lunes, 24 de enero de 2011

Writting with myself: school's out

Todavía miro hacia atrás, aquel primer año en el San José fue un cambio nada fácil de digerir; me sentía como un 'recién bajao' de mis Chaclacayos hacia la capital (la ahora vorágine 'ciudad de los reyes' en pleno malcrecimiento sin definir su estado de ciudad, de país enrumbado hacia el desarrollo, sentenciado a vivir en su condición de país 'chicha'; "El Perú es un mendigo sentado en un banco de oro", -cita del sabio Raymondi- que reafirma la vigencia de la situación histórica de una nación incongruente).


Los primeros meses no llevamos lonchera así es que nos 'matriculamos' en la cafetería de la señora Noriega, una dulce mujer que me recuerda a mi viejita por su disposición y preocupación constantes por estar bien atendidos.



Coger la charola para que nos sirvieran la entrada o sopa, segundo, postre, fruta y refresco en una sola bandeja; me resultaban completamente ajenoss a mi concepción de lo que era comer en casa.



La vez pasada que estuve conversando con Flower, me hizo recordar que en aquel quinto de primaria lucía un tremendo 'bobazo'-cosa que no recuerdo en absoluto, así es que el cassette de la memoria ha sufrido cortes y empalmes insospechados.



Más retro: previo al cambio de Chacalacayo a Lima -en el Winetka- recuerdo que yo estudiaba con un amiguito de apellido de la conocida tienda Oechsle, quien era primo de un niño -con billete-que fuera secuestrado para pedir rescate por su vida (fue todo un acontecimiento que salió en todos los medios,resultaba tanto inusual como difícil de entender para un niño lo que sucedía y comprender la magnitud el hecho).



De igual forma ocurrió un hecho similar pero más escabroso que el anterior (al niño lo liberaron sano y salvo, si la familia pagó o la policía actuó no tengo mayor recuerdo de ello) sucedió cerca al San José -creo que en el Montemaría, colegio vecino al cual mi amiguita Mariella se mudara-.



Aquel año una niña -de primaria o secundaria no lo sé- 'desapareció' varios días saliendo del colegio; posteriormente la encontraron muerta con signos de haber sido violada y quemada; noticia que causó pavor en los escolares que estudiábamos cerca al lugar donde fue hallada (no todos los relatos suelen ser bonitos).



Zapping al segundo de media, era el primer 'tono psicodélico' de mayor afluencia al que concurría y en el colegio; para esto nos habíamos preparado con algunos patas del cole para entrar 'sazonados', creo que fui con Ricardo 'Cometa' Figueroa, 'Tuco' Olarte, Rubén 'Guitar Hero' Alarco, el 'mono' Estupiñán y un pata del barrio y de mi infantería: Kiko Arias (hace mucho viviendo en Canadá con amnesia amical).



Pasamos antes por la licorería de 'Don Jaime' (hoy desaparecida en lo que fuera el Centro Comercial Monterrico), un tío que vendía todo tipo de pertrechos alcohólicos y así nos apuntamos con unas botellas de Coco Macerado y Guinda (clásicos tragos de iniciación para muchachos intrépidos y castos como lo éramos nosotros).



Tomamos desmedidamente, sin reparar en las consecuencias de nuestro limitado background botellero.

Como tomamos afuera del tono y caminamos por la avenida Angamos (ex Primavera), nos dio el aire y llegamos al auditorio del cole recontrazampados, mareadazos con ganas de buitrear el rico almuerzo que nuestras abnegadas madres nos prepararon con tanto esfuerzo y cariño.


-¡Brrrrooooacccc!, se salió el huayco y parte de nuestras dolientes tripas,- mejor para entrar frescos-, decoramos el medioambiente junto a pequeños árboles y matorrales apostados en la cuadra tres de Tomasal.



-Ya vamos, nos dimos unos sacudones en nuestras transformadas caras, nos aplicamos unos chiclecitos mentolados para no oler y nos puedan dejar ingresar sin levantar mayores sospechas al recinto (tarjeta aceptada/tarjeta pagada).



Adentro en el coloso, se veía imponente el auditorio oscuro ambientado con luces pisodélicas -recuerdo como fue ayer- a un costado una de las gemelas Sangüesa (creo que estuvo con el desparacido alumno Mosquera) aplaudiendo un tema de los Toilet Paper, Franjo cantaba "Rocking me baby" de Steve Miller.



Al baño rápido para lavarnos y remojarnos las caras, si no nos paramos no la vemos.

Sin temor a equivocarme creo que no bailé ninguna pieza que coverearon los Toilet, es más -como era bien chato y pueril- me conformé con contemplar y escuchar a la banda tocar, para mí fue como uno de mis primeros conciertos de rock -sonaban cuadradazos los patas-.



"That Big Fat Mama" (de los Status Quo), "Razamanaz" ( de Nazareth), "Hey You" (de BTO) fue lo mejor que escuché de ellos aquella noche, más temas de Slade, Grand Funk, Boston, entre otros; el hard rock y el progre sonaban bastante en aquellos días, la salsa aún no calaba en el grueso de la población así como la cumbia y la chicha eran géneros musicales marginales, sin embargo en el proceso de crecimiento y transformación de nuestra enigmática Lima los vericuetos del mercado musical latino darían un vuelco tan increíble como la realidad de nuestro país; el rock quedaría relegado a un plano menos comercial pues géneros mutantes como la tecnocumbia, la nueva cumbia (relanzada como producto influenciado por el tex mex), la salsa, el reggetón y otros subgéneros dominarían hasta la actualidad el mercado musical de las radios y los medios locales.



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En la madrugada te conozco

La largada laboral resultó fatigante, no dio para espacios oportunos para mi alma

de boleto.com y la madrugada crujiente yace espléndida para enrolarme en solitario

ya se van, two days more son imposibles de abrazar, el espacio se reduce

y me quedo con las ganas de verlos un ratito más en memoria del entrañable

los gorriones del parque telonean la mañana dominguera ad portas hacia el final

todos duermen, así es que la bitácora incomprensible venga a mi reino

mi estómago interrumpe como siempre, me mantengo firme sobrevolando Lima sórdida

la balada del insomnio en su punto como suele serlo por los días actualizados

sin olvido con esperanza etérea peregrino de entre mis adentros buscándote

tose el druida ya en quinta para culminar esta página inmmemorial

debe haber sido, yo supongo, el lunes amenaza mis citas pactadas

mañana, hoy será el penúltimo y el recorrer absurdo me hallará sentado por un verano soleado

son varias, no me detengo, canto por una última, revisaré mis notas entre las tuyas

para anclar pleno de nostalgia, sentido por tu presencia retro

de San Luis a Lince, de allí hacia el sur, retorno por la Panamericana solitaria en tu nombre

Lince bohemio, taxi angustia hacia la reja

ya en el búnker instalado como cada noche agonizante te saludo

adiós sin remedios, la amanecida avecina, reiniciar para dormir.

viernes, 21 de enero de 2011

Writting with myself: más San José y otras yerbas

Una escena que me quedó grabada en la retina fue la bronca que presencié en mi salón de primero de secundaria "A"; Juan de Dios Luna Victoria era un pata bacán, bueno, tranquilo, simpático, cantaba más que entonadamente:¡"You've Got Hilde Your Love Away"!, era fan de los de Liverpool -lucía una larga cabellera que a veces la escondía cuando los de disciplina lo jodían para que se cortara el cabello, yo también lo tenía semilargo-, jugaba como los grandes, era zurdo y tenía un 'cuete en el pie.

