domingo, 17 de febrero de 2013

algo se cocina...

La incursión hasta el km noventa y siete concluyó en trece horas más allá de cualquier gota de sudor en mi nombre, en el de ellas, en el tuyo; en el del prestigio inconcluso. El pago por la causa de las mismas ilusiones cocinando la impaciencia, por las bocas en u, por el apretón de manos acechando satisfacciones ajenas, palmaditas de un triunfo mientras tanto hasta la próxima que nos veamos dónde el mar se estrella contra las rocas de las verdades a medias o en la vorágine ciudad capital acostumbrados a correr por la maldita supervivencia de todos estos años de gente. La noche también se fue con los infinitos peregrinajes desde hace un buen tiempo en placeres outsider, en varaderos adictivos por una causa vital e incomprensible desde el llamamiento a las filas de la introspección escribana por otras pasiones acuñadas en cajas mal embaladas en los rincones de los recuerdos impagos, de vidas enmohecidas de olvido, de souvenirs con historia propia que espero -once upon a time- alguna de ellas les dé mejor destino. Culmina pues este cortometraje de dos días verano en el horno limeño con rayos ultravioleta que algún día nos gratinarán -en los interminables círculos de Dante- como fiel venganza de los cientos de animales cocinados con mucho cariño a altas temperaturas en los parajes más insospechados por obra y gracia de la herencia ancestral a la cual me debo y dedico estas palabras lanzadas al viento...

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