martes, 29 de diciembre de 2009

Antihéroe

Apoyado en lo único que le queda, el hombre de la desgarbada figura planea volar más allá de lo que sus lánguidas energías le permitan.

Así cree, así lo piensa, que está de regreso, de bajada, ha transcurrido más de la cuenta y el tiempo se ha convertido en una larga lista de espera al final del pasillo.

Mirada furtiva, extraviada, poética -como lo mencionara en el pasado Álves-, aquellos inmensos ojos pardos son dos faroles que iluminan la noche más negra.

El cabello -a lo Harrison- solo se lo corta cada muerte de obispo, de delgadísima estampa (radiográfica, acorde con su realidad) no es más que un autoretrato distorsionado por la mano de Dalí.

Ha vencido a la muerte en incontables ocasiones y lo sigue haciendo (son otro tipo de muertes más lentas, más cotidianas, generalmente muere un poco a veces y resucita de entre sus escombros, sobrenatural).

Le gusta jugar al extremo: las situaciones límite, al filo de la navaja, a salto de mata
-rememorando a su mentor-; son películas que ya ha visto miles de veces, la mayoría en versiones pirata.

Deja dos hermosos ombligos umbilicales que lo unen donde vaya, en este eterno caminar de rosas negras, de paisajes deforestados, de tierras saqueadas, de corazones acribillados por palabras asesinas, de valles dantescos, de muertes anunciadas...

No queda nada más que ver en la cartelera...sin embargo pese a su inconstancia habitual, a su poca fe, a su avasallante inperseverancia, a su poquedad.

Al final, doblando a la izquierda, junto a la piedra gris puntiaguda que duerme al pie del acantilado; está la décima puerta que abrirá el corredor, el pasadizo eterno de este manicomio para huir hacia algo que no sabe cómo vendrá, qué color, qué forma, qué olor tendrá.

Solo sabe que vendrá para jugar el rol más importante de su pequeña vida, este guión no está escrito aún, to be continued...





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