Alguna vez, en algún partido de aquellos, cuando nos comenzamos a quedar más tiempo en el cole -en las famosas tardes deportivas- jugaba contra él y le tapé varios tiros, incluso un penal (héroe por un día).

Ya que hablamos de partidos épicos, ese mismo año había campeonato interno entre los salones del mismo año y el equipo de nosotros lucía polos azules para identificarse de los otros; jugábamos en la cancha de fulbito de primaria contra el primero "B".

Ellos eran granates y estaban -algo me acuerdo- Ricky -eructo- Gonzales (en algún lugar de un gran país), Jorge 'La Pera' Rivera (creo que Lucho Estacio también estaba) y tapaba Aníbal -dientes de Chiclet's- Salcedo, todo de blanco.

Aquella tarde -no sé quién armó el equipo- me tocó jugar y no sé porqué diablos yo no tenía camiseta azul; entonces le pedí al 'Mono' Estupiñán, al 'Tuco' Olarte y creo que también a 'Ginger Head' Rubén Alarco; nadie me quiso prestar, imagino que en aquellos días la inmadurez, un tanto la desconfianza, la bronca y los celos infantiles -ya que ellos estaban de suplentes- y no sé qué otras vainas más se interpusieron para que no luciera de azul.

La verdad que me sentí bastante decepcionado por quienes consideraba mis compañeros; así es que igual jugué con mi bibidí blanco, así me lo permitió el árbitro.

Esa tarde -y fue la única por cierto-; ganamos como tres o cuatro a uno; yo metí sin mal no recuerdo tres goles (dos de cabeza y uno de pie), estaba iluminado y mi piecito zurdo se batió como los güenos güey.

Pablo 'Taca Taca' Andriaza -de ter-ter-ter-cero- estuvo chequeando y me miró moviendo su tartamuda cabeza asentando mi brillante y milagrosa tarde (mi plima la china Karim estaba a un costado de la cancha, me miró riéndose: ¡Bien!).

De vuelta a lo que íbamos, la bronca de mi pata Juan de Dios (hasta el nombre de santito le adornaba su pepa, que la tenía dicho sea de paso); en aquellos días -¡y bastantes para recordar por Dios!- nunca faltan los bacancitos, los pendejitos, los maleaditos, los conch...los que se las traían todas, tenían 'plata' -para qué negarlo- pero eran de los más engreídos, caprichosos, pedantes y atorrantes (no se les podía decir nada porque paraban en mancha con los más maleaos y malogrados, eran de la argolla y todas esas huevadas que nos hacían la vida bien estresante e insoportable).

Uno de esos webas era Guillermo Yáñez -que paraba siempre con Édwar Horna y otras 'joyitas' de moda-; entonces siempre es lo típico que el dizque 'bacán de la cuadra' tenía que demostrar quién mandaba en el gallinero.

Ahora -debo suponer que le tenía pica y envidia a Luna Victoria por su carisma con las chicas y porque jugaba bien su pelota- porque no encontraba otra explicación a tanta estupidez junta, bueno, cosas de chibolos inmaduros y disfuncionales (¿de dónde habrá aprendido esos hábitos?).

En uno de esos tantos recreos, Juan de Dios estaba sentado tranquilo en su carpeta, creo que comiendo un sánguche y pasa justo el susodicho Yáñez con su grupete y de pronto le tira el sánguche al piso; -se ríe el maldito-, Juan de Dios se queda quieto, inmutable (no sé si se estaría 'chupando' o qué pasaba por su mente en esos imbéciles momentos).


Guillermo le desafía parándose frente a él; Yáñez que le pasa la mano por su cabello despeinándolo con su sonrisa de matón de quinta.


-No te quiero pegar, por favor, no quiero pelear contigo, no te quiero pegar, -le decía pausada sin perder la serenidad el buen Juan de Dios-.

Yáñez le iba a poner otra vez la mano encima cuando reacciona rápidamente Luna Victoria y en un dos por tres -con una llave doble Nelson (Rivera) o la de Blue Demon- lo tumba al mentado matoncillo de cartón al suelo y lo tiene debajo de él, a su merced, en bandeja como un cordero a punto de ser degollado.

-¡Te dije que no te quiero pegar, que no quiero pelear contigo, has entendido! -le dijo casi gritando y en tono amenazante Juan de Dios levantando su brazo con el puño izquierdo cerrado listo para estamparse en la carótida del rival derrotado.

Ahí nomás quedó la cosa, Juan de Dios se paró y lo dejó ir, el 'Yáñez' se retiró -más rojo que un rabanito- con la cola entre las patas, rápidamente para no sufrir más vergüenza y llevarse su afrenta a su lonchera (de allí nunca más, santo remedio, lo admiré más a mi pata Juan de Dios no solo por la lección propinada, sino por el don de gente que le alumbraba su gran aura, un pata de aquellos carajo (ya te encontaré Juan de Dios, el destino tiene que ser favorable men).

Otra más, ¿quieren?, ¿sí?, ¿no? ya pe, ahí les va.

Ese año -como todos los años- ingresaban alumnos/nas nuevos(as) de otros colegios así como empezaría el exodo de los buenos profesores y la quitada casi en masa del alumnado por luchas antagónicas entre diversos grupos tanto de padres de familia como de los mismos profesores y personal administrativo, días oscuros reinarían en el San José, una pena.

Para variar, los hermanitos Solano eran otritos que les gustaba la mechadera y portarse mal entre otras cosillas.

Claudio -el menor, el black, para diferenciarlo de su otrora bro Sergio 'milk and coffe', (jetón en el recuerdo compadre).

Pero igual eso no quitaría que esta pareja dinamita cometerían sus fechorías desde primaria hasta los últimos años de reinado escolar secundario (paradojas destinatarias cambiarían de conducta a los hermanitos, Claudio se reformaría y Sergio se convertiría en el nuevo Tony Corleone).

Ya, de frente al rincón del box, el primer día -fresquesito nomás- entraba el 'loquito' Juan Ayres directamente importado del Polo Jiménez y Claudio lo sacó al toque que podría ser su rival, el que podría destronarlo y no sé que cojudeces más.

Lo cogió desprevenido y en el primer recreo lo gomeó, el loquito no se quedó, también era agarrado y con doble fuerza (la normal y la otra), se quitó la camisa de fuerza y comenzaron a trenzarse, al final, nadie peguó, los separaron, midieron fuerzas, el loco era tranquilo pero respondía cuando las situaciones lo ameritaban, después se hicieron patas y uno no se metía con el otro.

Peleas, broncas del ayer -que hay más por contar-, ya estuvo güeno por hoy, mañana me espera una brava (chamba por si acaso malpensados lectores), ta mañana, sueñen e inviten.

jueves, 20 de enero de 2011

La noche que murió antes de decirte lo indecible

La noche se hace añicos y yo esperando la misiva que nunca llegó;

yuxtapuesto, ebrio de odio, mal de rencor, -prosigo con mis pasos más absurdos-


Aquella callecita que creíamos nuestra, no es más que un torbellino inconcluso,


incluso no tengo mayor recuerdo de ello.


El silencio una y otra vez, esta la pago yo y miles de infelices vulnerables

toman su último trago fiero.



Estoy de vuelta -eso creo- ya no más, ¿para qué desvelarse por un imaginario?



Con vasos espectros aguardando el inesquivable rescatando, me voy....


recogiendo de entre los escombros.



