martes, 21 de agosto de 2012

la guerra fría

La falacia disfrazada de desamparo produce ceguera propia y colectiva al que la fabrica y a su auditorio; los juicios apresurados, resultados de interpretaciones unilaterales; la inclinación patológica de inspirar lástima (se gana incautos bajo esta estrategia trasnochada, pero efectiva); proporciona al perturbado –fabricante incansable de dramas inexistentes– una sobrevivencia que se regocija, sustenta y alimenta de la compasión ajena. Convierte a quienes son presas de tales conductas, en simples manipulados, zombies, títeres de una mente insana, quienes sin advertirlo consumen pensamientos de sombra, dudas, temores falsos, tergiversación de la realidad vista a través de cristales distorsionadores de la misma, como reflejos en espejos de feria, exégesis dislocadas, mala suerte crónica, originadas y creadas precisamente por una conciencia desequilibrada. Haya paz, haya luz, horizonte de vida, no miraré hacia atrás, que la negrura y fatalidades auténticas, esas implacables, inevitables, las verdaderas me tomen por sorpresa, a pecho abierto, hago frente a los golpes directos, sin temores… las puñaladas por la espalda no me derrotan, me desangran sí, pero jamás me vencen… (ICI)

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