Rara vez recuerdo mis sueños, más son pesadillas las que generalmente me invaden
ayer en pleno sueño surrealista creí que estaba lloviendo, medio adormitado
me levanté por el sonido incesante de los golpes de las gotas de lluvia que caían
sobre los techos de eternit, eran alrededor de las cinco y media de la madrugada
estaba oscuro y no había mayores indicios de que el sol salga con la intensidad
que estos primeros días de abril viene apareciendo con una furia casi sobrenatural.
También estamos siendo invadidos por plagas de polillas que están en todas partes
en la cocina, en los cuartos, en los baños...
De igual manera sufro de emociones clandestinas, sobresaltos cotidiarios (he creado
una nueva palabra) y males endémicos insospechados.
Tal vez sea esta mi suerte, estar signado por derroteros perennes
laberintos cotidianos, enterrado entre palabras mal conjugadas que muchas veces
caen en vacíos absurdos, otras llegan vigorosas y triunfantes a manos de divas
inventadas, de musas abstractas, de féminas lejanas, de platonismos cursiles
pero sinceros ante tu llegada, ante la voz de tu alma quieta que me hace titubear
tastabillando para no pronunciar lo que quiero y no quiero escuchar.
Terminó la semana santa, los feriados siempre resultan cortos, la música se aleja
como aquella cucaracha nocturna que huye sigilosa con el botín recién arrancado de
tus labios.
domingo, 4 de abril de 2010
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