miércoles, 31 de marzo de 2010

Mi querido celular

Me quedé profundamente dormido tras ver entre ojo, pestaña y ceja como caían pesadamente las persianas de mis fatigados ojos.

Eran aproximadamente las seis de la tarde y Morfeo me envolvió con sus anestésicos brazos.

La televisión se quedó prendida -mal endémico de la humanidad del siglo veintiuno- en Fox Sports; estaban jugando el Ínter de Porto Alegre contra Cerro Porteño de Asunción por la Copa Santander Libertadores (quién pone más se atribuye el nombre de la empresa auspiciadora al del certamen).

Me desperté luego del primer tiempo; ya iban en 47' del segundo y el marcador permanecía cerrado, así fueron transcurriendo los minutos y los goles brasileros llegaron, tras sendas fallas defensivas paraguayas el partido quedó a favor del Ínter por dos dianas a cero.

Apagué la caja hipnotizadora para terminar cosas que había dejado pendientes.

Fui al tercer piso a realizar mis labores tanto en la cocina como en la lavandería y empecé a buscar mi celular, no lo encontraba, daba vueltas como huevón y nada.

Bajé a mi cuarto, seguí indagando, mirando aquí, mirando allá, bajé a la cocina del primer piso de mis viejos, mi mamá estaba viendo sus telelloronas de siempre: -Has visto mi celular', no lo encuentro.
-No, no he visto nada, busca bien, haz memoria por donde has estado (hace algunos años que me estoy olvidando dónde dejo las cosas, ¿será Azhaimer prematuro?).

Antes de venir a la casa había pasado por la panadería y una bodega del mercado cerca a la casa.

No, no creo que lo haya dejado allí,¡ta mare!, voy a tener que regresar por allí(la última búsqueda), revolotié por la cama y el pendejo estaba tapadito debajo de mi frazada (bueno, también tiene derecho a descansar).

Qué alivio, ya me estaba dando por vencido; si el celular hablara, cuántas veces se ha sacado la mierda, le ha entrado agua, harina, sal, qué se yo.

Últimamente ha estado un poco enfermo, se apagaba solo, se colgaba, pedía chip nuevo el condenado,escribía SMS y me dejaba a medias hasta que le practiqué un tratamiento apagándolo ciertas horas, cargándolo solo por las mañanas y poco a poco ha ido reestableciéndose hasta tenerlo nuevamente conmigo.

Ya creo que son tres años que vive conmigo, es inseparable, guarda todos mis contactos y es amigo cómplice de mensajes entrañables, tristes, alegres, y mis secretos más preciados.

Qué inútil me sentía con su ausencia, con su pérdida, con su extravío, me sentía desarmado; prácticamente es un órgano más en nuestras dependientes vidas.

Termino el día con esto, respirando más tranquilo, hasta mañana querido 'cerdular', buenas noches.

No hay comentarios:

Publicar un comentario