miércoles, 9 de diciembre de 2009

Después del 29

No me olvido de ti gran hermano, la lluvia nos ha invadido casi a diario, el cielo continúa llorando –no necesariamente de ti/por ti)- incesante, colmante, envolvente; todo esto alimenta mi espíritu y mis ganas de verte otra vez, en ese espacio imaginario que creen que existe.

No hicimos nada por ti –esta vez-, los recuerdos de tu paso, de tu feroz huella, de tu presencia anhelada por tantos que no cesan de recordarte lo ambivalente y auténtico que fuiste.
El tiempo pasa, nos alcanza, no perdona: nos premia a algunos, nos castiga a tantos que seguimos aún prendidos en extraña cosa llamada vida.


Recuerdo –cómo olvidarlo- aquel día, aquellos instantes, tal vez premonitorios; justamente en ese momento estaba/estábamos hablando de ti con la que ya no es, salía(mos) de la clínica, escupí al suelo tal como lo hice aquella vez en Sam Pa y fue la última vez que lo hice por allá porque me corregiste, que eso no se acostumbra allá, estaba fuera de lugar…

Solo minutos después –mi padre/nuestro viejo- llamó al celular confirmando tu desaparición.
Aquella vez ha sido la última que abracé de veras al viejo, nos enlazamos en un abrazo sincero y todo eso fue por ti.


De vuelta a la casa: tristeza, tragedia, dolor, y mucha pena por la manera en que te fuiste, no digo el rollo de siempre, de todos cuando no saben qué decir y lo primero que viene a sus bocas: Dios sabe porqué se lo ha llevado.
Nadie sabe porqué –esa es mi reflexión- tan sólida como la vida es la muerte misma, dijo Ciorán (espero que así se escriba).


Entonces digo que –eso sí va más allá de nuestra comprensión, es algo paranormal, increíble- fue más que una coincidencia, que existen fuerzas ajenas y extrañas a este mundo que no podemos explicar o descifrar.
Tú quisiste despedirte antes de irte, así lo creo, no sé si solamente de mí pero mi pensamiento estuvo contigo, fue para ti y tú te desdoblaste hasta acá, no me cabe la menor duda.


En estos días tan aciagos, resulta bello e interesante hablar de ti, enarbolarte y volver a conversar contigo, no me gustan las despedidas, son malditamente tristes e injustas, chau Kique, te quiero, te llevo por una eternidad en mi corazón.

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