Solo soy yo el que fisgonea por la cerradura de tu alma inquebrantable
paseo en el desasosiego de los días mansos, las calles linceñas no dan más de lo que mi deseo antepusiera
el árbol impávido -frente al ojo ciego- es un sobreviviente de la cuadra veinte, son tres hermanos más
la estación desata toda su furia cada día de verano para el caminante anónimo que transpira su vida a medias
el bulto desde hace un mes, aguarda su introspección para aplacar temores cercanos, -aún no ha llegado la hora-
las canciones posteadas seguirán guardadas hasta el día señalado, solo la radio al fondo del taller solitario
propalará los últimos acordes del single olvidado, cremoladas al frente del cuartel de bomberos
para apagar incendios del corazón, refrescarán cada mirada negada, el sabor de lo impronunciable no está en venta
el reto se ha trasladado más allá de nuestras carencias, parece que el oasis llegó a la Mariscal Castilla
pasado mañana para volver otra vez a la danza de la respuesta que calme la sed de pensar en otro destino malrachero
las habitaciones sobran, la música del gran silencio se ha instalado hace un mundial, a dos de la soñada partida oeste
sin reclamo que se parezca a nada más de lo que yo pueda alucinar en mi pensamiento trotamundo
el elixir no procreará más inocentes mutantes en esta ciudad indolente
todo por el ideal juglero, por la gracia del verso perdido, entre cambios de velocidad va la prosa frenética
pocas veces traducida ni con subtítulos para la exportación, te ofrezco únicamente este pedazo de compensación
que nace a partir del misterio de la palabra inquieta por la causa del paradigma de tu existencia casi mitológica
la última lamida del helado prohibido solo para creer que te conozco en la nueva temporada por venir...
sábado, 4 de febrero de 2012
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