jueves, 29 de agosto de 2013

EL ORIGEN (crónica/cuento)

Cuenta la historia del patriarca –Wong Pac Pen, otrora conocido como ‘ El Tata’ o don Rafael-venido desde el continente legendario en su fuga estoica –según Chan Kai Sek- golpeado por su coyuntural aliado –Mao- en guerra nacional para expulsar al imperio del sol naciente y después revolución ‘caliente’ cultural país nunca jamás, adiós Buda y Muralla China. Bitácoras en altamar con sobresaltos en Centroamérica para anclar en el país del pobre sentado en un banco de oro –dice la maestra Ciruela-; es aquí donde conoce a una guapa criolla con sabor nacional llamada doña Carmen Crespo de quién quedó prendada para fusionar sus vidas de las cuales tres primogénitos tusan salieron a la carta hacia el sabroso barrio de Montevideo de la Rica Victoria. Rebusca en el pensamiento imaginario un treinta de agosto del treinta tres nació en Lima, Enrique Rafael Wong Crespo –en la era postguerra primera y en lo que devenería en que no hay primera sin segunda armada capítulo aciago mundo extraño-. Segundilla de tres hermanos: Carmen –en Re mayor- y Roberto último dragón clan Wong. Kike, nuestro viejo –agasajado a contraorden- dice que el Tata se tuvo que ganar su estadía de ‘nuevo’ del barrio o pagar su derecho de piso como buen forastero en tierra ajena; este rrioba, a la sazón era/es de ‘guapos’ esquineros y trompeadores. Vivía en la cuadra un zambo alto y fornido, -de figura amenazante- que lo acosaba y molestaba incesantemente (ahora le dicen bulling); es en uno de esos días fabulescos que la paciencia oriental del maestro Jedi se colmó y remontándose al regreso de la cámara treinta y seis dio buena cuenta del abusivo moreno que terminó hecho zanguito para después concluir en franca amistad, la buena política del vecino sin duda alguna. Retro al destino en el ‘28 de Julio/Gran Restaurant’ y el negocio de la recordada mamita Rosa dónde insignes figuras del arte peruano desfilaron como amigos y comensales entre sus mesas y sillas a una cuadra del parque Mánco Cápac. Anónimo personaje fuera el entrañable pintor Víctor Humareda –sentado con su estampa solitaria,burda y sencilla como ‘El Vagabundo’ Charlot- caminaba desde su Lima Hotel en el corazón de La Parada para saborear el plato fuerte de la casa: la famosa sopa de porotos a la chilena de los lunes (secreta receta aprendida por su fiel mozo el sureño señor Gustavo en la memoria familiar). Otros platillos rescatados del álbum mamita Rosa: el fricasé de pollo, el caldillo de huevo batido o el cau cau de mondongo sin mondongo (platos olemos, mondongos no sabemos). También se daban interminables jaranas criollas dónde pisaron Óscar Avilés y Arturo Zambo Cavero, entre otros bohemios criollos irreconocibles por nuestra corta edad y desaprensión a ese género musical. Instántanea de vida honrable e imborrable es la que presenciamos en una de esas nuestras innumerables visitas al restaurante: un nutrido grupo de amigos de la casa, cantantes y músicos se despedían con un sonoro ‘chis’ para el recuerdo de la mirada al pajarito dejando entrever su inmenso cariño a nuestra abuelita, a la mamá de Kike o don Kique, el adiós homenaje en el mismo día del onomástico feriado nacional de nuestro viejo, como hoy día, en el día de Santa Rosa y la policía nacional con el estribillo musical: “ ¡ Ay Rosa!”

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