Alzo el vuelo y allí estaba por nuestra parte.



Alto, no pueden sacar los mismos miembros de la cofradía,

hoy amaneció triste y las últimas páginas que todavía las tenía pensadas para ti

las he arraacado de mi mente.



Sin nombramientos ni apelativos ya, no figurará más de eso


en mi inexacta descreación huidiza.



Desayuno vacío, no más textos compartidos, tengo que salir.





Lince, veinte de enero, verano de 2011

martes, 18 de enero de 2011

Writting with myself: La llegada al "San José"

Estábamos en vísperas de mudarnos a Lima, pero eso sería aún el siguiente año. Seguimos en Chaclacayo, es mil novecientos setenta y cuatro.

Así es que tras esa corta estadía escolar en el Winetka -de Chaclacayo- nos pasaron a uno que tenía nombre de turrón; Kique iba segundo de media (terminaría en la quinta promo 77 -la del conejito-, una de las más bravas: la de 'Kerosene' Guerra, el chino Lui (de dudosa reputación), 'Comeniño' Falcón, Adagüi y Romero dueto de buena interpretación -quienes plagiaron un tema de Sui Generis: "Rasguña las piedras", para hacerlo suyo y ganar un concurso interno de canciones; del zambo Reyes, de 'Cucaracha' Mora (peloterazo y controversial personaje que tuvo un paso fugaz por el fútbol de primera división).

Yo iba a quinto de primaria, Aldo a tercero (estudió con Izusqui, Manuel Salcedo, Rosellita Cárdenas (ahora una luminaria del canto), Manuel Cáceres (un talento para el dibujo y la pintura); 'Leturia' (hermano del 'Zango') -ambos peloterazos- y Joselito a jardín (a quien tuvo de compañerito a Franco Podestá y a Carlitos Rodríguez, unas 'joyitas' en bruto).

Este nuevo colegio al que acudimos -aquel ambivalente año- era mucho más grande que el anterior: grandes instalaciones, cancha de fútbol, pista de atletismo, patios amplísimos, cafetería, kioskos,áreas verdes y una inmensa capilla que posteriormente se convertiría en el gran auditorio para las charlas y reuniones de padres de familia, para las actuaciones, para las filmaciones documentales, para los talleres de música y para las recordadas fiestas de prepro y promoción.


Aquel año estaba de director -si la memoria no me es esquiva- el recordado Dr. David Castrat; con quién mi padre colaborara para lanzarse en su lista para las elecciones internas de la asociación de padres de familia y que durante muchos años sería como una maldición que persiguiría al colegio en continuas y penosas disputas por la tenencia del poder e intereses ajenos a los fines para que fue destinada la asociación civil (esas son historias que no prefiero tocar porque conforman parte del pasado oscuro y triste de la institución).

Durante aquel año -que recuerdo con mucho cariño por los inolvidables momentos que pasé- ocupé el aula del quinto "B" y cuyo tutor a cargo nuestro era el añorado profesor Claudio Rivera Jordán -sino, el único 'profe' a quién consideré como el mejor de mi accidentada estadía escolar en aquel centro educativo de Monterrico-.

Voy a tratar de repasar lista y a sacudir un tanto mi memoria para hacer el intento de recordar a mis compañeros de clase (en desorden alfabético, pues no me acuerdo de todos):

Milagros Marín, aquella niña entrada en carnes que escondía su rostro por vergüenza incomprendida.

Carlos Chalco, achinado y jetón, ¡cómo no olvidar aquel disco de 45 RPM importado que me prestó con la carátula de los Monkees! -era de su viejo, así me lo repetía seguro para que lo cuide mejor-.

Florencia Delucci, la linda chiquilla de cabellos castaños ondulados con una mirada peligrosamente coqueta y apasionada (me ponía nervioso cuando fijaba su rostro en cualquier presa que ella seductoramente escogía, precoces han de ser las mujeres...

Óscar Rodríguez Asmat 'Chacahalaco', de mirada esquiva, tenía una sonrisa inocente y vulnerable; después sería un gran pelotero; ahora en la madre patria.

Winston Arroyo, a pesar de su discapacidad se daba el lujo para tapar en el arco del salón; buen pata, noble -pero como todos- pienso que equivocó un poco el camino durante la secundaria y mechaba bien para variar.

Edward Horna, fosforito, era el 'bacancito' que nunca falta en cualquier grupo de amigos, jugaba su pelota, era el capitán, le gustaban las chicas y las peleas también; se perdió bastante durante la secundaria, después cuando nos cambiaron de salón nunca más llegamos a ser patas y en las reuniones de ex alumnos las distancias son mayores aún.

Jorge Luis Vega, le gustaba cantar bastante y su africa look oxidado -era/es pelirrojo- eran parte de su peculiar etiqueta.

Beto Santa Cruz, siempre de pefil bajo, tenía una vocecita que contrastaba con su inmensa talla.

Sergio Oliden, 'El Lechón', mantenía/mantiene una segura sonrisa, no fuimos patas pero siempre me inspiró confianza.

Déborah Sevilla ('Cebolla' la fregábamos), chica tranqui muy parca, se avergonzaba de todo.

La 'mona' Cecilia, la jodíamos que era la hermana de José Luis Salas de la "C" (del profe "Che Garufa") porque era bien velluda, tenía brazos largos y el parentesco era increíble.

Luis Estacio; quien por indicación del entonces coordinador de primaria, el profesor Luis Gambini y el profesor del quinto "A", el profesor Wilfredo Carrasco; decidieron cambiar al inquieto Luchito por sus constantes fechorías y no menor irrefenable conducta (nunca fuimos patas ni en la primaria ni en la secundaria, el tiempo y el destino se encargarían de juntarnos y consolidar una gran amsitad a pesar de las ocasionales divergencias que siempre se presentan en nuestro camino).

Ivette Cáceres -mi querida amiga-, yo le puse 'tortuga Dartagnan', ¿porqué?, por su naricita de ofidio y por su tendencia hacia el francés involuntario (yo la estimaba mucho en aquel efímero año de aquella inocente amistad, con la separación tanto de secciones y géneros durante la secundaria, más nuestro cambio conductual de la inmadurez de los años irresponsables y alocados vividos durante la pubertad y la adolescencia nos distanciaron tanto hasta aquel beso de acercamiento -por la pipa de la paz- el último día de colegio del último año de la secundaria.

Muchísmimos años después -por insospechados laberintos intrínsecos de la vida- la contactaría como quién tira los dados a ver qué sale y creo yo (¿lo crees tú?) que ha sido/es uno de los rescates más valiosos que pude, que pudimos hacer respecto al valor de una linda amistad perdida en el tiempo (ahorita no sé, como muchas cosas, no suelen andar bien y...)


El gran recuerdo que llevo dentro por siempre es aquella fiesta de promo en el salón; era la primera vez que mi casta persona asistía a un tono con luces psicodélicas -estaba impactado por la emoción del momento-, recuerdo que fui con mi camisa roja -tipo guayabera, alucinen- y pantalón acampanado celeste con recuadros blancos comprados en Maruy, más mis makarios marrones comprados en la zapatería De Louis del Jr. de la Unión en el Centro de Lima; peinado con raya al costado, con patillas largas, semipelucón, muy posthippie, muy nuevaolero carajo.


Las chicas estaban lindas con sus vestiditos de bobos y mediecitas blancas -tipo Candy Chui, a Ivette se le veía linda-; ellas dejaban escapar ricas fragancias que alimentaban mi imaginación revuelta por mis glándulas en plena ebullicón.

