domingo, 6 de febrero de 2011

¿Vivir para trabajar, trabajar para vivir, vivir para vivir, vivir por vivir, vivir o sobrevivir?...

Los días se parecen a aquella extinta voz que poblaba las bohemias noches de los bares centrolimeños, retumbaba y llenaba de bote a rabo las mentes de los parroquianos choborras, mientras el personaje de leyenda alzaba el vaso, sea poesía, relato o anécdota; los textos sonaban a sinfonía urbana viniendo del interior de su histórica caja toráxica; así vivió -entre botellas de alcoholes, de amigos sumergidos como él, en el arte y su vida malpagada, no reconocida- era lo poco que sabía o conocía de él, el maestro y artista: Hudson Valdivia.

Así se pasaron estos tres días y tal vez los que faltan entre noches insomnes, correteos por diferentes lugares, con las manos en la obra, mi hermano y yo; comiendo a la volada, durmiendo con el último pito de aquel tambaleante 'guachimán', amaneciendo con las cuculíes...

No las he visto porque mientras yo voy ellas salen, mensajes virtuales no son lo mismo, el calor azota Lima, ciudad mutante y el caballero de la noche se ha ausentado por cientos de miles de aventuras perdidas en mi agotada imaginación.

Tampoco es queja, es el blues del levante (choreo sui generis), la ansia por la cosa nuestra, por querer en creer lo proyectado no sea más un espejismo cruel, ni batallas en repliegue constante, retirada never say never.

Vamos juntos, el dúo dinámico: Kato y el Avispón de ojos verdes; recorriendo hoy y ayer la inmensa Panamericana hacia el Sur de nuestros comensales, a saciar sus gustitos platudos, pero dándoles en la yema del gusto, con nuestra marca indisoluble, heredada de nuestros antespasados, no nos molesta convertirnos en sendos obreros especializados en la minas de carbón del buen paladar y la culinaria tusan.

Boleteo mi rostro, me lavo la cara una y mil veces, salgo y resalgo; mañana más misiones con el sargento Sanders; así es el combate, a veces en blanco y negro, otras en Lince en technicolor.

Una amanecida pal lugar de siempre y he de llevar la mercancía para ser proceso de nuestro juego este, el de la nueva hornada, de incursiones titánicas, de tierras vírgenes deseosas de ser conquistadas, ya culmino para la recarga pertrecehera de mi batería, apuro el paso con la frente en alto y digo: "Mañana será otro día, pero mejor carajo, mejor".

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