domingo, 9 de mayo de 2010

domingo de madres

Después de muchos días salió el gringo y calentó algo el alicaído cielo limeño.

Descansé más de la cuenta, la noche anterior me desvelé viendo películas clandestinas en el DVD más la dormida algo reparadora, justa y necesaria para recuperar/se del largo trajín laboral; luego de la limpieza dominical con Harrison y los Héroes del Silencio salí al mercado a hacer las compras de la semana y a ver algo para mi viejita.

Las flores, las rosas por las nubes, unas cuantas bastarán para ella, no podré regalarle un vivero pero lo que cuenta es la intención y no la magnitud o la ostentisidad; algo lejano a mis posibilidades reales.

Pasado el mediodía, mensaje a Matilda: -estate lista, paso por ti a un cuarto para la una.

Ya es la hora, mi flacucha hija linda, cándida y fresca como un botón en flor, acorde con el día especial.

Solo voy con ella (esta vez se queda la mayor, no se puede, no depende de mí), retornamos a la casa, besos y abrazos para sus abuelitos.

Arrancamos como siempre es costumbre, a la hora fijada, con los obsequios para la esposa de mi hermano, llegamos.

Su departamento es moderno, amplio y en una zona residencial, sorteamos el tercer piso; el timbre de rigor, el saludo presidencial y los regalos a sus manos.

Mi cuñada nos recibe con la sonrisa de película, es la estrella de su programa; subimos al dúplex para instalarnos en su cómoda sala de estar, la pantalla monumental para entretenernos hasta que llegue mi hermano con el almuerzo para llevar.

Un piqueito de maní, queso a la boca más algunos vasos de gaseosa para hacer hora y entretener el estómago hasta la llegada del gran combo.

Llaman a la puerta, ¿quién será?, son un par de mongos...no, son los hijos de mi hermano más su cuñado y cuñada, hermanos de la anfitriona.

Pasada una hora llegó mi hermano con el almuerzo esperado, te encantalá, chifa pue.

Así van desfilando -frente a nuestros ojos- cerca de ocho platillos diferentes puestos en la mesa de la terraza listos para ser engullidos por los convidados a esta reunión por la madre y sus cachorros.

Los grandes en la mesa principal, los chicos en la mesita dispuesta para sus pequeños cuerpos.

A servirse para darle curso al expediente pero antes un brindis con Riccadona heladita; las palabras y el salud de mi hermano, ahora sí al ataque.

Un poco de aquí, otro de más allá y algo de acullá (el que se queda es un monse), todos saboreando la culinaria cantonesa, el que habla mucho pierde pues la hora de comer se ha hecho para batir las mandíbulas y la conversa para después de haber saciado el hambre.

Luego del combate a recoger los restos de la batalla para ser arrojados los desperdicios y lavados los cascos.

Un poco de fútbol mundial para bajar los alimentos, el postre está presente: tortita del cumple de mi sobrina más heladito para endulzar el festín.

Los niños juegan Monopolio con mi madre, nosotros seguimos con el deporte que apasiona multitudes, otros conversan por allí, algunos corretean.

Ya han pasado las horas, retirada, hasta la próxima (debe ser para el día del padre), las gracias totales a los anfitriones.

Nos vamos tal como venimos y dejamos a mi pequeño ponny en la casa de su vieja: -mañana nos vemos hijita.
-chau papi.

Ha finalizado el día, nos introducimos en nuestra madriguera para descansar, yo para terminar de hacer las tareas domésticas que había dejado pendiente.

La noche comienza y dejamos atrás la reunión, el compartir, el departir, la celebración, la excusa para juntarse y distendir tensiones; ¿si no qué serían de nuestras insignificantes vidas sin encontrar motivos suficientes para hacer una pausa justa y necesaria o dejar que la monotonía y la rutina nos gane?


Apago el computador.

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