unas cuadras de mi chamba; la llamo para que se apure; ya van a ser las tres y treinta, estoy muñequeado por el tiempo, por la operación, por mi hija, por todo, diablos...



-Apúrate por favor que ya es hora y ni apareces.

Dice que ya anda por Guardia Civil, qué tardona, le dije que tome un taxi porque nos han citado a esa hora, estoy que reviento.

Entro, subo al segundo piso (Cirugía/sala de operaciones); bajo, salgo a la calle nuevamente; ya son las tres y cincuenta -me llama, dice que está por Militar-.

-Apúrate que estamos sobre la hora.

La veo venir, estoy asao, le pido la copia del DNI y el comprobante de pago, al segundo piso, raudos; timbre para la salida de la enfermera.

-Ella sola entra, espere hasta que venga el doctor.

Ni me da tiempo para despedirla o desearle suerte, estoy estresado, a esperar afuera de la sala, no hay asientos ni banca alguna pata depositar mis flacas posaderas para apaciguar mi inquietud, mi ansiedad perpetua.



Ensayo varias paradas, ya me cansé, son las cuatro y cuarto, me siento entre las escaleras pese a que interrumpo el tránsito de los usuarios (me arrimo a un costado, a la izquierda, a la derecha), a la mierda, me paro otra vez, camino como ratón de laboratorio, me siento por última vez (a las cuatro dijo mi tío); así llego hasta las cinco y diez -le llamé un toque al celular por seguridad y por preocupación), entre semidormido y aburrido, llegó él, ya está, comienza la cuenta regresiva.

Para esto ya le había alertado a Isaboe a su radio para que esté tranquila, que estoy afuera esperando, que hay que ser pacientes, que todo va a salir bien.

Así transcurrió el tiempo -va a ser como unos cuarenta minutos, me dijo mi tío JA, gineco obstreta, desde hace varios años que lo conozco, incluso cuando aún vivía Wong Pac Pen -mi tata, el patriarca del clan que llegó a vivir casi una centuria, alucinante edad-; solíamos pasear en el auto de mi tío junto a mi entonces tía, en los años de mi adolescencia intrépida e irresponsable, these years...



Ya son las seis y cuarto, ya acabó todo, medio torombolo estoy, me pasa la voz JA, me muestra al organismo invasor; la razón de esta/nuestra penuria de mi hija mayor -es como la fase primigenia de un Allien, antes de abrirse para que salga la lagartija espacial demoníaca esa-, es casi del tamaño de un riñón, de esos que sirven en las parrillas mixtas del Rocky's (no sientan asco que no lo soy, las disculpas a los que van a ir al baño).



Está en un frasquito transparente, listo para ser llevado para la biopsia, alucinante bola de carne rosada, extraño origen, desgradable pasajero.



JA se retira para culminar su exitosa operación, ahí nomás me alcanza una receta para que vaya volando a comprar un calmante para que le inyecten a mi hija y mitigar su dolor.

Se lo alcanzo, minutos después, más recetas para su recuperación en casa, más gastulos para la cuenta.

La despedida con JA (es un personaje increíble que ha sido/es determinante en nuestras vidas) y mi agradecimiento que no pude expresarlo por la maratón del proceso, por mi hija, su inesperada posición y nada deseable trance.

Bajo a caja para pagar el análisis del espécimen, lo dejo en la ventanilla, hasta el catorce, dice la señorita, qué mientras, ya no quiero llevarlo a otro sitio ni esperar.



Algunos minutos más para que Isaboe salga, maltrecha, herida de la herida, llorosa más por el calmante grasoso que le ha adolorido la pierna, -gracias señorita- hasta el ascensor, ida y vuelta por las puras, harta gente, hora punta...



A la calle, para tomar un taxi, tiene que apoyarse en mí, está bajoneada por todo el proceso, le duele.



Se pasan de pendejos, se aprovechan de la urgencia postoperatoria los muy mierdas, no, nicanor, caminaremos un poquito más hacia la avenida, allí habrá más que cobren la tarifa razonable.



-Vamos hijita que podemos, stand by me-, llegamos, un taxista con cara de malandrín, qué churchill, estoy apurao pero en guardia, con la mirada puesta en sus ojos y los del sospechoso en los míos, llegamos a la casa.



La casa de su madre, su pareja nos abre la puerta, adentro Luana y su hermanito, (Liliana) su mamá está sentada esperando otro huevo de pascua, avanzadazo; todo bien, a esperar los resultados de la muestra, tengo que ir a comprar más remedios -le digo-.



Voy con Luana a Salamanca -de paso algo para el lonche-; compro en dos farmacias, consulto con ella para comprar lo genérico, los de marca están por las nubes, ya está, vamos, de vuelta a la casa.



Se lo entrego en manos de su madre con la receta hasta por catorce días; lonche con mis dos hijas y Alfi -su compañero de chilingue- que llegó justo para el compartir.



Terminamos los panes engullidos hacia nuestras ansiosas barrigas; chau Lu, - tranquila Abito, no llores más, aguanta que todo ha salido bien, nos vemos mañana-.



Ha sido una experiencia extraña, inédita pero valiosa para saber que nos queremos, que estamos unidos, que nos tenemos, incluso con su madre, por ellas, suficiente por hoy, ya estuvo bueno...



Hoy, ayer, qué importa, cumplí los que tenía que cumplir, mal que bien, ni mejor ni peor, con muchas cosas dejadas en el camino, pero sobreviviendo más allá de lo impensado, con mis hijas cerca a mí, con un norte por proseguir y alcanzar; trabajando y disfrutando con el personal de trabajo unas ricas hueveras -con su sarsita y arroz más- en el almuerzo preparadas por mi hermano, cómplice de nuestra aventura laboral.



La sorpresa cerró mi día con la avalancha de saludos japiverdeituyú abiertos en esta ventana virtual; la que gracias a mi hija, un día me creó una cuenta para que encuentre gente parecida a mí -o no-, algunos recuperados del túnel del tiempo, otros nuevos en mi azaroza vida pero que resultan como si los hubiera conocido de toda una vida, increíble, aunque yo no lo crea de Triplei...



Ta mañana, ya es hora, ya es hora, sumertime blues...



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