Dos días deveniendo de las brasas, zigzageando entre micropaíses limeños, llamando a la buena ventura,
comiéndome la noche, urbaneando entre azotadas pistas abarrotadas de sudoros cuerpos, dos días
preparando pociones gustativas, ojos ajenos resplandecientes relamen sus ansias y compran el producto
de cuarenta y ocho horas de rally culinario que dejaron los combatientes para creer que recién empieza a
escrbirse la historia -tal vez compartida- mirada desde aquel acantilado perdido en la eterna pausa
dejada por el sabor de esa locura llamada nostalgia...
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lunes, 16 de enero de 2012
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