Hace algunos minutos -luego de conversar virtualmente con una de mis mejores amigas del cole, sino la única- anduve chequeando, observando, admirando, contemplando una treintena de fotos que ella tuvo la suerte de capturarlas (¿Adita Thinkerbell fue la fotógrafa ilustre?) en el tiempo y que ahora los que estuvimos y quedamos aún para hacer un revival, un flashback, un retrofeeling; la verdad que me cuesta creer/lo que han transcurrido treinta y un años desde nuestra salida de las aulas escolares.
Y tal como la linda tortuga lo expresa -con el corazón abierto-: "Al verlas nuevamente se me hizo un nudo en la garganta"...
Así también lo sentí, es un sentimiento inexplicable, se me erizaron los pelos de la piel y la gallina hizo piel de mí o viceversa.
Miras, remiras, vuelves a mirar, ya no eres el mismo; muchas cosas pasaron, cambiaron y aquellos amigos/as que un día fueron grandes contigo en el colegio; hoy dejaron de serlo, salvo algunos que conservas como aquella 'vieja' cajita de música que le dabas cuerda y que aún la guardas pese a los embates del tiempo, la quieres como si fuera la única que queda en el mundo y no piensas deshacerte de ella jamás, tal vez parte de tu última voluntad es que te entierren o cremen con ella.
Algo así es la amistad, la verdadera, la de ayer y la de ahora.
Ha sido como volver a ver aquellas clásicas películas: "Goodbye Mr. Chips y Melody".
Disparos al corazón me han tocado, no estoy herido, tal vez algo melancólico pero no triste ni depresivo, volver al álbum del pasado me ha reconfortado y he sonreído otra vez como un chiquillo, como aquel introvertido, pequeño y flacucho colegial que anduvo por allí -entre el setenta y cuatro al setenta y nueve- habitando su propio mundo interior, aprendiendo, conviviendo y compartiendo con aquellos amigos de pendejadas ilustres y de amistades verdaderas.
Will got it gun.
viernes, 27 de agosto de 2010
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