domingo, 11 de abril de 2010

EL TATA (mi abuelo)

Llegó de muy lejos, del otro lado del mundo.

Tuvo que salir obligado por circunstancias extremas (huyó de la revolución cultural de Mao Tse Tung), viajó por barco, haciendo escalas en diversos países para anclar finalmente donde sería su nuevo hogar, su tierra amada.

Así maduro, como cientos de compatriotas suyos, fue acostumbrándose a un nuevo idioma con costumbres diferentes, una nueva cultura le aguardaba.

Llegó con la identidad cambiada, tenía que hacerlo, cualquier perseguido político sabía/sabe de las crueldades de la tiranía y teme por su vida.

Se casó con una joven, guapa, sencilla pero valiosa mujer: la mamita Rosa(mi abuelita) con quien tendría tres hijos: Carmen, Enrique y Roberto.

Fundó el Kuo Min Tang (Partido Nacionalista Chino) y fue presidente por varios periodos.

Se dedicó a diversos oficios: vendedor de muebles y cocinero (recuerdo cuando niño mi papá nos llevaba a su chifa de la avenida Manco Cápac y cubierto de su mandil blanco con machete en mano golpeaba sobre un pedazo de tronco los trozos de pollo y verduras).

Me gustaba un sencillo platillo que él preparaba: saltado de pollo con coliflor, rico en verdad.

Durante su matrimonio vivió largos años en la casa del jirón Montevideo -la cual tuve la suerte de conocer-, en el Centro de Lima.

Cuenta la leyenda que ese barrio era un poco movido y mi tata mostraba una imagen vulnerable, flaco él, no se metía con nadie, del negocio para su casa y así eran todos sus días.

En el lugar había un moreno victoriano, granadazo,agarrado él, proyectaba una estampa amenazadora, -era un guapo (así decía el viejo a la gente peleadora, lo que llamamos en el lenguaje de la calle: un faite).

Uno de esos lejanos días, el zambo lo provocó, lo jodía, se burlaba de su aspecto, de su figura frágil y apacible.

Y aunque no lo crean, como la historia bíblica de David y Goliat; sencillamente le sacó la mierda y a partir de aquel día nunca más se metió con mi abuelo, es más, llegaron a ser amigos, insólita historia.

Mi tata si bien no le fue bien en los negocios tampoco llegó a generar riqueza alguna, era un tipo sencillo, le gustaba estar rodeado de amigos y su familia, ayudar a la gente era parte de su motivación y lo que más le gustaba era conversar, conversar y conversar, era un tipo muy sociable.

Pasado el tiempo, mi mamita Rosa llegó a tener un bar/restaurant: 28 de julio -se llamaba- y allí acudía tanto gente común y silvestre como insignes personajes.
Por allí desfilaron muchos artistas y músicos célebres de la talla del pintor Víctor Humareda, quien bajaba del hotel Lima de La Parada a tomar la clásica sopa de porotos a la chilena de los lunes(un deleite para el paladar).

También recuerdo haber presenciado un sinnúmero de músicos y cantantes criollos bohemios pero el que se destacaba en ese entonces por su virtuosismo con la guitarra era/es el maestro Óscar Avilés, improvisaba jaranas inolvidables, era amigo de la casa.

Pero esas son otras historias que pertenecen al álbum vivencial de la mamita Rosa.

De vuelta al tata; mi mamita Rosa se quedó viviendo hasta los últimos años de su vida en Montevideo, a atender su negocio que era y fue su vida.

Mi tata llegó a vivir esporádicos pasajes en la casa de mi tía Carmen hasta que definitivamente se vino a vivir en nuestra todavía casa del Jr. Virgen de Fátima en Villa Jardín (exactamente su cuarto -quedaba en el sótano que tenía y tiene una linda vista al jardín de la entrada- ahora es un estudio/refugio de mi viejo EWC; un búnker que ocupo en silencio algunas horas de la noche como un polizonte y es el lugar donde en estos momentos estoy escribiendo esta historia, paradojas del destino).

Es durante fines del setenta que el tata se instala en la casa, cocina eventualmente tanto para él como para nosotros; aún mantenía su sazón característica.

El viejo era un personaje pintoresco: supereconómico y ahorrador exhaustivo, tanto así que del pollo no desaprovechaba nada, a veces solía incluir en su menú la cresta, el pico, las patas y hasta algo de tripas llegué a probar; ¡solo faltaban las plumas!(eso sí, no lo hacía cuando estaba mi mamá, le molestaba sus costumbres que tenía).

¡Ah! -me olvidaba-, me/nos enseñó a preparar sopa de arroz con el 'concolón' que quedaba en el fondo de la olla; tomen lápiz y papel: a fuego alto 'quemaba' el residuo del arroz, le bajaba el fuego, le echaba agua caliente, removía, sal, ajinomoto y aceite ajonjolí, quedaba una sopa rica y económica (mejor que la sopa Ramen o el Ajinomen).

Cuando bajaba a su cuarto, tenía guardada comida debajo de la cama (ahí estaba su huevo salado) y frutas en su cajón, muchas veces le encontré.

Conversaba con toda la gente del barrio, desde el barredor hasta las vecinas y caminaba un montón, se iba desde la casa hasta el parque zonal Túpac Amaru (lo que es hoy la videna deportiva de San Luis) o también vistaba a mi tía Carmen -su hija mayor-; de allí en igual forma regresaba caminando y contaba diariamente los pasos, así se medía físicamente.

A veces nosotros como muchachos palomillas lo fastidiábamos y le decíamos Yoda, Mr. Magoo -pero para nosotros o a veces no manyaba nuestras bromas-.

Siempre mantuvo un carácter simpático y bonachón del que fue postumamente recordado por quien tuviera la suerte de haberlo conocido.

Ya en los últimos años de su vida fue a un asilo (algo que no entendí en su momento y que ahora me resulta difícil aceptar tan controversial decisión).

¿Acabaremos igual que el viejo, nuestros hijos harán lo mismo con nosotros, o sufriremos la condición de lastre para que nos soporten y nos odien los más jóvenes, tal vez condenados al olvido y al ostracismo voluntario?

El tata falleció por problemas propios de su vejez (dicen que llegó al centenario, o bordeó tan alucinante edad, no lo sé, tal vez sea parte misma del mito, del héroe de leyenda que fue tan entrañable personaje).

Chin Chin, Wong Pac Pen (su verdadero nombre), Rafael, descansa en paz y perdónanos si te hicimos mal de alguna manera:¡To Chia!

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