Recuerdo que llevé mi cigarrillo -comprado en La Casa de las Bromas- de la entonces Galerías Boza, tenía una platina roja en la punta que simulaba estar encendido -con las luces psicodélicas y la oscuridad del recinto se veía locazo, además yo soplaba talco de ese cigarro de mentiritas pareciendo como si estuviera fumando de veras (cosas de niños ¿no?).

¿La música?: "La noche que murió Chicago", "Era una noche tormentosa", "Puppy Love"; "Blue Bird", hartas nueva olas; entre lo poco que recuerdo (aún no era un gran cultor de la música, recién estaba comprando mis primeros discos).

Así culminé aquel año de mi inocencia pese al avance incontenible del tiempo, a las trepadas y caídas; aún se mantienen vivos esos contados momentos frescos en mis recuerdos más preciados, en mi insólita agenda de vida...

BANDIDO

Retro al setenta y cuatro, aún viviendo en Chaclacayo, ocasionalmente acompañábamos a mi viejo a Villa Jardín a inspeccionar los avances de la construcción de nuestra nueva jato (mi actual paradero).


Aquel año nos regalaron un perro (un hermoso pastor alemán cruzado con belga, después descubriríamos a la bestia que le habíamos abierto nuestras puertas); mi tía Rosita quien era gran amiga de mi madre y quien posteriormente durante el primer gobierno de Alan García tuviera una mejor vida por los enlaces con el poder y sus secuelas.


Bandido le pusimos, copiando al cachorro de aquella serie de dibujos animados -Johnny Quest- que mostraba una mancha como anteojeras y nos hacía recordar a los chicos malos de Walt Disney.


Llegó de sorpresa, -una tarde chaclacaína-, gordazo era, tendría unos tres años de edad y tragaba como una verdadera bestia; le daban quáker con leche en el desayuno, almorzaba y comía como las personas; su ollaza de sopa de carne o pollo con verduras.


Desde que llegó a la casa mostró su faceta predadora, el jardín del patio interior prácticamente lo arrasó, se convirtió en un terral, dejar la ropa tendida era un peligro latente, ni los zapatos podían estar a su alcance, arrasaba con todo lo que tenía al frente.


Tan solo quedó el imponente y longevo árbol que se batía estoicamente para mantenerse en pie, era un noble árbol que daba las mejores paltas que jamás haya comido en mi inquieta vida, eran unas paltitas negras de cáscara rugosa que tenían un sabor increíble con textura mantequillosa -simplemente malditas-.


Así Bandido hacía de las suyas y la verdad de las cosas que no sabíamos cómo manejar/lo;el ambiente olía a perfumes de orines en lugar de la fragancia de nuestro hermosa enredadera de jazmines blancos; los montículos de mojón estaban por todas partes del arrasado jardín y cuando era época de fin de año nosotros le reventábamos cuetecillos y cuetones haciéndolos volar por los aires (éramos una buenas mierditas).


En ocasiones cuando él se quedaba dormido o andaba distraído le poníamos trampas de ratón en su cola y cuando sonaban corríamos sin mirar atrás para salvar nuestras vidas (gran razón para que nos lleve bronca).


El temible can era bien receloso y solo le obedecía a mi viejo, a mi hermano menor Jose y a mi vieja que le daba de alimentar; con nosotros de lejitos nomás, ni acercarse cuando estaba papeando, era un real peligro de muerte.


Había crecido rápidamente, se le veía fuerte y temible (grande y con un aspecto cercano a un lobo, no es mentira); se dejaba acariciar por las visitas, se quedaba tranquilto cuando inesperadamente se lanzaba contra su presa para morderlo; recuerdo que a varios amigos de mis hermanos les dejó la huella de su cariño malo, a Aldo le hizo dos hoyitos en su cabeza por que el animal recordaba quién le hacía mal y quién no.


Quisimos corregir su irrefenable conducta; lo llevamos a "El Paraíso", un centro de adiestramiento para perros que quedaba a la salida de Vitarte; aprendió a obedecer durante algunos meses después se olvidó y regresó a su espíritu asesino.


Al año siguiente Bandido se mudaría junto con nosotros a Lima y allì se consagraría como un verdadero lobo feroz; gran parte de la culpa fue nuestra por no saber criarlo con la atención y el cariño debidos.


Bandido se había transformado en un imponente animal, era hermoso y temible a un tiempo; brindaba grandes batallas con dos o tres perros a la vez; era bravo entre los bravos -como imaginar al perro de 'Pedro Navaja'-.


Cuando llegó al barrio allí había un perro grandazo -cruzado con chusco, Dumbo se llamaba- era como un perro sabueso con unas orejazas pero inmenso.


Así es que un día de esos tuvieron que encontrarse para demostrar quién era el guapo de la cuadra; la pelea estaba pareja: Bandido arriba, Dumbo abajo, Dumbo arriba, Bandido abajo...


Tras largos minutos de dentelladas feroces Bandido terminó correteando al mentado contrincante, destronándolo y desde aquel día fue el 'papi ricky' sin más ni menos.


Las heridas de guerra fueron grandes, Dumbo amaneció parchado y con aseptil rojo por varias partes de su lacerado cuerpo; Bandido tampoco escapó a ello pero en menor cuantía.


Bandido solo salía a pasear de noche(mi viejo era el único que lo sacaba), muy tarde para que no muerda a nadie ni se le cruce algún perro en el camino que podría convertirse en su próxima víctima.


Mató a varios perros de vecinos conocidos; cuando sucedieron aquellos infelices episodios ni con piedrones ni con los gritos de nosotros soltaba para nada a sus víctimas a las que las tenía atrapadas por el cuello entre sus afiladas fauces.


Alguna vez mi vieja le echó agua caliente para que suelte a una víctima de tantas, esa se salvó por un pelito.


Ya tenía como diez años viviendo con nosotros y mi viejo quería regalarlo a algún lado, estaba pedido porque en cualquier momento podía ser presa de un bocado envenenado vengativo -y con razón-.


Hasta que Bandido lo dejamos en mi colegio -el San José- con el recordado maestro Quispe, para que se aune a la partida de perros que criaba para fines de vigilancia.


Hasta allí no supimos más de aquel perrito gordo y juguetón que llegó un día a nosotros sin saber que más adelante terminaría deportado por sus acciones sangrientas -involuntarias por cierto- y que en gran parte se debió a que nunca estuvimos preparados para acogerlo y no supimos brindarle el tiempo y cariño necesarios.

Epílogo : mi madre solo quiere a sus plantas y al jardín del parque que tanto por él se desvive día a día; asímismo mi viejo tampoco supo criar bichos, -con las justas nos aguantó a nosotros-, que sean felices y coman lo que quieran...

domingo, 16 de enero de 2011

LAS BODAS DE FÍGARO

Estrellada fue la noche más esperada por el clan Wong y no menos ansiosa por la tribu Wimpón.

Así, llegamos a este capítulo de corazones atrapados e historias miles que más adelante algunos contarán y otros se las llevarán.

A eso de 6:45 p.m. partió el pequeño convoy -desde la casa de Kique y Piinta- en tres unidades transportando a los los Wong Alvez y las embajadoras barasileras doña Cesarina (ma de Dulce y abuelita de Pablito), y Francisa, amiga de su familia venida desde Belho Horizonte, los Wong Ruiz, los Wong Larrabure y los Wong Piña.

