miércoles, 5 de mayo de 2010

Las patitas, el buffette criollo, el día de la madre y el clan Wimpón

(esta es una entrega retrasada, debió llegar a tus manos el martes a más tardar, problemas, obstáculos, ¡ah! y mi inesquivable castidad informática más el sistema falible fueron la causa de la demora y lo peor de todo que ya no va a ser lo mismo pues los bocetos mentales se pierden y las instantáneas que estuvieron frescas en su momento ya se han resecado, retomarlo otra vez, casi empezar de cero cuesta recordarlo todo desde mi posición subjetiva, disculpen pero la vida no es perfecta y hay que convivir con eso hasta que se me acaben las ganas o ya no tenga nada que contar…)

Amaneció soleado, -diría muy caluroso- como han estado estos últimos días de este verano que agoniza para dar paso a los días grises, las ventiscas y los amagues de lluvia caprichosa, propios del otoño limeño.

Me levanté no muy temprano -estaba cansado del laburo así como del día anterior por la empanzada con mi familia, por el 'santo' de Jose-, hice la limpieza dominical y las compras de la semana en el mercado; el vívere para la canasta y el regalo prometido; en especial todos los ingredientes para preparar el escabeche de patita que valientemente me ofrecí.

De regreso a casa, un desayuno al paso y a comenzar la faena; debo ser hidalgo en aclarar que yo tenía mi estilo y mi forma de cocinar este chanchudo plato.

Para esto ya habíamos ganado tiempo con las patitas, le habíamos sacado la michi en la olla a presión y ahora solo restaba embarcarse con el proceso en sí.

Mi señora madre se ofreció voluntariamente y me dijo que la manera correcta de preparar tan particular potaje era con su fórmula secreta; la misma que tomé nota y manteniendo los ojos bien abiertos me gané con sus ‘secretiños’.

Lo hizo rápido con la precisión de un reloj suizo ya estaba listo el combo, en dos bolos grandes las condenadas patitas se mostraban jugosas, humeantes y listas para meterle cuchillo.

Así pasaron las horas, ya eran las doce y cuarenta cinco, hora de recoger a las powerpuff girls; Isaboe y Luana no estaban del todo listas las modelos de Habacilar pues les faltaban los retoques en Photoshop.

Ya vamos y cueteados trepamos al bólido de Henry Bradley y mamá Gansa, es decir Kique y Pinta antes que me diga: no soy yo cuando me enojo…

El tráfico estaba libre y llegamos en menos de veinte minutos a la casa de la tía Mery.

Desde la entrada: becho y abacho; en la sala becho y abacho; en la cocina, becho y abacho; y en el jardín interior más becho y abacho.

Dejamos nuestra patita por encargo y poco fueron llegando el resto de la familia con sus respectivos pertrechos comestibles.

La dos de la tarde, la comisión Sudáfrica 2010 estaba deliberando para ver cómo arrancábamos la reunión.

Primero el brindis: sendos vasos de Boones heladito –un gentil auspicio del Ángel de la Guarda- ya estaban en las manos de los concurrentes y para los femitos y los niños, la gaseosa de sabor nacional (donadas por la corporación José R. Lindley y Joselito Wong).

La voz cantante, el discurso de entrada, de bienvenida, recayó en el patriarca –mi viejo, EWC- y tal como lo remarcara él mismo, es el único de los concuñados que queda aún en pie.

El elogio perpetuo al matriarcado Wimpón por su unidad, solidaridad, el cariño y su capacidad organizativa que se tienen las hermanas; lo que ha permitido que esta buena costumbre perdure y se mantenga este tipo de celebraciones por más de treinta y cinco años casi ininterrumpidos, todo un logro.

Llegó el momento de la verdad, el desfile de los platos criollos para el tan esperado almuerzo.

Para los niños y las convalecientes, arroz con pollo muerto: una gentileza de Lique Wimpón y por la tía…
Para los grandes: causa de anchoveta de Mar Bella por Renato Arana; sangrecita RHO positivo de Lucho Sayán (quien tuvo que retirarse improntu por ‘urgencias ciclísticas’); olluquito sin charqui de Víctor Canturín; escabeche de patita de Babe por Willy Wong; tamales verdes y marrones hechos…perdón, encargados por Jose Wong; seco de res viuda por los hermanos Yaipén (Lamarque), Lucho y Jorge; cau cau de librillo y cuajar hecho por Aldo Wong; frejolazos canarios en punto de sopa seca elaborado por César –Ceci- Barboza con su bicarbonato más; ajicito y rocoto partido a cocachos por Juan Carlos Aray (‘el chancha’) y el más laborioso de todos, arroz blanco graneadito por Walo -911- recargado y su chicha virtual.
¡Ah!, la crema volteada (no en Sao Paulo) por las hermanitas Guly y Kely Arana (Hi Hi Puffy Jami Yumi).

