domingo, 5 de septiembre de 2010

Setiembre cinco: la serie.

Desentrañar los oscuros misterios que esconde la noche no es más que un lamento atragantado en la intimidad de tus más recónditos secretos.

El clásico vals del vate mestizo lo canta repiqueteando por una eternidad: "la noche cubre ya con su negro crespor"...

El silencio madrugador lo envuelve, lo atrapa todo y ahora es su tiempo, lo que cuenta todo y nada a la vez.

Una vez más el solitario personaje de estas historias intrínsecas que forman parte de este -dizque blog- continúa embelesado y atrapado por sus propios demonios interiores (¿existirán criaturas celestiales en su pequeña y desprolija vida?).

Aderezado por el claxon lejano de aquel coche NN, el desfalleciente y cansino pito del huachimán heroico de la cuadra -soportando años de malditas rondas clandestinas, congelándose con el sereno cotidiano y amaneceres inciertos por todo un largometraje, aleccionadora y cruenta es la vida-.

Más el ladrido de esa bestia no detendrá estas líneas que no tienen un objetivo, una meta específica ni encalidecer a esa anónima pero fiel tribuna que sigue estas, mis correrías incongruentes por paraísos virtuales e infiernos concretos.

Un carro más que se arranca, ya es domingo en la ciudad, la gente duerme -Esmart Security es una pesadilla constante-, mi rol es el de permanecer insomne entre la muerte de una noche anunciada y el inicio de un nuevo día; indescriptible.

Interrumpí la dormida a medias, un sueño inexistente, la posesión está en marcha y no hay mayores explicaciones que valgan.

Creo que hoy retomaré un rato más mi diálogo de almohada, la alergia amenaza, se siente la humedad de Lima -la incontrastable ciudad- hasta la médula de mi cansino y deteriorado cuerpo; cantas las cuculíes del verde parque de Villa Jardín, los gallos esperan su turno en el concierto dominguero.

La alarma desactivada de un trasnochador más que se retira a sus huestes indica que la noche ha sido agitada para algunos, entretendida, alcohólica, humeante; para otros, es como ver la misma película todos los días.

Y así como un par de boleteros que enrumban hacia sus guaridas, yo también camino hacia mi rutina diaria, a guardarme en mi cámara hibernal; los pájaros trinan, es un aviso más, no hay para más.

Con mi zumbido auditivo me recojo de entre mis restos y ya debo salir de todo esto (como siempre va dedicado para Savage Rose, she knows...).

Será un desayuno de letras que tomará en su domingo con café humeante, quizás con tamales y chicharrones apetitosos (esta vez será solo una ilusión óptica para mí).

Ya tengo puerta -Believe or not, de Ripley-.

Rasco la última gran idea, no existe, se desvanece, se diluye (Perú ganó -dicen-, no lo vi, andaba ocupado remando en las galeras), todo seguirá su rumbo ya trazado.

Es domingo y me marcho sonándome la nariz, adiós señores que la suerte les sea propicia.

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