sábado, 29 de mayo de 2010

SÁBADO VEINTINUEVE

La noche está cayendo -al menos para mí-, hace tanto frío, la jornada laboral concluyó hace varias horas, la incertidumbre reina permanentemente desde unos seis años, la suerte sigue echada y aún no logro torcerle el cuello a la realidad, a mi realidad.

Tras algunas botellas de cerveza bebidas con los patas de la chamba salí al encuentro de mis hijas, la comida de rigor, la conversa al paso, caminamos varias cuadras para pasear alguito y contribuir con la industria pirata de este enigmático país.

Regresamos a mi búnker, mientras caía rendido por el agitado día; Luana veía su 'Alicia en el páis de las maravillas', Isaboe se marchaba a la casa de su mamá para esperar a su enamorado.

Transcurrido el tiempo, los mensajes apurando para llevar/la a casa, el frío y la posibilidad de contraer alguna enfermedad es la prioridad.

-Chau hijita, te quiero mucho-, nos dimos un fuerte abrazo, la dejo y me marcho, un postrecito con su café más para acabar con la noche.

Entro otra vez a mi mundo interior, a revisar mi correo, Ivette es siempre un rayo de luz en la oscuridad de la noche, su presencia me revitaliza y me impulsa a sentirme menos estrecho, más yo mismo, la quiero un montón (no tiene ni idea ella de cuánto).

Ahora estoy culminando mi tarea diaria, el último escrito de la noche, ya estoy más que cansado; ayer jugamos un partido de fulbito con los 'tíos queridos' y el fulvaso inevitable escapatoria con la conversa intensa llegué pasada la medianoche más algo de cable para rendirme totalmente.

Estuve/estoy con fatiga muscular, los calambres me atacaron, mañana un último partido de práctica, no tengo muchas ganas de ir, domingo es para descansar no para seguir desgastándose.

Ya termino, estoy muerto, finito.

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