martes, 15 de febrero de 2011

Writting with myself: los profesores que conocí desde la primaria, los que recuerdo, los que me enseñaron poco o nada (one)

Antes (para los más jóvenes), -en mis tiempos, para ser más precisos- se iniiciaba la vida colegial o escolar -como quieran llámarle- en jardín (5 años) y transición (6 años) (prácticamente la etapa preescolar); hoy los sistemas educativos han cambiado drásticamente, el mundo ha evolucionado tanto como la sociedad en su conjunto; así es que hoy en día los infantes tienen que pasar por tres jardines: tres, cuatro y cinco años; de allí saltar a primer grado.


¿Negocio o etapas necesarias para preparar a los niños a enfrentar un mundo tan duro como competitivo? (homework).


Bueno, de lo que recuerdo de mis años tanto en el jardín como transición y después en la primaria eran los castigos rigurosos como las jaladas de orejas, jaladas de patillas, meternos cocachos, darnos reglazos en las manos, quedarse arrodillados encima de chapitas o piedritas con los brazos extendidos con peso de libros en cada mano bajo un sol abrasador era más jodido y para los más bravos el "San Martincito" era el arma favorita de la directora del plantel (la miss Herminia O. de Antallo, en el fondo una gran señora pero con las equivocaciones propias de la época y de sus valores incomprendidos).



Estaba en "Los Cedros", un colegio particular mixto en mi Chaclacayo añorado donde he pasado -sin temor a equivocarme- los mejores años de mi vida (gracias al asma y a mis viejos por mudarnos allí).



Eran los tiempos de la dictadura militar y vivíamos con valores trastocados, es por eso que incluso los padres apoyaban y recomendaban a los profesores aplicar ese tipo de castigos; pero no todo era malo en el colegio; ¿qué es lo que más me gustaba?, tener amigos, reírnos, gastar bromas, el recreo, jugar, cantar, las actuaciones, los paseos, los azuetos, los feriados, los cumpleaños, los aniversarios, las vacaciones; ¿estudiar, las tareas?,mmmhh...nunca fue mi fuerte.


La miss Carmen era una mujer entrada en carnes, guapetona -con un lunar en la mejilla- y unas piernazas que se dejaban ver en esas minifaldas nuevaoleras; con su peinado a lo "Susy: secretos del corazón", enmarcaban su encandiladora figura.



Ella me enseñó jardín y transición; siempre odié las salidas a las pizarras y las llamadas de atención delante de todos los demás compañeros, era una cosa normal pasar vergûenza y que te griten también, que te den tu 'chiquita' era parte también de la "formación por el bien del educando"...



Aquel sistema grande de bolas que estaba en el salón -como un ábaco gigante- eran mi pesadilla cotidiana, ¡ay, las malditas matemáticas!, que las decenas, que las sumas, restas, divisiones, multiplicaciones; -quién miércoles las inventó, siempre me decía a mí mismo-.



Recuerdo como si fuera ayer (esta es una cita perenne), la miss Carmen me metió una jalada de orejas brutal que casi me las arranca, no solo me dolió, lo que nunca pude borrar de mi mente es que cuando comenzaron a brotar lágrimas de mis ojos, el profesor Kke (el hijo de la dueña y directora del colegio) no me quitaba la mirada de encima mientras se reía de mí cuchicheba con la Carmen esa, una afrenta, una vergûenza total (yo los miraba, los odiaba con todo mi corazón).


Ya en primer año a tercero de primaria me enseñó la miis Julia, una mujer joven de aspecto mestizo, tipo la Sarita, tal vez como la desparecida Edith Lagos; pero un poco más guapa (ella tenía un hijito pequeño y era pareja del mentado profesor Kike); los castigos eran parte de la vida escolar (ahora, no recuerdo si llegué a quejarme o le llegué contar esto a mi madre, creo que éramos tan sanos e ingenuos que entendíamos en nuestras inocentes cabecitas que las cosas eran así, que la vida era así) y en uno de esas tantas veces se repetían este tipo de 'castigos ejemplares'; también para variar me tocó a mí; es así que en uno de esos días aciagos me mandaron al 'rincón quita calzón' pero la cosa no quedó allí, cuando no prestabas atención en clase, no hacías las tareas, te portabas mal y un millón de etcéteras; te disfrazaban de burro ¿¡cómo!?



Tal como lo oyes amable lector(a), lector/a amable; te subían a un banco bien alto, te colocaban dos orejas de cartón y una cola de burro para que te sientas como un burro (ni se imaginan lo que se sentía estar en aquel trance, irreproducible); ahora, el tiempo lo determinaba la profesora de acuerdo a su criterio y a la gravedad del castigo; la profesora era ama, juez y verdugo, la ama suprema del universo con el poder absoluto para humillarte y hacer de ti una persona pequeña.


Otra joyita de la miss Julia era sacarte a la pizarra a hacer cojudos concursos y odiosas comparaciones para ver quién era más capaz e inteligente como también para saber quién era el más huevón y miserable.


-No te da vergüenza que ella siendo más chiquita que tú te gane, ¿ah? (la conch...mare) y así por el estilo.



Pero la mayor vergüenza que pude presenciar -a live- fue la que le hicieron al niño Páucar; le bajaron el pantalón -y cual novela de Oliver Twist-, le descubrieron el trasero y así, en su potito calato, con casi todo el colegio presenciando tan infame acto de abuso y cobardía; la miss Herminia le propinó varios latigazos con el 'San Martincito' hasta dejarlo más rojo que un rabanito (los gritos y las lágrimas me conmovieron y partieron mi alma para siempre).


Su máxima de la directora era: "La letra con sangre entra" (imagínense lectores ¿hasta dónde don Ricardo Palma tenía influencia distorsionada en la educación de cuántos pedagogos del país en aquellos intitulables días?).


"I believe or not " -de 'Triplay'-.


Después de varios años me replantié todos aquellos episodios, ¿hicieron bien los profesores de mi añorado colegio en aplicar tan viles castigos, esa era la única manera de enderezar a niños que para su bien mañana más tarde se convertirían en hombres y mujeres de bien para servir a los grandes intereses de la patria?


Paso saliva y me despido hasta la próxima entrega con el cambio a un colegio nuevo; el de varones, el Winetka...



.

No hay comentarios:

Publicar un comentario