sábado, 4 de febrero de 2012

poema verano

Solo soy yo el que fisgonea por la cerradura de tu alma inquebrantable

paseo en el desasosiego de los días mansos, las calles linceñas no dan más de lo que mi deseo antepusiera

el árbol impávido -frente al ojo ciego- es un sobreviviente de la cuadra veinte, son tres hermanos más

la estación desata toda su furia cada día de verano para el caminante anónimo que transpira su vida a medias

el bulto desde hace un mes, aguarda su introspección para aplacar temores cercanos, -aún no ha llegado la hora-

las canciones posteadas seguirán guardadas hasta el día señalado, solo la radio al fondo del taller solitario

propalará los últimos acordes del single olvidado, cremoladas al frente del cuartel de bomberos

para apagar incendios del corazón, refrescarán cada mirada negada, el sabor de lo impronunciable no está en venta

el reto se ha trasladado más allá de nuestras carencias, parece que el oasis llegó a la Mariscal Castilla

pasado mañana para volver otra vez a la danza de la respuesta que calme la sed de pensar en otro destino malrachero

las habitaciones sobran, la música del gran silencio se ha instalado hace un mundial, a dos de la soñada partida oeste

sin reclamo que se parezca a nada más de lo que yo pueda alucinar en mi pensamiento trotamundo

el elixir no procreará más inocentes mutantes en esta ciudad indolente

todo por el ideal juglero, por la gracia del verso perdido, entre cambios de velocidad va la prosa frenética

pocas veces traducida ni con subtítulos para la exportación, te ofrezco únicamente este pedazo de compensación

que nace a partir del misterio de la palabra inquieta por la causa del paradigma de tu existencia casi mitológica

la última lamida del helado prohibido solo para creer que te conozco en la nueva temporada por venir...

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