martes, 18 de enero de 2011

Writting with myself: La llegada al "San José"

Estábamos en vísperas de mudarnos a Lima, pero eso sería aún el siguiente año. Seguimos en Chaclacayo, es mil novecientos setenta y cuatro.

Así es que tras esa corta estadía escolar en el Winetka -de Chaclacayo- nos pasaron a uno que tenía nombre de turrón; Kique iba segundo de media (terminaría en la quinta promo 77 -la del conejito-, una de las más bravas: la de 'Kerosene' Guerra, el chino Lui (de dudosa reputación), 'Comeniño' Falcón, Adagüi y Romero dueto de buena interpretación -quienes plagiaron un tema de Sui Generis: "Rasguña las piedras", para hacerlo suyo y ganar un concurso interno de canciones; del zambo Reyes, de 'Cucaracha' Mora (peloterazo y controversial personaje que tuvo un paso fugaz por el fútbol de primera división).

Yo iba a quinto de primaria, Aldo a tercero (estudió con Izusqui, Manuel Salcedo, Rosellita Cárdenas (ahora una luminaria del canto), Manuel Cáceres (un talento para el dibujo y la pintura); 'Leturia' (hermano del 'Zango') -ambos peloterazos- y Joselito a jardín (a quien tuvo de compañerito a Franco Podestá y a Carlitos Rodríguez, unas 'joyitas' en bruto).

Este nuevo colegio al que acudimos -aquel ambivalente año- era mucho más grande que el anterior: grandes instalaciones, cancha de fútbol, pista de atletismo, patios amplísimos, cafetería, kioskos,áreas verdes y una inmensa capilla que posteriormente se convertiría en el gran auditorio para las charlas y reuniones de padres de familia, para las actuaciones, para las filmaciones documentales, para los talleres de música y para las recordadas fiestas de prepro y promoción.


Aquel año estaba de director -si la memoria no me es esquiva- el recordado Dr. David Castrat; con quién mi padre colaborara para lanzarse en su lista para las elecciones internas de la asociación de padres de familia y que durante muchos años sería como una maldición que persiguiría al colegio en continuas y penosas disputas por la tenencia del poder e intereses ajenos a los fines para que fue destinada la asociación civil (esas son historias que no prefiero tocar porque conforman parte del pasado oscuro y triste de la institución).

Durante aquel año -que recuerdo con mucho cariño por los inolvidables momentos que pasé- ocupé el aula del quinto "B" y cuyo tutor a cargo nuestro era el añorado profesor Claudio Rivera Jordán -sino, el único 'profe' a quién consideré como el mejor de mi accidentada estadía escolar en aquel centro educativo de Monterrico-.

Voy a tratar de repasar lista y a sacudir un tanto mi memoria para hacer el intento de recordar a mis compañeros de clase (en desorden alfabético, pues no me acuerdo de todos):

Milagros Marín, aquella niña entrada en carnes que escondía su rostro por vergüenza incomprendida.

Carlos Chalco, achinado y jetón, ¡cómo no olvidar aquel disco de 45 RPM importado que me prestó con la carátula de los Monkees! -era de su viejo, así me lo repetía seguro para que lo cuide mejor-.

Florencia Delucci, la linda chiquilla de cabellos castaños ondulados con una mirada peligrosamente coqueta y apasionada (me ponía nervioso cuando fijaba su rostro en cualquier presa que ella seductoramente escogía, precoces han de ser las mujeres...

Óscar Rodríguez Asmat 'Chacahalaco', de mirada esquiva, tenía una sonrisa inocente y vulnerable; después sería un gran pelotero; ahora en la madre patria.

Winston Arroyo, a pesar de su discapacidad se daba el lujo para tapar en el arco del salón; buen pata, noble -pero como todos- pienso que equivocó un poco el camino durante la secundaria y mechaba bien para variar.

Edward Horna, fosforito, era el 'bacancito' que nunca falta en cualquier grupo de amigos, jugaba su pelota, era el capitán, le gustaban las chicas y las peleas también; se perdió bastante durante la secundaria, después cuando nos cambiaron de salón nunca más llegamos a ser patas y en las reuniones de ex alumnos las distancias son mayores aún.

