La noche se hace añicos y yo esperando la misiva que nunca llegó;
yuxtapuesto, ebrio de odio, mal de rencor, -prosigo con mis pasos más absurdos-
Aquella callecita que creíamos nuestra, no es más que un torbellino inconcluso,
incluso no tengo mayor recuerdo de ello.
El silencio una y otra vez, esta la pago yo y miles de infelices vulnerables
toman su último trago fiero.
Estoy de vuelta -eso creo- ya no más, ¿para qué desvelarse por un imaginario?
Con vasos espectros aguardando el inesquivable rescatando, me voy....
recogiendo de entre los escombros.
Alzo el vuelo y allí estaba por nuestra parte.
Alto, no pueden sacar los mismos miembros de la cofradía,
hoy amaneció triste y las últimas páginas que todavía las tenía pensadas para ti
las he arraacado de mi mente.
Sin nombramientos ni apelativos ya, no figurará más de eso
en mi inexacta descreación huidiza.
Desayuno vacío, no más textos compartidos, tengo que salir.
Lince, veinte de enero, verano de 2011
jueves, 20 de enero de 2011
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