Ya en la parroquia donde se ha de celebrar la misa por los Golden Years, los enternados -algunos no muy a gusto por la indumentaria pingüinera- y ellas 'pericas' con la parafernalia de gala para caminar por la alfombra roja.

Algunos invitados ya estaban instalados, nosotros de ida y vuelta hasta hasta la hora pactada; dieron las siete y treinta, se inicia la ceremonia: todos los nietos: Lucianita, Zoe, Jose Alonso, Pablito, Luana e Isaboe más tres invitaditos llegados por improntus misceláneos.

La misa con el padrecito colorao fue más rápida que el canto del gallo y la negación de Pedro.

Así es que de vuelta a formar el séquito para los saludos por el salón de la fama y arrancar para el local del bailongo.

Antes las fotos de rigor para/por el álbum de la memoria (Aldo -con quien estoy más emparentado desde mis fibras más íntimas- se perdió la filmada por la memoria esquiva de mi viejo (a traer las tarjetas para la ubicación de las mesas).

Ocho y quince -diablos-, faltan cuarenta y cinco minutos para que aún lleguen los patas de la multimedia; a coordinar con Aldo y Jose los preparativos, el programa para el evento estelar.

Prácticamente todo listo, el equipo instalado -esperando al DJ para la puesta en escena- las mesas vestidas, los mozos en lo suyo, el 'combate' en proceso.

Isaboe y Yuli -anfirtionas mediáticas- en la entrada al local; el aforo iba en progresión algebraica, llegó el DJ; son más de las nueve y los huevas de la multimedia que no llegan.

Restructuración del plan, que entren los 'novios', el clásico Danubio para los aplausos que calientan la noche, un bolero caleta para el primer baile, luego el Danubio en versión -intro- inédita para iniciar la descarga en tiempo de mambo, ellos primero, luego uno a uno pa bailar ritmos ajenos a mi paladar auditivo; todos los bros, las tías, los tíos, primos, sobrinos, nietos y los que quisieron arrojarse a la arena para el disfrute del baile compartido.

Ahora -la hora de la verdad- mi suscinto discurso para la ocasión, en inhalámbrico con el trémulo papel para mi voz begin; el brindis con Jose, los ciento y treinta y tantos convidados.

Ecran, laptop y parlantes para dar comienzo al regalo/sorpresa que se ha de proyectar, el álbum fotográfico de cincuenta alos de historia; muchos se vieron en distintas épocas, tras veintidós minutos estallidos de emoción se vieron envueltos en ríos de lágrimas interminables (algunos contenidos con su melancolía disfrazada), Corín Tellado no lo hubiera hecho mejor.

Pablito y Jose Alonso fueron -'sin querer queriendo'- los más atribulados y 'golpeados' por la historia ausente que no pueden abrazar (¿¡......!?).

A comer -sirve el chato Barraza-, brochetas mixtas y el Cordon Blue para las recargas intestinales; el baile da comienzo con salsitas retro, más invasión cumbiambera que la pista de baile anunciaba una noche de aquellas en la Lima enigmática.

Corren litros de whisky on the rocks, vino de reserva y gasesosas para los zanahorias.

Abrazos en las distintas mesas hermanados por una sola causa y un motivo más que suficiente para rendir tributo a la cincuentena vida de los viejos.

Sazonados y empilados, me sacan a bailar obligado por las circunstancias, los dos clanes viviendo el acontecimiento del años, amigos cercanos son testtigos de lujo por la magia de la noche.

Al encuentro con primos, tíos y amigos del pasado y presente, saludes por aquí y por allá; ahora ponen rock -ya puedo soltarme, al fin- llegan también los 'combos chatarras' para la gente menuda.

Cerca a las tres y media de la madrugada, con la retirada paulatina de nuestros invitados, dejamos atrás los pertrechos de guerra, el saqueo generalizado, los puchos desparramados, los vasos y botellas agitados, el silencio reina ahora.

Más que 'movidos', más que contentos, más que felices, llegamos a la casa (son las 4:00 a.m.) para el descanso obligado, con la sonrisa dibujada en nuestros rostros, con mi alma puesta al descubierto imploro por otra noche más, por el valor de la famlia, por una vida más 'rica' hasta dónde podamos escribir más páginas conmovedoras.

jueves, 13 de enero de 2011

Writting with myself (six million dollar babies)

Así llegó 1975 y con él la mudanza a Lima, a nuestro nuevo barrio de Villa Jardín en San Luis (frente al Arco de Salamanca).

Nosotros también debimos ser los primeros vecinos fundadores de este nuestro nuevo hogar, no habían muchas casas construídas a la redonda, tal vez unas diez terminadas, otras tantas a medio construir y el resto solo eran terrenos baldíos.

El hermoso parque que está enfrente nuestro -tres veces premiado en el concurso de parques y jardines de Lima por El Comercio-, con una vista maravillosa es el fruto de años de esfuerzo, gestión y chamba conjunta vecinal encabezada por my mother: doña 'Pinta' Wong (quien hasta el día de hoy se levanta casi religiosamente todas las mañanas tempranito para regarlo y mantenerlo así de verde).

De vuelta al retro, hace treinta y seis años el parque era el rezago de una chacra, una amplia extensión de terreno no asentado, medio terral, medio verdor donde las vacas aún pastaban, los obreros de construcción libraban ardorosos partidos de minifútbol; además a un costado (en el actual jirón San Carlos del Pinar) quedaba el paradero inicial del comité 45 de la línea amarilla que partía de aquí hacia El Callao.

Los primeros vecinos nuestros fueron los Mendoza -en nuestra cuadra, el jirón Virgen de Fátima 115, antes Mz F, lote 9, calle 14-; Marlene, Magaly, Mariel, Pitín, Mitsi y Marianita (todas de lindos ojos que variaban desde el celeste grisáceo hasta el verde pardo), también estaba la familia Montes, la única farmacia existente a varias cuadras a la redonda, los Anamaría: Pocho, Pocha, Lily, Jaime, las mellizas Ada y Aída y Luchina.

Juancho -vivía en la todavía deshabitada pista auxilar a la avenida Circunvalación (vivió algunos años, luego se mudó), otros vecinos no menos queridos y conocidos fueron los Arias: Don César (notable señor fallecido hace algunos años atrás), doña Julia, César -Jr-, Kiko y Juan Carlos (todos ahora viviendo una mejor calidad de vida en Canadá).

En La Madrileña vivían los Cervantes: Patty, Carlos, Quela, Lily y Pocha; en la otra cuadra estaban los Gilli: Coco, Tito y Giovanna.

Al extremo del parque -en el Rondeño- estaban Violeta Rojas y sus hermanas; los Delliot: Martín, Carmen y la menor.

'El Pollito', 'Puchungo' más sus hermanos; la familia Hokada también; en esa misma calle los Horna: Luis, Carlitos y Claudia.

En San Carlos del Pinar: Chepita y su hermana mayor con Pedro Seminario; y los Munaya: Tato, César, Jaime y Juancito.

A la vuelta -en la Trinidad- estaban Yuri y los Carrasco más los Pércovich: Rafo y el 'loquillo'.

Más allá estaba Rocky -en el Alcazar de Toledo- vecino de Charo Muñoz y los Mejía: Patty, Raúl y Mónica; al lado estaba Jano y sus hermanas; posteriormente llegaron los Tapia en el Carabanchel: Walter, Dani, Kike y Lucho -con quienes hubo mayor acercamiento y relación por estudiar en el mismo colegio (San Agustín), amistad que se transformara en una de las más sólidas y las que mantengo hasta la actualidad con Dani -quien es mi mejor amigo y padrino de mi hija mayor-.

