martes, 2 de marzo de 2010

EL ÚLTIMO DOMINGO EN EL JUANITO

Salió presuroso de su casa, no quería llegar tarde (a veces la puntualidad lo obsesiona), quería verse bien y tampoco fallar a la cita acordada.

Hace calor -pero no tanto como otras veces-, tras veinte minutos de espera, se impacienta y pregunta a un marcador: -Hola, ¿la 19 pasa los domingos(es la primera vez que lo toma, alucinante) y sabes si pasa por Barranco?
-Sí, la última que ha pasado ha sido hace 10 minutos, no tarda.

Así estira su delgado brazo y monta a la nave del olvido para sumergirse en una travesía urbana que lo trasladará a su objetivo mediático.

Mensajea a su entrañable amiga, calcula que llegará en unos cuarenta minutos,la unidad avanza rápido, no hay tráfico lo que hace más placentero y menos agobiante la ruta.

Casi en un abrir y cerrar de ojos está cerca del lugar, pero se distrae en un cuasi choque, no pasó nada, un mototaxi casi colisiona contra un motorizado del serenazgo, solo fue un susto, tanto la voluminosa cobradora y los pasajeros voltean al unísono para espectar lo sucedido, la curiosidad y el morbo a veces pueden más, solo que esta vez nadie cobra ni nadie paga.

Se pasó unas cuatro cuadras de la Bolognesi, ya entró a Chorrillos.
-¡Baja en la esquina!
-Solo en el próximo paradero señor -sentencia la gorda-.

Pie derecho y baja al vuelo, camina apresuradamente, a lo lejos divisa un 'faite', se va a cruzar,va a pasar cerca de él.
Mientras intenta encender un cigarrillo,el individuo le pregunta conchudamente:-Amigo regálame un cigarrito.
-Es el único que tengo compadre(le devuelve la mirada también conchuda).
-¡Ta bien!, se ríe y se aleja con caminada achorada (por la pinta y el dejo era un 'colocho' más en este 'rico' país).

No pasó nada, así ya llegó a la Av. Grau, la plazuela está cerca y el punto de encuentro también.

Son las cinco, el carro hizo media hora, vuelve a mensajear:-Ya llegué.
-En 5'llego (tras quince minutos dando vueltas, yendo y viniendo impaciente contempla el paisaje urbano).

Pastrulos cuidando carros, palomillas esquineros, raperos urbanos tarareando una canción, locas descarnadas, casi calatas, dando rienda suelta a su exhibicionismo extremo, hay una pequeña feria artesanal y de comidas típicas, había movimiento para ser domingo, más allá en una pérbola una pareja de clowns atraen y distraen a una treintena de visitantes.

Tras 25', la hora Cabana: llegó la niña que fue y ahora se ha convertido en una bella mujer, ingresa al Juanito.
Está tras de ella, no quería entrar antes porque no quería esperar sentado mirando las musarañas y mucho menos quedándose tomando solo mientras la esperaba.

-Hola,¿cómo estás? (no es el tema de The Sacados).
-Hola -replica ella- y tras el beso de bienvenida buscan sitio.

-¿Está bien aquí?
-Sí, está bien (escogen una mesa frente a la barra y al televisor(están pasando un partido de vóley local).

La mira, se contemplan y comienza la esperada conversa, él pregunta si venden cerveza en botella grande,solo hay chica y en jarra, pide una jarra para comenzar.

Recién puede verle a los ojos, es otra, está cambiadaza, ya no es nunca más Candy Chui, más bien tiene un aire a la guapa de Josefina Barrón, tiene un estampa avasalladora.

Así fue pasando la tarde en risas, sonrisas, amigos comunes, lugares comunes, recordando el pasado, las cosas que les gustan, lo bueno, lo malo de la vida, repasando el devenir de los días, reflexionando y sopesando la vieja amistad y ahora están frente a frente para decirse tantas cosas que nunca se pudieron decir porque el tiempo no sabe de esperas ni de encuentros inesperados.

-No vengo desde el noventa y cinco -por lo menos- dice el pata de la delgada figura.
-Yo, la verdad sí venía cuando me separé, era asidua concurrente a este tipo de lugares -replica ella-.

Después de tres jarras más, los corazones vibran y la química fluye, el feeling...
El bar está casi lleno -regular movimiento para ser domingo-, las mesas con comensales engullendo los clásicos sánguches de jamón de la casa, otros bebiendo ingentes litros de cerveza pero todo en un ambiente de jolgorio infinito, así siempre ha sido aquí, por eso es que escogieron este huequito acogedor.

Para variar, él se encuentra al paso con una vieja amiga pintora, el abrazo de rigor y se marcha a la mesa de sus amigos, no hubo tiempo para presentaciones, pues su otra amiga estaba pegada al celular.

Ya son las once,¡a su mare, cómo pasa el tiempo!
Piden la cuenta, japanajá.
Antes de despedirse, ella le pide un último paseito por la plazuela, se sientan en una banca, él hace un breack obligado, la próstata le pide eliminar por el caño el lúpulo y la levadura concentradas en su pequeño reservorio.

Corre y busca un arbolito caleta, hay que apurarse, antes que haya moros en la costa, pasó un serenazgo, se le quedó mirando y se fue,¡ta que leche!

Vuelve como un rayo para seguir conversando y sacarle el jugo a la noche, que está más que acogedora; un tío vendedor de caramelos les interrumpe -con la pinta parecida a Melcochita-, logra convencer a la diva y le compra un poco de su mercadería, se aleja alegre y riéndose.

Retornan a lo suyo y tal vez no recuerdan los últimos temas de la noche, sin embargo no interesa, ha sido una tarde que se consagró en una noche memorable, lo valioso ha sido volver a reencontrarse, creer que la amistad está salvada envuelta en una mágica noche de verano.

La despedida, ahora sí, se confunden en un cálido y emotivo abrazo (hace tanto que él no sabe qué es un abrazo, recordarlo ha sido emocionante y muy significativo), los seres se desenredan, ella sube a un taxi, -¡la próxima tu invitas!, le grita levantando la mano del chau, no del adiós, sino del hasta siempre, emocionado y empilado el 'joven centenario'.

Él también busca otro taxi, se malean, quieren quince a veinte lucas.
¡Tan bien huevones, creen que uno vive en el Callao!
Hasta que uno atraca por ocho razonables soles, sube dejando atrás lo acontecido, cansado pero contento llega a la reja de la nostalgia e ingresa a su refugio.
Ha sido una buena noche, mejor de lo que esperaba.

A veces los milagros ocurren y éste ha sido uno de ellos, jamás olvidará/olvidarán aquella noche del domingo veintiocho de febrero.


San Luis, medianoche del miércoles tres de marzo, verano del dos mil diez

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