Jorge Luis Vega, le gustaba cantar bastante y su africa look oxidado -era/es pelirrojo- eran parte de su peculiar etiqueta.

Beto Santa Cruz, siempre de pefil bajo, tenía una vocecita que contrastaba con su inmensa talla.

Sergio Oliden, 'El Lechón', mantenía/mantiene una segura sonrisa, no fuimos patas pero siempre me inspiró confianza.

Déborah Sevilla ('Cebolla' la fregábamos), chica tranqui muy parca, se avergonzaba de todo.

La 'mona' Cecilia, la jodíamos que era la hermana de José Luis Salas de la "C" (del profe "Che Garufa") porque era bien velluda, tenía brazos largos y el parentesco era increíble.

Luis Estacio; quien por indicación del entonces coordinador de primaria, el profesor Luis Gambini y el profesor del quinto "A", el profesor Wilfredo Carrasco; decidieron cambiar al inquieto Luchito por sus constantes fechorías y no menor irrefenable conducta (nunca fuimos patas ni en la primaria ni en la secundaria, el tiempo y el destino se encargarían de juntarnos y consolidar una gran amsitad a pesar de las ocasionales divergencias que siempre se presentan en nuestro camino).

Ivette Cáceres -mi querida amiga-, yo le puse 'tortuga Dartagnan', ¿porqué?, por su naricita de ofidio y por su tendencia hacia el francés involuntario (yo la estimaba mucho en aquel efímero año de aquella inocente amistad, con la separación tanto de secciones y géneros durante la secundaria, más nuestro cambio conductual de la inmadurez de los años irresponsables y alocados vividos durante la pubertad y la adolescencia nos distanciaron tanto hasta aquel beso de acercamiento -por la pipa de la paz- el último día de colegio del último año de la secundaria.

Muchísmimos años después -por insospechados laberintos intrínsecos de la vida- la contactaría como quién tira los dados a ver qué sale y creo yo (¿lo crees tú?) que ha sido/es uno de los rescates más valiosos que pude, que pudimos hacer respecto al valor de una linda amistad perdida en el tiempo (ahorita no sé, como muchas cosas, no suelen andar bien y...)


El gran recuerdo que llevo dentro por siempre es aquella fiesta de promo en el salón; era la primera vez que mi casta persona asistía a un tono con luces psicodélicas -estaba impactado por la emoción del momento-, recuerdo que fui con mi camisa roja -tipo guayabera, alucinen- y pantalón acampanado celeste con recuadros blancos comprados en Maruy, más mis makarios marrones comprados en la zapatería De Louis del Jr. de la Unión en el Centro de Lima; peinado con raya al costado, con patillas largas, semipelucón, muy posthippie, muy nuevaolero carajo.


Las chicas estaban lindas con sus vestiditos de bobos y mediecitas blancas -tipo Candy Chui, a Ivette se le veía linda-; ellas dejaban escapar ricas fragancias que alimentaban mi imaginación revuelta por mis glándulas en plena ebullicón.

Recuerdo que llevé mi cigarrillo -comprado en La Casa de las Bromas- de la entonces Galerías Boza, tenía una platina roja en la punta que simulaba estar encendido -con las luces psicodélicas y la oscuridad del recinto se veía locazo, además yo soplaba talco de ese cigarro de mentiritas pareciendo como si estuviera fumando de veras (cosas de niños ¿no?).

¿La música?: "La noche que murió Chicago", "Era una noche tormentosa", "Puppy Love"; "Blue Bird", hartas nueva olas; entre lo poco que recuerdo (aún no era un gran cultor de la música, recién estaba comprando mis primeros discos).

Así culminé aquel año de mi inocencia pese al avance incontenible del tiempo, a las trepadas y caídas; aún se mantienen vivos esos contados momentos frescos en mis recuerdos más preciados, en mi insólita agenda de vida...

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