No menos numerosos y conocidos nuestros, los Bedoya: Don Manuel (en el recuerdo con el ajedrez, la pasión por las matemáticas y los puchos, doña Socorro (muy buena persona y gran amiga de mi madre), Natalie, Katy, Manolo, Mily, Vladi y Machi; los Delgado llegarían después (Lily y César) junto con los Salinas: Gisella y Fernando.

Así compartiríamos juegos como la bata, matagente, los siete pecados, nombre de, la canga, la chapada, las escondidas, la botella borracha, peloteadas memorables en el centro del parque y en las pistas; los primeros tonos con luces psicodélicas, las primeras huascas, los pininos amorosos, las broncas 'cojudas' de la inmadurez de algo así como: "Ustedes son del grupo de los sobrados, de los que se creen, de los bacanes, de los pitucos, porqué me miras así, me caes mal o me llegas al pincho", entre otras perlas que considero fueron parte de un aprendizaje, de una experiencia de vida.

Los años iban transcurriendo y con ellos el paso de la pubertad a la adolescencia...

lunes, 10 de enero de 2011

Writting with mysef (la quinta avenida)

Aquella vez me tocó dormir solo en el cuarto colindante al de mis viejos (hasta el día de hoy ignoro la razón que le movió a mi madre a separarme de mis hermanos).

Seguimos en la última casa de Nicolás de Ayllón, donde inumerables gorriones anidaban en los techos acabados con tejas y los pichones calatitos y rosaditos -recién nacidos- caían a veces contra el piso de cemento que daba al jardín de la entrada de nuestra casa.

También ocasionales huevitos rotos y abundante caca de nuestros inquilinos invasores embarraban y decoraban tanto las ventanas de la casa como el piso exterior.

De vuelta a la anécdota en el cuarto solitario; tendría unos seis o siete años, una mañana cualquiera de aquel día extraño y aterrador, yo dormía de espaldas a la puerta de entrada mirando a la pared, simplemente siento una mano tocándome la espalda, medio despierto, medio dormido volteo rápidamente para ver quién era, nadie.

Solo unos pasos invisibles alejándose de mi cuarto perdiéndose por el cuarto de almacén o dépósito hacia el balcón que miraba a la calle (las viejas maderas del piso no solo crujían, se veía, se sentían las tablas de madera hundiéndose por alguna fuerza extraña que nunca supe explicar y mucho menos entender).

Corrí como un ratón asustado hacia la madriguera salvadora -la cama de los viejos-, les conté a mis padres sorprendidos por mi relato de "Lo Increíble" de Carl Korchia (aquella serie de historias de suspenso y terror televisiva -en blanco y negro- de mediados de los setenta que Canal 5 propalaba en aquellos años del gobierno de Morales Bermúdez).

Ahora, si me creyeron o no, tampoco lo sé, solo sé que esa fue la última vez que dormí en aquel cuarto; lo cerraron y destinaron a guardar cosas.

Más aderezos para ese inexplicable incidente; cuentan los vecinos cual leyenda urbana que en nuestra casa hace algún tiempo una persona se ahorcó además de que la casa nunca fue bendecida.

Mi vieja al día siguiente trajo a un 'padrecito' para que rece sus oraciones antientidades y rociara su agua bendita por todas las habitaciones del segundo piso de la casa -y que para mis adentros la llamé posteriormente la 'Casa de los Espíritus'-.

Nuestra estadía en Chacalacayo -por siete mágicos años- estaba llegando a su fin.

Mi viejo -principalmente- por su trabajo y por razones de peso: -"En Lima está todo, allí está nuestro futuro" (yo había sido operado de las agmídalas y llevaba una vida normal, dejé de ser asmático, mis hermanos mejoraron con el crecimiento de sus procesos alérgicos y no había mayor razón para seguir viviendo aquí -así parecía-).

La verdad que un lado de nosotros quería irse y conocer más de la ciudad capital y el otro se había acostumbrado a vivir aquí, no queríamos dejar a nuestros amigos, mi vieja tampoco -ella siempre fue amigueraza y asidua a los 'té de tías', la charla parlanchina, el cotorreo cotidiano, el chisme de rompe y raja con sus etcéteras poderosos; pero -como siempre- mi madre abnegada ella, siempre siguió a mi viejo a todas partes y bueno, siempre hizo caso al carácter de 'macho dominante' de mi viejo (mi viejo era/es el Rey León y mi ma, la Leona de dos Mundos que tenía que cazar para alimentar tanto a él como a sus cachorros: Animal Planet).

Así es que fuimos 'mudándonos' a Lima; aquel año -el setenta y cuatro fue bien cagado para nosotros-; mi viejo nos llevaba muy temprano al nuevo colegio "San José " de Monterrico (más adelante repasaré esas historias) antes de ir a su chamba (Kique entraba a segundo de media, yo a quinto de primaria, Aldo a tercero y Jose a jardín).

De regreso mi viejo nos recogía inicialmente a las 2:30 p.m. y después nos llevaba una movilidad desde el colegio hasta el sabroso barrio de Apolo en la Victoria; almorzábamos en la casa de mi 'mamita Concho' (la mamá de nuestra amá, una abuelita mostra por los siglos de los siglos), de allí tomábamos un micro que nos dejara hasta el Centro de Lima (tomábamos la 30, un micro de color marrón que salía del paradero entre la avenida Abancay y la avenida Nicolás de Piérola (ex Colmena), tras un 'viaje interprovincial' que tardaba cerca de dos horas por las incontables paradas durante su recorrido (llegábamos trapazos en calidad de bulto, alrededor de las 6:00 p.m. -puta mare- sí por un año hasta que se termine de construir la casa propia del que sería nuestro barrio de "Villa Jardín" en Sant Louis (suena más 'chic' y alienado).

Recuerdo con bastante jocosidad lo que nos pasó pasó, una tarde de muchas, siempre cada vez que viajábamos uno de nosotros tenía la responsabilidad de ser el vigía, el que no podía ni debía quedarse dormido, jamás.

Así es que el resto luego de comer sus maníes salados, maníes confitados o habas saladas -en su clásica bolsita alargada- 'jateaba' gran parte del camino confiando en la labor esforzada del 'Rodrigo de Triana'.

Pero pasó lo que tuvo que pasar, a Kique le tocó aquel fatídico día ser el vigilante del campanario y...¡¿adivinen qué?!, el huevón se quedó dormido babeando su fatiga...¿hasta dónde creen?

Hasta la universidad de La Cantuta (¡qué cojudo mi chino!), o sea que nos pasamos Chaclacayo, pasamos Chosica y ya estábamos por otros lares que ni conocíamos por nuestra poca calle.

Entre asustados y amargos con mi hermano mayor; lateamos de regreso hacia la Carretera Central -por dónde pasasen los micros que nos llevasen de regreso hacia nuestro dulce hogar-.

Otra 'waita' más era que tampoco teníamos un sol en el bolsillo, pues el poco ripio nos lo gastamos en las mentadas habitas saladas.

El pánico empezaba a cundir entre nosotros porque ya se hacía tarde y la noche nos cogió inconfesados; no había plata y estábamos asustados; pero se me ocurrió 'tirar dedo' como los pendejos, como los hippies o los trotamundos que sin mayor vergüenza lo hacían a menudo por Chaclacayo o por Lima (antes eran otros tiempos, (ahora está bien bravo que pase eso).