Conclusión general -por abrumadora mayoría- fue que todos los potajes estaban A1 y listos para presentarse como atracción en la feria gastronómica –Mistura- del gordo Gastón Acurio.

Un pisquito de Moro, bajativo de naranja y Bailie’s ‘chancheado’ por las chicas para entonar/se después de la masacre estomacal-hepática.

Ahora el programa homenaje/sorpresa –para las mamis- preparado por las chicas.
Era el turno de la gente menuda (disculpen si no me acuerdo de todos, la edad, simplemente la edad), así caminaron por la alfombra roja: Jose Alonso Wong, sus sentidas y entrecortadas palabras tuvieron un efecto bomba-lacrimógeno en la mayoría del Monumental; Nicole Arana, aventada –como ella sola- con su poesía clara y precisa; los hermanitos Tom y Jerry…¡no!, Renzo y Rodrigo Barboza, su participación fresca y jocosa alegraron la tarde; de igual forma –en un tono más púber- le tocó el turno a Fernando y Coquito Lamarque con las palabras directas a su mami; Gonzalo Rodríguez con su discurso iphone muy vanguardista e innovador.

Por los más grandecitos hablaron César Barboza con su etiqueta inconfundible de humor, desenfado pero con gran ternura y reconocimiento a su madrecita; Jose Wong no se quedó atrás y dedicó unas palabras elogiosas a su ‘jefa’ Elba Piña, más emociones que tocaron fibras a los más sensibles especialmente a la que derrama hasta lágrimas de caimán: la Óscar Rodríguez (fiel seguidor de Humberto Vílchez Vera: ¡no voy a llorar, no voy a llorar!)
Cerró el capítulo del programa el tío Juan Wimpón y su énfasis en la valoración inclaudicable a la madre durante toda nuestra existencia, los aplausos de rigor.

Luego la parte esperada por la concurrencia; el sorteo de las canastas, los regalos para todas las madres presentes y los taquicárdicos sobres rojos (para las lecheras: no hay sin suerte y para las otras a mascar pólvora).

Punto final y nota aparte fueron las cantadas de los japiverdeistuyus con su sopladas de torta (de maqueta ha de ser pues nunca la partieron) a los cumpleañeros de mayo: Pitty, Jose, ¿Ceci? (corríjanme) y Lucianita, vale.

Las actuaciones de la ‘infantería’ me hicieron hacer un flashback; entre fines del sesenta y comienzos del setenta, cuando se hacían las reuniones por el día de la madre en Chaclacayo, Jesús María, La Victoria…

Chani y Aldo bailando negroide a ‘pata calata’ mientras el recordado tío Lucho Lamarque Wimpón –in memoriam- arengaba y vitoreaba: ¡Vamos negro, echa Calambrito!...

…Mericita con su vestidito de ballet azulino brillante, creo que con lentejuelas, sus largas botas ¿blancas? y su coqueto moño bailando con los años de su inocencia el tema de los Ventures: Hawai 5-0.

¿Remember is live?, creo que sí; más bien debemos sentirnos afortunados en tener una familia como la nuestra, ¿quién se reúne y celebra como nosotros de la manera más entusiasta, entregada y emotiva? (homework).

El tiempo siguió su curso y entrada la noche –calabaza-, la repartición de los remanentes en bolsitas, tapers o en los envases, fuentes u ollas (calentao es más rico).

Las despedidas del caso, hasta la próxima –el día del padre, en junio- (esta vez le toca a las mujeres agasajarnos a nosotros, los padres de la patria) hasta entonces, a la misma hora y por diferente canal.

Dejamos a mis hijas –con sus tamales en mano- y de allí a la casa, entro a mi ‘dúplex’, caliento algo de comida, bajo a echarme en la cama para ver algo de TV, me quedo ‘seco’ y con la misma ropa puesta duermo el sueño de los justos, hasta la próxima.

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