martes, 21 de enero de 2014

Blackout in summer night

Extraña es la noche ésta, caminando hace más de hora y media por las calles de San Borja, entre la Aviación en su 35ª cuadra con Madrid; gané unas dos cuadras y media casi llegando a la altura de la municipalidad del distrito quieto y recuperado; las cuadras se iban haciendo más penumbrosas (seguro que los postes del alumbrado de la calle no se han encendido) -me dije-; no, es apagón de esos que la memoria evoca los noventa de la guerra interna (del terrorismo -de los grupos armados, del terrorismo de Estado y sus excesos- que ya no se sabía qué lado era el agacharse, estar en el medio o simplemente un superviviente anónimo con rabia contendida), de los años más que telúricos; de la ida de mi entrañable hermano al oeste su nuevo hogar érase esa vez el despedirme para siempre hace catorce años por la única postura aislada y estoica contracorriente familiar; del miedo que era una costumbre cotidiana y capital ciudad gótica o ya andaba en las andanzas de la era subte, vertiginosa, de las amanecidas desenfrenadas, peinando las calles de Lima Centro y sus bares infinitos, los años de mi época dorada en la cantera gráfica familiar, de los amores intensos que se fueron como el mar de Moisés y su retirada atrapando después a la ominosa dictadura carruajes egipcios -películas semana santa-; de la década prodigiosa y productiva vida/arte/oficio mi hoja de vida para siempre con páginas volteadas que asesinaron mis sueños en rigurosidad de los tiempos crueles casi a la medida actual. Apagón que fue y vino la 'luz' sólo por media hora, se apagó y vino otra vez hace algunos minutos, mi vieja me recibió desde su ventana discreta con esas miradas tiernas que sólo las madres saben sonreír -misma mami de Forrest Gump-; con su vela en mano para que pueda alumbrar mi pequeño recorrido urgente al trono blanco; -hola a mi viejo patriarca y ácido en su lecho presidencial mirada clavada y firme como paso marcial leonciopradino hasta el periódico matatiempo-; desvestirse después de la baja de peso obligada y natural para sobrellevar mejor la estación quemagrasa capital nunca ciudad de los reyes; leer a media luz con la vela de los pobres que ellos sólo saben de miserias condenatorias; no pude por mucho tiempo con el libro prometido de mi china primate -la trotamunda escritora que el mundo se traga quién sabe hasta cuándo-; no hay romanticismo con una vela en la inmensidad de la negrura noche, quise dormir y no pude hasta que regresé con medio ojo a la peregrinación escapista, único premio cotidiano por salvarme de mi mediana vida; eso y nada más...

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