domingo, 18 de marzo de 2012

Las manos trémulas

LAS MANOS TRÉMULAS

Son de aquella humilde señora que día a día recorre una a una las calles surqueñas -quién sabe cuánto camino ha de discurrir-; antes del mediodía pasa por nuestro lado ofreciendo sus tiernos choclitos sancochados, sus apetitosas papas huayro y huevos cocidos sumado al clásico rocoto molido con ceboliita china; gorra -jockey- para guarecerse del inmisericorde calor limeño, del s...opor que hacen mella a los habitantes de esta irrefenable urbe; así me mira con su ojos pequeños, cansinos, (casi castigados por el olvido y la miseria) y como un acto reflejo -casi religioso diría- de todos sus días se pone en cuclillas para cortar las papas y el huevo encima de su balde que porta parte de su capital en procura del sustento diario que ha de llevar a su hogar y a los suyos.

Es el temblor incontrolable de sus manos agrietadas -¿dolor, miedo, nervios, parkinson, esteclerosis, alguna enfermedad degenerativa?- lo que me llamó poderosamente la atención; igual le da duro y parejo dándole la espalda a las tribulaciones de la vida y sigue chambeando.

Estamos 'aguja' tía, ¿le puedo alcanzar después?
-Así estamos todos, desde que empezó el colegio también ando así -compartiendo nuestro mutuo pesar-; no hay problema jovencito (si supiera mi edad...), me alcanza después.
-Sale, en la tarde le doy, gracias.

Me estira sus flacos brazos para alcanzarme su platito descartable, de igual forma ofrece su producto al resto de stands y se coloca a un lado del pasadizo para no obstaculizar el paso de los clientes y visitantes que pululan este centro comercial.

Se marcha la señora de la mirada triste, la del rostro envejecido por la rigurosidad de los tiempos -joven aún-, cargando su balde con gran esfuerzo, ella, sus manos trémulas, ella y la canción innombrable se pierden al final de la gran avenida como un espejismo miserable, como un vértigo asesino de nuestra realidad a cuestas...Ver más

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