jueves, 6 de mayo de 2010

CONFESIONES DE OTOÑO

En una realidad tan abrumadora como la vida misma, en cada mañana que camino por paisajes desolados y agrestes; en mis regresos agonizantes del trabajo, en todas mis derrotas y mis días solitarios me parece mentira que tenga a alguien como tú para esperarme -casi a diario- en la vereda de al frente; simplemente me pellizco y pienso que no es cierto que estés allí aguardando cada entrega que la trato de hacer con todo mi empeño, con el corazón desnudo y vulnerable, tanto así que me imagino que estoy viviendo una historieta, que yo soy el protagonista, el antihéroe, el hombrecillo que está atrapado en la cuerda floja y vive al borde cada día que amanece y cada noche que cierra su miserable existencia.

Ante toda esta pesadilla interminable apareces tú y -yo mismo lo confieso- es una de las pocas cosas buenas que he hecho últimamente, buscarte, hablarte, saber quién eres ahora y en realidad a pesar de la inmensidad de la lejanía, de la brecha, de las diferencias que existen entre tú y yo, de la vida que se ha encargado de establecer situaciones extrañas y lugares comunes; puedo conversar/te, escribirte, sonreírte, enojarme, extrañarte, confiar/te, compartir/te, sentirte -virtualmente- y tenerte tan cerca que cada entrega tuya enviada por el cartero Yahoo me hace sentirme vivo y
-porqué no decirlo- alguito cercano a ese espejismo llamado felicidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario