jueves, 21 de abril de 2011

The Classic Collection

Kique coleccionaba estampillas -tenía un 'huevo'-; eran días en los que recibíamos mucha correspondencia, recuerdo que hasta íbamos con cierta regularidad al Correo Central del Jr. de Conde Superunda con Camaná -en el nuevo Centro histórico de Lima- , los sàbados y domingos creo que conseguía más 'caletas' (hoy con la tecnología informática esos son como románticas botellas arrojadas al mar; mi vieja quién nunca puedo ajustarse a los cambios de la teconología; aún continúa escribiendo cartas y mandando postales, cosas del orinoco).

Seguíamos en Chaclacayo e intercambiaba con sus patas del cole (Los Cedros y después Winetka), con Eli Subiría, Abel Bedoya; la verdad que los más 'chancones' y cerebritos andaban metidos en esos pasatiempos (cuando nos mudamos a Lima y cambiamos de colegio -con la preadolescencia- le aburrió y todos nos metimos de lleno con el descubrimiento del rock a comprar discos compulsivamente; ya no sé si llegó a regalar sus albunes -tenía varios- o los vendió; había 'plata' en esos cientos de sellos postales pegados con la lengua.

A mi me dio por coleccionar llaveros -de todos los tipos-; los colgaba en un soporte de madera (debía de tener unos doscientos por lo menos), luego también llegué a juntar monedas y billetes de diferentes partes del mundo -¿para qué-, para que después se llenaran de hongos y los botara; aún tengo guardadas monedas antiguas y billetes de intis; mi mamá dice que eso de comprar o guardar cachibaches o chucherías los he heredado de mis abuelos (el centenario Wong Pac Pen y la 'mamita' Rosa, viejos de mi viejo).

Aldo -entre tanto- coleccionaba cajetillas de cigarrillos, las tenía pegadas en varios soportes de madera colgados en las paredes de su cuarto (llegó a tener como quinientas; bacanes, de distintas partes del mundo); yo veía cómo las recogía: en las fiestas de adultos, en los cines, en el aeropuerto, en la calle...

Cuando nos cansamos de estas insólitas colecciones con el adentramiento al mundo musical, con el descubrir de la música de la época (baladas, nueva ola, rock n' roll) gracias a un vecino mayor que venía desde Lima a pasar las vacaciones en Chaclacayo: Enrique Guerrero -el culpable de nuestra inacabable afición-; comenzamos a comprar discos como locos, íbamos los fines de semana a las Galerías Boza a Discocentro de Héctor Rocca -y en algunos casos a Discos del Mundo-; en aquel entonces el mercado del disco prácticamente estaba monopolizado.

También íbamos al consultorio dental -del Jr. Carabaya- de mi tío Tito Mezarina, un gordito bonachón, criollón, del rico barrio del Rímac, pendejo entre los pendejos, igualito a 'Benito' de la pandilla de Don Gato (ahijado de mi viejo y simpático personaje que se las sabía todas, además tenía un tornamesas en su consultorio donde hacía escuchar sus discos mientran abría la boca a sus pacientes y les clavaba esas agujas retorcidas 'dizque desinfectadas', -¡qué bravo!-

Así es que cuando comprábamos nuestros discos nuevecitos, él era el juez y verdugo para calificar nuestros aún noveles gustos musicales pues él escuchaba harta música; esas épocas quedan como parte de nuestra formación musical que recuerdo con mucho cariño e inagotable nostalgia...

No hay comentarios:

Publicar un comentario