A agitar nuestros castos pulgares, los carros pasaban rápido, tocando sus asesinos claxon; hasta que un tío buena gente que nunca falta:-¡Suban que yo voy para Chaclacayo!

El alma se vino a nuestros cuerpos y la negra noche se convirtió en luz al final del corredor (ya los maricones de mis hermanos estaban lagrimeando, bueno, yo estaba feliz de mi rápida reacción).

A la casa, mi madre entre preocupada y nerviosa colaboraba con su mercado de lágrimas, nos abrazaba y besaba como mamá gansa a sus patitos pekineses, a comer y descansar un rato (¡qué tareas ni qué mierda!), mañana será otro día.

domingo, 9 de enero de 2011

El Valentino y la noche de los corazones abrazados

La tarde del sábado culminó entre la faena culinaria nuestra, la reforma del local para los dos negocios en marcha y la compañía del afán de mi hija mayor por la sorpresa próxima en nombre de las Bodas de Fígaro.

Así nos vinimos para la jato; ellos hacia su domicilio matriarcal, yo para mi refugio umplugged.

Un descansito justo y necesario para estar fresco y dispuesto para la noche taquicárdica. La arreglada rápida -mirror man in Photopaint-, salto a la calle como el caballero de la noche.

Entretiempo: Pac Pow consistente y humeante, imprescindible colchón para las ráfagas cheleras que pronto han de venir por estos extraños pasajes intestinales.

Ya a la combi criolla, en un dos x tres estoy en el cruce de la Canevaro c/Arequipa; monto a la conexión combiera pa Quilca y sus micropaíses under.

Marcho en dirección recta; los antiguos vendedores, los mercaderes de antaño y de las décadas más cercanas se han aglutinado en playas de estacionamiento muertas ahora mutadas en ferias tugurizadas dispuestas por el orden municipal.

Paso por lo que era el Melchorita; Paco y su Nave de los Prófugos anclado en un noche al calor de un bar sin remedio.

El Averno, -al costadito nomás- es una muestra rústica y presente de la Lima pluricultural y sus adentros agolpados por paraísos chichas.

El Queirolo y su isla embriagada de historias supremas y anónimas, eterno rincón pa la conversa y los alcoholes de rigor (durante el día su combo espectáculo creación heroica es atractivo para los placeres gustativos).

Aquel boulevard del 'arte y la cultura', de los vendedores de libros y revistas, de cassettes, de polos, de obras; de puntos cómplices para encuentros cotidianos ya no lo son más (hace más de una década que no transito por aqu{i) ; ahora es un corredor de negocios de comida entreverada con cervezas rutilante de invasión cumbiambera con parroquianos insomnes.

La vuelta por el Colón, la Plaza San Martín -hace tanto que no la veía de noche- imagino que la lumpería espera agazapada la bienvenida de la madrugada y la cabaceada de aquel patrullero engullendo su salchipapa, mucha gente -como siempre-, pero es otro el Centro este, orden con desorden conviven este país malcrecido.

Mi vista hacia la derecha, El Valentino restaurant; dudo si este es el 'hueco' que me dijo Ulises, me acerco y diviso una mesa para tres de al fondo hay sitio; la rica Lita y su belleza femme fatale, el divo Lescándalo, -my friend- abanderado de la plástica limeña y un compadre 'empatado' con gafas y cabello entrecortado; me acerco para saludar: -¡Chino, a los tiempos! (es el 'Picolino', Alberto Claret, aquel personaje entrañable de fines y mediados de los noventa, de historias con cassettes y pasado vozpropiano) .

-Tas gorda -le dije-, -Estás igualito de flaco -acotó-; tomamos asiento tras el calentamiento de abrazos contenidos, mochada su ñata por artilugios de la ciencia moderna, más kilos en su haber pero la alegría de su presencia cercana y la razón del encuentro con los personajes del pasado y la tocada que en minutos habrá de comenzar.

Sendos vasos con la Cristal heladita, la musa, el plástico, el mecenas querido venido desde Washington, yo y la amistad con los años de historias repletas en una mesa para el ensueño.

De pronto siento a alguien detrás mío, es el Uli que me juega a las escondidas, volteo y la emoción se posesiona de nosotros en un estallido vibrante traducido en un abrazo para la posteridad.

-Vamos para arriba, los Voz están ensayando, eso es mejor que cuando tocan en serio- -aconseja Miguel-.

Caso compartido, para el altiillo a tomar la mesa VIP para el concierto esperado.

El Montaña y el abrazo tras diez años de pausa involuntaria, 'Mal Hijo' Miguel Ángel Vidal (voz y compositor de las mágicas canciones de la historia de la legendaria agrupación).

El local comenzó a repletarse, -de caleta no tiene nada-, el Boui y su guasónica estampa, abrazo por Beto, Chaclacayo y el feeling siempre mutuo, llega Marcel con su teclado al hombro; ensayan unas cuantas canciones -que avivan corazones encallecidos- antes que llegue el Piero.

Inicio: el panzón Piero Bustos, su sextena de temas de Del Pueblo y de su corta trayectoria personal; rasgea y asesina la guitarra de Raúl prestada para sus años avanzados y la subversión de su rock fusión.

La Bosta con el 'Mondragón' y su banda de rock melódico y duro, alrededor de doce temas dejan el escenario impostado, los aplausos calientan la noche.

La nota agridulce fue la subida del F para tocar algunos temas de Leuzemia con Montaña y Ulises, buen triío para la improvisación espontánea que salió en el camino y el desertamiento del Marcel -in the keyboards- por traiciones desde su posición radical y poco comprendida (lástima por todo lo que debió ser).

El Yuyo Márquez y su bella compañera (nunca recuerdo su propio), Paco Vicuña, entre la gente que hacía tiempo no veía ensalzan la noctámbula, ya no cabe unl alfiler, apretados y sudorosos, horneada nueva con patas jóvenes y encandiladoras hembritas en pos de emociones nuevas y trasnochadas antojadizas (¿sabrán sus mamis?).

Arranca la banda añorada, con una cincuenttena de temas ¿y más? tocados prácticamente sin parar, por la historia compartida, por el arte hecho música, por lo que mejor saben hacer, transmitir vida musical a los corazones, cielos e infiernos de la mano por los años que nos toca vivir.

Clásicas, de ayer, caletas, nuevas, fueron las canciones ejecutadas como una de las mejores perfomances de la banda que mi modesto entender comenta.

Fue/es un cuarteto formidable, con un Montaña cuajado, macerado por años en las canteras de los bares musicales (debe ser una de las mejores guitarras del rock under peruviano); Ulises -siempre puntual con su segunda- y el swing de su batería peculiar, el Boui y su controversial pero sincera personalidad, tocó el bajo como si fuera la última vez, le metió el alma y entregó suivida por una noche más con pasión y locura.

Miguel Ángel se ha afianzado su cantar con el paso del tiempo y sus temas de su creación no pueden ser menos que joyitas para el alma, ayer también se entregó como el resto, vibrantes y grandilocuentes los Voz Propia.

Cerca de las tres de la madrugada y hora de partir, -odio las despedidas- chaus por siempre y abrazos históricos.

El taxi de retorno a mi silencioso hogar, extasiado por la noche envolvente y los personajes de mi historia emotiva; quise rubricar la presente ayer pero la gasolina se había agotado y las persianas de mi estigmatizado cuerpo me enviaron al sobre hibernal.



