miércoles, 29 de diciembre de 2010

Personajes de leyenda

De la avenida Militar -cuadra veinte- camino una cuadra y doblo a la izquierda por la Risso también una cuadra, de allí hasta llegar a la Francisco Lazo lateo dos cuadras hacia la mano derecha (antes de llegar se puede divisar una sombrilla en medio de una vereda lejana, un grupo de gente arremolinada alrededor) y llego a la cuadra veintitrés.

Ya estoy en el huarique ambulante recientemente descubierto gracias al dato del chino Aldo -my bro-; llegando uno no tan temprano por la mañana se topa con una dulce viejecita de aspecto provinciano y bonachón, con su permanente sombrero que es parte de su etiqueta de entrada.

-Abuelita, uno de a luca para comer aquí (parao).
-Ya hijito, ¿ajicito?
-Ya un poco al costao.

Sus arrugadas y trajinadas manos se pierden por unos instantes en la inmensa olla de donde sirve con mecánica rutina la sabrosa y clásica chanfainita -jugosa- acompañada de una generosa guarnición de mote sancochado.

Humeante y oloroso recibo en plato hondo -el suculento platillo- para aplicármelo como si recibiera un premio sin haberlo merecido.

Doña Rosita Chocle es una octogenaria proveniente de su natal Huarochirí; toda una vida cocinando tanto para sus familiares como para el negocio de subsistencia.

Su rostro arrugado por el tiempo, su mirada cansina y algo perdida no son obstáculos para que
-todos los días de sus muchas vidas engendradas- pueda apostarse en su 'restaurante virtual- con religiosa puntualidad a partir de las nueve de la mañana y acabar las dos ollas que trae más que medianas hasta el mediodía.

Es una de las mejores chanfainitas que he probado (salvo la de la 'mamá osa', una morena papeadaza con la picardía 'rriobera' de los 'lloncas' pendejos de su Lince de siempre; cocinera con experiencia en la criollada y otros tantos); a su costado están sus nietas que le ayudan un poco nomás, poco porque lavan uno que otro plato y cobran a los babeantes comensales que se apersonan todas las mañanas.

Aparte de reconocer el buen sabor de esta, su especialidad; cabe resaltar de sobremanera, con quitada de sombrero y reverencia -ale francaise-, la energía con que todavía cuenta la 'tía' en estos avatares comeriles; pues a esa altura del partido de su vida debería dejar la posta a alguien más joven de su familia para que se haga cargo del negocio y descansar por los años que le quedan.

Buenas razones ha de tener para no dejar su chambita -eso son 'chapas internas' en las que uno no tiene porqué saber o inmiscuirse según el pensador Bustinza-.

Sus clientes son lateros -como yo- del rrioba y sus alrededores así como taxistas o autos particulares que tienen la suerte de caer en sus sabias y generosas manos.

Hasta hay platitos de 'a china' (me quedé cojudo con el precio); así me alejo como algunas mañanas de aquel hueco caleta y que es parada obligada para cualquier terrestre que se considere conocedor de comida y del buen comer obviamente.

La 'gorda' Acurio debería darse una vuelta por estos lares y tenerla a doña Rosita en su aventura culinaria -ya que huecos como estos, han de existir muchos en la Lima anónima y hasta subterránea por la batalla diaria de la supervivencia).

1 comentario:

  1. Ya lo dije y lo repito : Es un verdadero placer leerte, realmente un éxtasis mental. Me alegra haberme puesto en contacto con uno de los intelectuales de Perú. Hoy yo comí la delciosa chanfainita de doña Rosita gracias a la magia de tu pluma. Besos mil.

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