lunes, 16 de enero de 2012

Se llmamaba Charly

Ricardo Quesada se ha ido, no puedo creerlo, lo leí en un comentario del 'Masoko Tanga'.

Hace algunos meses atrás nos reencontramos tras largos años de ausencia en los paisajes quilqueños.

Durante fines de los ochenta e inicios de los noventa tuve la extraña pero grata oportunidad de toparme con él; en los conciertos, en los recitales poéticos, en las muestras plásticas, en los bares de Quilca; lugar al que era un asiduo habitual y cual espía encubierto incursionaba furtivamente como muchos animales de la noche.

Claro que también andaba embuído en temas existenciales y la cotidianeidad le golpeaba como a tantos seres que habitan esta ambivalente ciudad; entre vivir sobrio -casi nunca por cierto- y su clásica fragancia a vino tinto que dejaba entrever cuando teníamos la oportunidad de entablar alguna conversa sobre lo que más le apasionaba y le atormentaba a un tiempo: la poesía.

No puedo olvidar su presencia en mi matrimonio en la iglesia barranquina cuando el Piero, Marcel, Paul y Montaña; irrumpieron con sus acordes musicales la ceremonia religiosa que fue sino algo más que una performance musical, era el cariño y camaradería que existía bastante entre nosotros quienes éramos plásticos, poetas y músicos, entrañable imagen viaja a mi corazón cuando Charly se acerca para el clásico saludo a los novios: -"Te veo muy elegante Willy".

-"Solo por este día Charly, son las concesiones que tenemos que hacer con el sistema".

Estuvo -así me lo contó-en el último recital por el aniversario de Kloaka; leyó un poema el mismo que me obsequió cuando abrazamos los años perdidos, los años convulsos, los años sangrientos, violentos, impunes pero muy productivos durante la movida subte, la era de la violencia, el terrorismo y la guerra.

Cada oportunidad que nos encontrábamos sacaba de su clásico bolso que lo acompañó por años; cual conejo de la galera; salían de sus temblorosas manos un poemario fotocopiado con collages que él mismo recreaba.

Debo tener unos cinco a seis poemarios inéditos suyos, los cuales me obsequió con mucho cariño; su sonrisa sincera y sus palabras siempre metafóricas resultaban regalos inesperados e invalorables.

Así Charly nos deja con su típico peinado setentero, su estampa de juglar encaletado, sus gafas lennonísticas que rasguñas las entrañas de nuestra alma y nuestra miseria.

En el Barrio Chino, te dejé, en la Calle Capón te abracé, adiós Charly, amigo querido...

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