Las calles parecen haber sido desalojadas, es algo temprano, (ni mierda de carros), ya ni cuento los días, la ciudad reventó en fuegos artificiales dejando las huellas de pólvora y suciedad tras los festejos navideños.
Los días han sido intensos y continuará así; la navidad ha dejado de ser lo que era; intentamos pero no chuntamos.
Las películas gringas alusivas a la fecha hasta ahora las veo, me queda esa inocencia pueril aún, el cuento de Papá Noel se acabó cuando descubrimos los regalos -escritos en nuestras cartas- escondidos en el cuarto de la empleada (ahí estaba el juego de química que pedí) en la vieja casona de Chacxlacayo; de eso han pasado cuarenta años por lo menos.
Ayer la cena y los regalos con el clan y sus distintas lecturas, con diferentes versiones acerca de la navidad, extraño pero real.
Hoy regresé para proseguir con los pedidos de la chamba en la que creemos -aunque seamos solos dos los que estemos peleando nuestra propia batalla-; el barrio amaneció con vecinos ebrios y boleteados en una ciudad que se desborda "para matar sus ansias con enojo" -como dijera mi extraviado y controversial amigo Lescano; temores al decubierto cual bolero perdido en la radio de aquella combi asesina.
La llamada prenavideña no llegó como lo esperaba, a veces las ansias resultan imprudentes; atropellan a la razón y a la cordura (ya no quiero hacerlo, es un decir...).
Las ofertas pendientes no se conjugaron en los vasos domingueros (la pantera no pudo y el furtivo no anduvieron).
Regreso sin gloria con menú decena, aviso de la Polastri y la triste partida de Chicle (mañana Alberto, mañana).
Se acabó el 'feriado'; se viene el cierre, después la prueba de Isaboe, chantarse para que Luana pueda seguir, yo y mis cuarenta y nueve bolsillos desgastados; por eso y muchas cosas más, no me jodan en esta navidad...
lunes, 16 de enero de 2012
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