domingo, 1 de diciembre de 2013

encima la noche

La hora encima, el interminable pasadizo del tiempo suspendido en autopista solitaria, infinita, larguísima, extraña como despiadada(anuncios sin anuncios) . Escape improntus (la caballería jamás llegará, ella la mecedora,yo arranco); la palabra dada en la mesa es un mal negocio como comer un cau cau sin mondongo. Supraavenidas de las calles españolas suenan a zarzuelas oxidadas en la capital hace tanto que el oidor se fue bailando su última polka, hoy gótica ciudad en banda de amplitud modulada se hace el tercio el ciudadano mimetizado tarareando cumbias reality, va dando curso al último sorbo de emoliente en la esquina infiel, entreverando su inclusión populista estación óvalo sudoroso agarro micro no cuento las huellas sin saldar. El tráfico atormenta mi procesión cotidiana, los pasajeros del inefable bruto enlatado son muñecos de cera; resignados miran pasar la mitad de sus azarozas vidas en execrable serial secuestrada, no reclaman, sólo habitan y llenan la ominosa nave rumbo a su destino que es más que una condena, así mutantes sardinas marinadas en olvido cruel largo tiempo el ciudadano oprimido ni gimió. La larga avenida abacanada es un dragón sinfín, sin piedad se traga los sueños junto a la larga fila de máquinas infernales en la noche martes, de verano asolapado, de blues incorrespondido por la gran culpa de esta tierra de sangres miles, de historias agolpadas por el poder de la sinrazón, el paradero se extravió en un óvalo que no era, taxman de a cuatro lucas por la ruta de la salvación entre la calle de dos apellidos ilustres cerca al destino de la palabra impresa entre mi pie derecho y el oasis de las letras afincadas pituco distrito; me adentro como polizonte extraviado sur por primera vez. Desacostumbrado ejercicio éste el de caballero andante en escenarios hiperrealistas son un golpe certero a mi recesiva condición survivor. Minúsculo auditorio con musa a la vista -la entonces niña colegiala de los años en el Tomasal-, inconmovible en su regia belleza, cazadora de cuero para la matanza de avezadas miradas, lista para la velada insospechada la saludo. Doña Consuelo está aquí(el vivo presente de la grandeza de las madres, como la mía,como la que todos anhelan por siempre);sentadita en su tierna sencillez aguarda como todos nosotros el inicio de la lectura palabra ojos rasgados -la razón de la noche cómplice siempre es una vieja costumbre-. Poesía y Fado en histórico matrimonio de la autora de historias inagotables desde el gigante ancestral, trotamundean esas páginas venidas desde el centro mismo del corazón por el viejo mundo, por el continente aún salvaje y nuestro escritas en actuales tiempos de desamor infinito, de pasiones escondidas, de sueños etéreos. La voz -de apariencia virginal- recién estrenada para mis sentidos desde los países bajos acompasada por la magia del piano de la amistad felizmente recuperada/reencontrada fuera del colegio que nos trajo hasta aquí para seguir disfrutando de su arte, de la compañía de su mirada simple y franca que es una historia de película para el álbum de la memoria de todos los tiempos. La noche se celebró entre improvisados recitales de piano en el taller del maestro Poquito, con músicos, poetas y pintores entrañables de orígenes variopintos; con bebidas espirituales y buena comida, con la mejor conversa traducida en miradas que abrazan tiempos diferentes que sin embargo parecieran conocerse de toda una vida. La noche llega a su extinción; con la noche encima, en el indivisable callejón del tiempo flotante convertido ahora en familiar avenida avionera se va con los últimos rezagos de zombies en altamar de largo aliento se pierden con las últimas cuadras el sereno llegó;(taxi siete)después de bohemiar vuelve a su refugio hogar...

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