martes, 13 de mayo de 2014

Postmadre...pos madre...

Pasó el día de la madre no como debiera de ser; trabajando por requerimientos de la sobrevivencia; my segundo brother en las horas imposibles de las brasas on delivery (en tres funciones tres); mi vieja y mi viejo con mi hermano menor, su familia y amigos. La tarde dominical se vistió de bolero olvidado hasta el encuentro con mis dos ilusiones de película -sin falsa modestia; una de las contadas cosas que hecho bien en mi hoja de vida-; la comida siempre resulta la perfecta excusa para sentarnos a compartir lo poco o mucho que tenemos o hemos hecho durante la semana; es nuestro recreo esperado de todos los fines de semana para mirarnos a los ojos y decir/nos lo que tengamos que decir; reír como chiquillos traviesos de las cosas simples y las miserias humanas hasta el próximo capítulo de nuestra miniserie cotidiana en nuestro cariñoso raiting imposible de medir por los años por/venir. Dos cortometrajes de la realidad -a babor y a estribor- para pegar y coleccionar en estos variopintos climáticos e inestables días como nuestra bendita animalidad política de sabor nacional: " Tocino para mi mamá " -Dos simpáticos palomillas de la vecindad del barrio de la Castilla -Mariscal, no Reina- llegaron el sábado a mi puesto de combate para preguntar si vendía tocino y cuánto costaba. -Veintiocho el kilo, dos soles ochenta cien gramos -respondí con justeza-. - ¡Ah, ya!; me da cincuenta gramos pero me lo corta en la máquina delgadito por favor señor -dijeron al unísono en coro perfecto no precisamente gregoriano-. -¿Y qué van a ser con tan poca cantidad, para qué es? (cuestión de gato y sapería de batracio callejero). - El más flaquito con ojos de borrego degollado y cuerpo de monstruito de jebe (de esos que cuelgan en el visor de los micros) disparó con espectacular ternura: "Es para freirlo con huevo revuelto y servirle el desayuno a mi mamá, llevárselo a la cama el domingo tempranito como sorpresa por su día; lo guardo en la refri en la noche y así no tengo que venir mañana... " Regalo inesperado en el submarino migratorio " -El lunes estuvo movido a pesar de ser el día más pesado y aborrecible, el del reenganche, el del inicio de la semana y entre esas treguas que da el ritmo laburiento -nombre de, diga usted- (eran como las dos y media de la tarde más allá de la hora del almuerzo); la conversa y el relax con los patas del recinto laboral; el sol se levantó temprano, el día prometía, el día comenzó con buen pie; no había almorzado aún por mi desayuno tardío, aún no era la hora del richi rey. -De pronto se escucharon desde la entrada unas vocecitas bullangeras de niñitas que se hacían más fuertes hasta que aparecieron tres colegialas primariosas; una de ellas se abalanzó sobre mí gritando: ¡ Willy !... -Nos abrazamos emotivamente como grandes amigos, como viejos conocidos, como hermanos, como viejos soldados que se encuentran tras el fin de una guerra; como padre e hija; ¡como quién sabe carajo!. -Se llamaba, se llama Valerie, una linda niñita de unos once años que cursa el sexto grado en una conocida gran unidad escolar de mujeres del distrito con escudo de parras. - (Me cagó, pero me cagó buenamente -como estila decir mi entrañable 'broder' Poquito Cárdenas). -Yo sólo atiné a abrazarla como a un ser querido, ella se había marchado del barrio -hace unos cinco meses- porque su mamá, sus tías y su abuela quienes se dedicaban a dar menú a los parroquianos y transeúntes en un local alquilado lo tuvieron que entregar para buscar otro sitio donde seguir con su negocio que quedaba muy cerca al centro comercial donde chambeo y convivo con gente de origen provinciano mayoritario (por eso lo del submarino migratorio). -La verdad verdadera es que éste ha sido uno de los mejores regalos que he recibido en tantísimo tiempo; un abrazo tierno y apasionado como lo da la gente menuda cándida y espontánea; sin miramientos, sin cinismos, ni posturas amañadas ni falsas que la gente adulta lo da casi obligatoriamente -salvo algunas honrosas excepciones de mis contadas amistades contados con mis cincuentenarios dedos- como parte de una 'cortesía paporreteada y protocolar'. -"Es mi amigo Willy" (le dijo Valery a su amiguita del cole después del abrazo y antes de marcharse otra vez), la agrandada y desprendida niñita del barrio atranquilado en la avenida larga duración un día cualquiera en la vida... "Una de las mejores sensaciones en la vida es abrazar a alguien después de haber extrañado tanto a esa persona..." (Anónimo).

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