miércoles, 30 de diciembre de 2009

El último disparo

Es otra noche más y como casi todos los días, como está siendo habitual en él, cumple religiosamente su vana tarea de agitar los dedos en el teclado incontroladamente para dar rienda suelta a esta pasión inexplicable que le invade todo (no es un músico, mejor llamarle el hacedor de ideas en el ciberespacio, por ahora).

Sabe que se termina el año y desea acabarlo con una última entrega, la que le salga; ya ni le importa saber si está bien o mal escrito, lo único que le interesa es hacerlo sin remordimientos ni meas culpas.

Alucina a veces que es un grande, nada le cuesta soñar -si es gratis-, le estimula tener como cortina musical al mundanal ruido urbano: sirenas de patrulleros, de bomberos, de ambulancias, los carros que pasan raudamente, unas tías que cuchichean al pasar en perfecto raje, los cuetones, los silbadores, y un arsenal de fuegos artificiales que revientan e incendian el cielo nocturno anunciando la culminación de un año más.

El camión de la basura con su peculiar llamado a los vecinos para que saquen su porquería correctamente envuelta, la voces de palomillas esquineros; está cansado y ya no sabe si continuar o dejarlo así, inconcluso, ¿sin pies ni cabeza?

Ha decidido terminarlo de una buena vez, ya le gana el tiempo; porque tiene que hacer las cosas de siempre para acabar su día, una jornada más en su abrupta vida, masca un chicle matatiempo y piensa que ya es hora de dejarlo todo por ahora y continuar con otra nota, tal vez los primeros días de la nueva década que se viene.

En fin, se desea asímismo un happy new year (¡qué hipócrita, ni el mismo se lo cree!), piensa en sus hijas, en sus niñas que le quitan el sueño, lo único valioso e importante que le queda, que le ha dejado esta vida, ¡vaya!

Mañana le espera un día agitado, la chamba es dura, ¡pero qué mierda!
Tiene que ir a un balneario del sur a encontrarse con su pata, sino es el mejor amigo con que cuenta, eso le emociona y le levanta la moral.

Solo ha querido despedirse de su portal, de este blog que para él es una mágica aventura con érase una vez pero con ningún colorín colorado, muchos finales inconclusos, tampoco happy ends; más bien finales infelices, tal vez aciagos, melancólicos, duros, pesimistas como es la realidad desde su perspectiva más aguda.

Como fin de fiesta, un guitarreo eléctrico con música criolla de antaño de una orquesta de un tono de una jato vecina irrumpe su concentración y se mezcla, se entrecruza con la voz romántica y tristonamente melódica de José José y sus balada perdidas en el tiempo propaladas por el equipo de sonido de un auto invasor.

-Ya está bueno tanto ruido (irónicamente alguien taladrea contribuyendo con el bulllicio y el chongo barrial), se rasca el cuello y el cabello largo que aún le acompaña desde que decidió adoptar ese look a partir de los diez años...analiza, divaga y sentencia: Ta mañana mundo cruel, me voy y no vuelvo.

La alarma atosigante del carro de al frente, el llanto desesperante de aquel calato que no sabe cuando callarse me obligan a salir de mi laberinto escrito esta vez.

Chau, ¡bang!, se oyó un disparo en el viento, no se sabe de dónde, de quién y cómo, la puerta se cerró violentamente porque la corriente de aire que la ventana dejó escapar, así lo quiso.

Maldita sea que tal final.



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