domingo, 9 de enero de 2011

El Valentino y la noche de los corazones abrazados

La tarde del sábado culminó entre la faena culinaria nuestra, la reforma del local para los dos negocios en marcha y la compañía del afán de mi hija mayor por la sorpresa próxima en nombre de las Bodas de Fígaro.

Así nos vinimos para la jato; ellos hacia su domicilio matriarcal, yo para mi refugio umplugged.

Un descansito justo y necesario para estar fresco y dispuesto para la noche taquicárdica. La arreglada rápida -mirror man in Photopaint-, salto a la calle como el caballero de la noche.

Entretiempo: Pac Pow consistente y humeante, imprescindible colchón para las ráfagas cheleras que pronto han de venir por estos extraños pasajes intestinales.

Ya a la combi criolla, en un dos x tres estoy en el cruce de la Canevaro c/Arequipa; monto a la conexión combiera pa Quilca y sus micropaíses under.

Marcho en dirección recta; los antiguos vendedores, los mercaderes de antaño y de las décadas más cercanas se han aglutinado en playas de estacionamiento muertas ahora mutadas en ferias tugurizadas dispuestas por el orden municipal.

Paso por lo que era el Melchorita; Paco y su Nave de los Prófugos anclado en un noche al calor de un bar sin remedio.

El Averno, -al costadito nomás- es una muestra rústica y presente de la Lima pluricultural y sus adentros agolpados por paraísos chichas.

El Queirolo y su isla embriagada de historias supremas y anónimas, eterno rincón pa la conversa y los alcoholes de rigor (durante el día su combo espectáculo creación heroica es atractivo para los placeres gustativos).

Aquel boulevard del 'arte y la cultura', de los vendedores de libros y revistas, de cassettes, de polos, de obras; de puntos cómplices para encuentros cotidianos ya no lo son más (hace más de una década que no transito por aqu{i) ; ahora es un corredor de negocios de comida entreverada con cervezas rutilante de invasión cumbiambera con parroquianos insomnes.

La vuelta por el Colón, la Plaza San Martín -hace tanto que no la veía de noche- imagino que la lumpería espera agazapada la bienvenida de la madrugada y la cabaceada de aquel patrullero engullendo su salchipapa, mucha gente -como siempre-, pero es otro el Centro este, orden con desorden conviven este país malcrecido.

Mi vista hacia la derecha, El Valentino restaurant; dudo si este es el 'hueco' que me dijo Ulises, me acerco y diviso una mesa para tres de al fondo hay sitio; la rica Lita y su belleza femme fatale, el divo Lescándalo, -my friend- abanderado de la plástica limeña y un compadre 'empatado' con gafas y cabello entrecortado; me acerco para saludar: -¡Chino, a los tiempos! (es el 'Picolino', Alberto Claret, aquel personaje entrañable de fines y mediados de los noventa, de historias con cassettes y pasado vozpropiano) .

-Tas gorda -le dije-, -Estás igualito de flaco -acotó-; tomamos asiento tras el calentamiento de abrazos contenidos, mochada su ñata por artilugios de la ciencia moderna, más kilos en su haber pero la alegría de su presencia cercana y la razón del encuentro con los personajes del pasado y la tocada que en minutos habrá de comenzar.

Sendos vasos con la Cristal heladita, la musa, el plástico, el mecenas querido venido desde Washington, yo y la amistad con los años de historias repletas en una mesa para el ensueño.

De pronto siento a alguien detrás mío, es el Uli que me juega a las escondidas, volteo y la emoción se posesiona de nosotros en un estallido vibrante traducido en un abrazo para la posteridad.

-Vamos para arriba, los Voz están ensayando, eso es mejor que cuando tocan en serio- -aconseja Miguel-.

Caso compartido, para el altiillo a tomar la mesa VIP para el concierto esperado.

El Montaña y el abrazo tras diez años de pausa involuntaria, 'Mal Hijo' Miguel Ángel Vidal (voz y compositor de las mágicas canciones de la historia de la legendaria agrupación).

El local comenzó a repletarse, -de caleta no tiene nada-, el Boui y su guasónica estampa, abrazo por Beto, Chaclacayo y el feeling siempre mutuo, llega Marcel con su teclado al hombro; ensayan unas cuantas canciones -que avivan corazones encallecidos- antes que llegue el Piero.

Inicio: el panzón Piero Bustos, su sextena de temas de Del Pueblo y de su corta trayectoria personal; rasgea y asesina la guitarra de Raúl prestada para sus años avanzados y la subversión de su rock fusión.

La Bosta con el 'Mondragón' y su banda de rock melódico y duro, alrededor de doce temas dejan el escenario impostado, los aplausos calientan la noche.

La nota agridulce fue la subida del F para tocar algunos temas de Leuzemia con Montaña y Ulises, buen triío para la improvisación espontánea que salió en el camino y el desertamiento del Marcel -in the keyboards- por traiciones desde su posición radical y poco comprendida (lástima por todo lo que debió ser).

El Yuyo Márquez y su bella compañera (nunca recuerdo su propio), Paco Vicuña, entre la gente que hacía tiempo no veía ensalzan la noctámbula, ya no cabe unl alfiler, apretados y sudorosos, horneada nueva con patas jóvenes y encandiladoras hembritas en pos de emociones nuevas y trasnochadas antojadizas (¿sabrán sus mamis?).

Arranca la banda añorada, con una cincuenttena de temas ¿y más? tocados prácticamente sin parar, por la historia compartida, por el arte hecho música, por lo que mejor saben hacer, transmitir vida musical a los corazones, cielos e infiernos de la mano por los años que nos toca vivir.

Clásicas, de ayer, caletas, nuevas, fueron las canciones ejecutadas como una de las mejores perfomances de la banda que mi modesto entender comenta.

Fue/es un cuarteto formidable, con un Montaña cuajado, macerado por años en las canteras de los bares musicales (debe ser una de las mejores guitarras del rock under peruviano); Ulises -siempre puntual con su segunda- y el swing de su batería peculiar, el Boui y su controversial pero sincera personalidad, tocó el bajo como si fuera la última vez, le metió el alma y entregó suivida por una noche más con pasión y locura.

Miguel Ángel se ha afianzado su cantar con el paso del tiempo y sus temas de su creación no pueden ser menos que joyitas para el alma, ayer también se entregó como el resto, vibrantes y grandilocuentes los Voz Propia.

Cerca de las tres de la madrugada y hora de partir, -odio las despedidas- chaus por siempre y abrazos históricos.

El taxi de retorno a mi silencioso hogar, extasiado por la noche envolvente y los personajes de mi historia emotiva; quise rubricar la presente ayer pero la gasolina se había agotado y las persianas de mi estigmatizado cuerpo me enviaron al sobre hibernal.



Hasta la próxima, gracias amigos, happy birthay David Bowie.

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