Doce y doce, lo peor de todo es estar ensimismado en mi propio laberinto interior
de virtudes inútiles y silencios escondidos.
No puedo tipear con real velocidad -como tú lo haces-, ya es tarde para tomar clases
de aceleración enferma y ojos que no no ven lo que quiero ver.
Imbécil es este blog que me advierte las fallas de su sistema que ahora me quiere revertir
que no se responsabiliza de las infalibilidades de su vil y ¿efectivo? servicio.
Mal hago en reclamarte algo que yo no tengo nada que ver, mierdoso el día, vaga la noche.
Apostado en un canal informe, busco la nada, y la nada, es eso, nada.
Ya se me acaban las ideas que nunca tuve, no sé que pensar acerca de tu repentina visión.
Bostezo porque me queda el vacío que hoy habita en mi corazón.
Dices que lees mi blog, no creo que te hayas tomado el tiempo de escudriñar en esto impresentable.
Mal de muchos, goces de unos cuantos, invento dichos mal dichos y me escondo de una buena vez porque no quiero pensar más en eso.
Ya estoy cansado y la semana santa, no muy santa -por cierto- me abruma, ya me alejo y no sé
cuando llegue aquel día, bye Ivette (¡al fin dije tu nombre público!), mala poesía y malo el escritor.
No lo quise así porque es patético este intento de escribirte y las rosas no hacen mayor alarde que la verdad nunca llegue a saberse.
sábado, 3 de abril de 2010
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