martes, 1 de enero de 2013

New year day

Acabose el último día del año (que no se disolvió el mundo, solo más vaticinios inútiles y profecías inverosímiles) de la jornada laboral con puntos a favor -las cifras rojas las dejamos para la enmienda-; tras la despedida tradicional augurando sentimientos favorables y buenos deseos recíprocos con los mutantes de la Ramón Castilla (no muy afecto a estilos recogidos -all of the time- concesiones conmigo mismo); voy dejando mis pasos cansinos por las cuadras semioscuras de mi nuevo barrio chamberil como las últimas páginas de vanos poemas alargados arrojados dentro de las mismas botellas que alucino en mi mar inmemorial.

La veredas de la avenida avionera -junto al óvalo higuereteño- han sido tomadas por vendedores ambulantes sacados de una realidad irremediable que no es más que la angustia de la vorágine contenida de ciudad gótica calcutizante que espero no reviente surrealistamente más allá de toda imaginación novelística y apocalíptica.

Guarida y baño, vestuario para la salida a la invitación ofrecida por mi entrañable amigo de/sde érase una vez el otoño del setenta y cuatro en la calle Tomasal cuando dos púberes inquietos querían tragarse la vida a bocanadas; han pasado cincuenta años de mi película de vida y seguimos siéndolo contra toda desaveniencia que sucede -porque nada es fácil, nada es perfecto- en este camino pedregoso lo que la hace más estoica y memorable esta amistad que abraza nuestros años recogidos con historias cómplices (solo falta mi compadre que está lejos pero no del recuerdo insoslayable traído en las conversas a veces abstemias, casi siempre bohemias).

Los sms de mi hija mayor contando de su viaje en la ciudad blanca, de su regalo prometido, de su alegría confundida con la felicidad que añora -junto a su medio corazón que la ha cautivado como Robin a su lady Marian-.

Interwiew obligado para volver a nuestro escenario a diez cuadras de mi jato en el barrio clasemediero, con el aderezo musical que siempre nos gusta, con la parrilla del Birri (anfitrión de esta noche de última), sus kamubis cuñados, su exótica dama de las dunas y los dátiles ancestrales, sus pequeñas ninfas peruanopalestinas -más ricas que cientos de shawarmas-, su hermano de la calle Contumazá cruzando mi ex barrio jardín; también un personaje de nuestras vivencias comunes y prohibidas; todos juntos alrededor del calor de una parrilla amical, con bebidas espirituosas para sazonar nuestros sentidos, para no cabecear -como casi siempre suelo hacerlo-, para creer que será mejor como una terca creencia de sueños ambivalentes.

Ya las cuatro a.m.; retirada porque ya nada es como antes, el cuerpo demanda descanso, taxi satelital, 
-gracias comparito por la gentileza y por decir que ésta es mi casa también bienvenido cuando quiera-.

Mi estómago y mi fatiga me han jugado en contra; ya no puedo, he de incubarme para la hibernación justa y necesaria, mañana es hoy y después quién sabe...


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