sábado, 7 de agosto de 2010

TRASNOCHADO

En el nombre de la noche empiezo esta liturgia recurrente que se ha vuelto una obsesión.

Los días caen como las hojas secas de tu mejor árbol plantado en el jardín de mis recuerdos.

Esa canción servirá para verte -over again- cada vez que teclee la palabra anhelada.

Es invierno, hace frío y los golpes de pensamientos oscuros estigmatizarán aún más tu imagen virgen de sabor nacional.

Me es complicado alcanzar/te en la vereda prohibida, no se puede, igual insisto.

Ya nada es como antes y olvido castamente que la vida tiene cuarenta siete años.

Mis hijas, el termómetro del tiempo y mis botas desgastadas como las del Vagabundo

resistirán estoicamente todo embate malintencionado, ¿hásta cuándo?

La danza de las miradas asesinas, incluso familiares son como una pesadilla ambulante

siempre más de lo mismo y poco regocijo para mi alma lacerada de tanto seguir buscando.

A veces vuelvo a mis pasos para encontrarme con la historia que me dejó atrás, inconcluso.

Es otro sábado húmedo en Lima, ciudad gótica, no hay cantos de borrachos mirando su miseria

ni fiestas acribillando la verdad a medias, todo está calmo, sin novedad en el frente.

Solo el escribidor, la máquina de hacer sopa de letras con finales inéditos y criaturas que tosen

razones para crear kilómetros de palabras en este búnker olvidado.

Me marcho no estoy muy...hoy día, tal vez mañana llueva algo en tu buzón.

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