domingo, 10 de octubre de 2010

Lennon: más allá del músico

Quienes tuvimos la suerte de escuchar y descubrir la música de los Beatles nos consideramos más que afortunados.

Cada disco, cada canción, cada álbum; era todo un viaje maravilloso y así uno iba teniendo sus preferencias con respecto a cada integrante de la más grande banda de rock de todos los tiempos.

Antes de los Beatles el rock and roll era uno, a partir de ellos la historia de la música ya no fue la misma y cambió para siempre, se transformó en toda una revolución musical que encandiló a muchas generaciones y lo siguen haciendo.

El dúo Lennon/Mcartney prácticamente acaparaba la mayoría de composiciones, el resto era de la autoría de Harrison (no menos talentoso) y Starr cantó algunas de ellas; más no se le conoce algún tema que haya compuesto.

Tras la disolución del famoso cuarteto cada uno siguió su carrera por cuenta propia; salvo George y Ringo quienes tocaron y grabaron juntos en variadas agrupaciones.

Nunca se llegaron a juntar de nuevo a pesar de múltiples intentos; la rencilla personal de John y Paul por el liderazgo no tuvo reconciliación alguna.

Así -personalmente-tuve mayor simpatía y reconocimiento por el trabajo de Lennon; siempre consideré que se destacó del resto no solo por su carácter de líder alocado, excéntrico y bastante controversial, sino por la profundidad de su espíritu inquieto, sensible y transformador.

Está demás decir o detallar la relación de canciones que dejó para la posteridad; su carrera en solitario también tuvo grandes picos por la compleja personalidad que lo atormentaba; siempre en búsqueda constante por encontrar algo que lo satisfaga en realidad.

No solo se dedicó a escribir, cantar y tocar canciones; su preocupación por el mundo, su posición combativa de activista político y social siempre crearía controversias.

Fue un visionario, y como todo artista, genio incomprendido por su generación y la sociedad; lo atribulaba y jamás desmayaría en su búsqueda constante por dar siempre un paso adelante.

Como todo ser humano tenía muchas virtudes y defectos -como todos nosotros-, tampoco no tuvo una vida fácil: su infancia y adolescencia fueron atormentadas y lo marcaron para siempre; no solo incursionó en la música, también hizo poesía, dibujo y pintura.

Termino -este ensayo, acercamiento, tributo o cómo se le quiera llamar-; recordándolo una noche del ocho de diciembre de mil novecientos ochenta; estaba en la mecedora de la sala de estar -a media luz- escuchando Stereo Lima Cien (100) -ya extinta y fuera del dial de la frecuencia modulada-; que anunciaba de manera abrupta la muerte del célebre artista, yo también recibí uno de esos balazos directos al corazón; sentí la pérdida como propia, como la muerte de un gran amigo, de un hermano.

Sentimiento similar vivieron los de la generación de JFK (así lo cuenta mi viejo) y su también muerte trágica con tintes oscuros rodeados de una estela de maldición y fatalidad que persiguió a la familia.

Kique -el chino, my brother- también era tremendo fan del genio (ayer, hoy, ¡qué más da!, cumpliría setenta dianas); qué injusta es la vida, aún me cuesta creer que no esté más con nosotros; aquel año fue una de las navidades más tristes que sentí en mi vida.

Hoy en la renovada sala de estar sigue aún el mural de los cuatro de Liverpool que un día pintó Kique y que nos dejó un poco de él como legado (allí por esas maravillosas coincidencias de la vida, durmió su hijo Pablito -al pie de la obra de su padre- cuando nos visitó con su mamá Dulce, está cerca su pronta y esperada visita).

La noche murió, bienvenida la madrugada, a cerrar los ojos que mañana va a ser un día movido...

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