sábado, 9 de enero de 2010

La hora loca

Se avecina un nuevo día, es un día más en este eterno jardín de quebrantos regados por lágrimas hipócritas, de tierras abonadas por lamentos insospechados que no son más que miserables botones arrancados de tu pecho incomprensible.

Cercano está mi último día -de franco- porque he de volver nuevamente al frente, al combate insensato, al diario lidiar con dragones de fuego y almas perdidas en el tiempo, buscando su espacio, algún rincón oscuro que le propine algunas monedas que sirvan para saciar sus más caros anhelos.

Es verano nuevamente, otro año al haber, el inicio de una nueva década, ¿prodigiosa, dantesca, la última quizá?

El sol calienta, pero no mi espíritu que está siempre igual, frío como las últimas palabras que dejaste caer aquel fatal día que no quisite dar la cara para no herirme, para no creer en algo que parecía épico, romántico, que se parecía a eso que ansiamos con locura y que nos causa ahora mucha tristeza y pesar.

Bueno, a voltear la millonésima página de tu historieta, esta comedia irónica/románticona que se parece a las fibrosas palabras de algo así como: ...es como si el amor fuese heroína que no puedo volver a probar.. (Hugh Grant en un pasaje de Nothing Hill).

Grandes verdades que duelen, que son sentencias irrenunciables, inamovibles, inmutables, inmodificables, castigos de por vida, cadenas perpetuas de corazones rotos, muertos que ya se olvidaron que existe eso que los jóvenes amantes recién comienzan a a probar con novel frenesí.

Así pues transcurre el mes, y yo nuevamente listo para partir, para entablar combates absurdos pero que sencillamente se parecen al pan de cada día que tienen un cometido y final sin título, vacío, abstracto.

Las cuentas del alma nunca se acaban de pagar, -me lo canta gritándome al oído Blades-; yo empero sigo corriéndome del destino, que me pisa los talones, como fieros sabuesos que quieren cogerme para destrozarme todo y no quede mayor huella de mí en esta terrenal realidad.

Ya casi es tiempo, the Tin Machine acosa como es lo habitual, la corriente de viento que acaricia mi rostro me lo recuerda, me tengo que ir a comprar la magia que no llega pero que insisto tercamente en aquel tal vez que ignoro cuando llegará.

Se viene la reunión con los sobrevivientes, ya estamos a medio camino, a algunos no les quedó tiempo, a otros todavía insistimos en añorar lo inalcanzable, pero ¡qué diablos!, esa es la tarea, esa es nuestra misión, esa...

Goodbye, is another day, bye, bye people, arribiderchi Lima.

San Luis, verano de 2010



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