lunes, 16 de enero de 2012

Rezagos navideños

Las calles parecen haber sido desalojadas, es algo temprano, (ni mierda de carros), ya ni cuento los días, la ciudad reventó en fuegos artificiales dejando las huellas de pólvora y suciedad tras los festejos navideños.





Los días han sido intensos y continuará así; la navidad ha dejado de ser lo que era; intentamos pero no chuntamos.





Las películas gringas alusivas a la fecha hasta ahora las veo, me queda esa inocencia pueril aún, el cuento de Papá Noel se acabó cuando descubrimos los regalos -escritos en nuestras cartas- escondidos en el cuarto de la empleada (ahí estaba el juego de química que pedí) en la vieja casona de Chacxlacayo; de eso han pasado cuarenta años por lo menos.





Ayer la cena y los regalos con el clan y sus distintas lecturas, con diferentes versiones acerca de la navidad, extraño pero real.





Hoy regresé para proseguir con los pedidos de la chamba en la que creemos -aunque seamos solos dos los que estemos peleando nuestra propia batalla-; el barrio amaneció con vecinos ebrios y boleteados en una ciudad que se desborda "para matar sus ansias con enojo" -como dijera mi extraviado y controversial amigo Lescano; temores al decubierto cual bolero perdido en la radio de aquella combi asesina.





La llamada prenavideña no llegó como lo esperaba, a veces las ansias resultan imprudentes; atropellan a la razón y a la cordura (ya no quiero hacerlo, es un decir...).





Las ofertas pendientes no se conjugaron en los vasos domingueros (la pantera no pudo y el furtivo no anduvieron).





Regreso sin gloria con menú decena, aviso de la Polastri y la triste partida de Chicle (mañana Alberto, mañana).





Se acabó el 'feriado'; se viene el cierre, después la prueba de Isaboe, chantarse para que Luana pueda seguir, yo y mis cuarenta y nueve bolsillos desgastados; por eso y muchas cosas más, no me jodan en esta navidad...

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