Hasta la próxima, gracias amigos, happy birthay David Bowie.

viernes, 7 de enero de 2011

Writting with myself (the gang of four)

En aquella casa, -la última que llegamos a habitar- la de la avenida Nicolás de Ayllón N°. 674 en Chaclacayo (también llamada Carretera Central) quedaba cerca del Gran Restaurant, a la vuelta; allí presencié una bronca real o estarían filmando una película, quizás un encuentro multinacional de gente foránea al distrito, ¿reunión de gánsters?

PAUSE: debo agradecer a la alergia, a la bronquitis, al asma -con toda la fuerza de mi corazón- por habernos brindado los mejores años de nuestras vidas en aquel 'town' -como bien lo dice así el vate universal, el cowboy norteño Roy Rógers Santiváñez-; si no hubiéramos sido tan enfermizos (The Gang of Four), a nuestros viejos jamás se les hubiera ocurrido la genial idea de mudarnos de la Lima Limón - aura Lema provinciana pes- a este barrio de ensueño.

Yo regresaba de la casa de Beto uno de esos días cualquiera -al morir la tarde- de mis frescos e inocentes siete u ocho años (en mi infancia he visto, me han sucedido un montón de cosas que nunca mis viejos se tomaron el tiempo en creerme un poquito siquiera) estaba un gordo pelado de aspecto japonés que se le iba encima a un tipo gringo colorado con boina escocesa, el dueño del restaurante intentando separarlos (un señor colorado de unos treinta y tantos años de aspecto gentil) más allá unos tipos negros (pero no del tipo afroperuano) y más gringos reunidos jugando las cartas (me imagino al póker) en otra mesa.

Debí quedarme más rato para ver en qué terminaba toda esa escena; lo curioso que no había ninguna cámara ni nadie filmando, el local cerrado y ocupado por toda esas personas que jamás había visto en mi vida; un poco el temor y la llegada puntual a la casa que debería ser para evitar cualquier llamada de atención -con mi rigurosa madre especialmente-.

Historia a medias, bueno, -retomando un poco lo inicial- rearmando un tanto la cronología de nuestra estancia chaclacaína; la primera casa que ocupamos fue en aquellos minúsculos chalets del Centro Recreacional Vacacional " Huampaní "(término 'anticuchazo' que se le denominaba así a los departamentos o casas muy pequeñas de un solo piso destinado a la vivienda para una familia de tres integrantes como máximo, pero como éramos mis viejos, Kique y yo -tenía cuatro años-, este ya nos quedaba 'chiclayo' por lo que vivimos contados meses).

Por esos días -las fotos ya saldrán a la luz- (espero colgarlas en el álbum virtual del 'Clan Wong') se estaba presentando un espectáculo de Blancanieves y los siete enanitos, todo el elenco estaba alojado en el club (esto sí me lo contaron mis padres) fue una mañana soleada, uno de ellos estaba caminando -con su ternito oscuro- frente a nuestra casa y mi viejo tuvo la infeliz idea de llamarlo para tomarnos unas fotos ( la secuencia fotográfica así lo documenta).

Yo entré en pánico cuando se me acercó e incluso me tomó de la mano -entramos en un jaloneo- para tomarnos la 'mendiga' foto (Kique estaba normalazo), la verdad que cualquier niñito de esa edad podría ver en aquel diminuto ser a un mutante, un pequeño monstrito como yo lo aluciné (además que el tío era bien feo); fue una experiencia inolvidable pues le cogí pavor a los enanos
-de circo y a los que veía en la calle-.

La siguiente casa a la que nos mudamos fue en el desvío -a la mano derecha- previo al puente de "Los Ángeles;" en "California" precisamente (una élite agrupación de casas situadas cerca del río Rímac, ahora más pituca que nunca, aquí tuve una experiencia surrealista, en épocas de las lluvias en la sierra, el río aumente su caudal peligrosamente y se carga tomando un color agua de chocolate, además la corriente es tan fuerte que arrastra muchas cosas de peso a su paso, una vez observamos como una enorme roca -de unos tres a cuatro metros de altura- iba siendo arrastrada por la temible masa de agua que ya estaba tornándose en Huayco (saludos Pervert Rod), allí también vivimos pocos meses porque las casas eran bien chiquitas también para nuestra familia en crecimiento -Aldo ya había nacido-.

Nuestra tercera mudanza fue cerca de El Abanico, allí la casa era más que grande, una mediana residencia de campo, a tal punto que la casa la alquilamos entre dos familias: los Wong Wimpón y los Varona León (mi desaparecido tío Alberto, la extrañable tía Carmen, Ariadna -linda mi prima y sus pecas pecadoras-, mi primo Beto (el 'borrado' de la faz de la tierra -me
falta buscar en el Triángulo de las Bermudas-,Carmencita (la última heredera); muchas habitaciones, cocinas amplias,salas comedores amplísimos, techos altísimos, un gran jardín para jugar -mis viejos jugaban innumerables partidos de Badminton con nuestros vecinos y amigos-, mesa de ping pong, juegos de sapo, fulbito de mano, una gruta con una virgen más su pequeña lagunita con pececitos de colores, un gran garage para varios vehículos y una hamaca para mecerse de la dicha (la casa la tomamos vestida así, con todas esas comodidades); ¿qué más se podía pedir?

Como no todo dura para siempre, -al parecer el alto alquiler fue la razón principal- anclamos por cuarta vez en la casa de "Los Ficus" (a una cuadra del Parque Central) ;algo más pequeña; los Varona también siguieron nuestros pasos y allí permanecimos algunos meses también con alquiler compartido; nos sentíamos algo asfixiados por la vecindad muy apegada a nosotros, al punto que también necesitábamos mayor independencia y autonomía para vivir nuestra vida como única familia, había llegado el momento de dejar a nuestros queridos vecinos...

jueves, 6 de enero de 2011

Writting with myself (three souls in my mind)

El trasbordo, la mudanza escolar al Winetka fue un cambio radical para nosotros; la movida hippie estaba vigente y se respiraba en/por todos lados.

El primer día de formación en este colegio particular de varones los muchachos lucían cabelleras largas y frondosas con rayas al costado, patillas copiosas posvirreinales; ya nunca más la tortuosa gomina –Glostora- en nuestras cabezas, (mucho menos aquellos cortes al estilo del Tercer Reich o Forrest Gump a punto de enlistarse) nos esperaban emocionantes días en estas aulas abarrotadas de chiquillos intrépidos con ansias locas de tragarse la vida a borbotones.

Yo pasaba a cuarto de primaria, Kique a primero de media y Aldo a segundo primarioso.

Nos pasamos a este nuevo plantel por recomendaciones de mi primo, de nuestro alocado primo de toda la vida el recordado Beto Varona León, cómplice perfecto de las mayores aventuras infantiles y adolescentes que hayamos podido vivir (hace más de veinticinco años radicado en tierras del tío Sam, ahora perdido, irrasteable en la búsqueda virtual, X Files, Lost son meros cuentos chinos).

La rebeldía y el descubrir musical durante aquellos años de la década prodigiosa fueron la apertura a nuestra formatura púber.

Los paseos escolares, las visitas a los museos en la capital, los campeonatos deportivos internos, las clases diarias, la convivencia en el aula con los compañeros, las nuevas amistades; pasaron a conformar parte de nuestra nueva historia en aquel año de la transferencia de un colegio mixto con metodologías en vías de extinción a uno de varones con un sistema pedagógico más acorde a los tiempos y a la transformación que estaba viviendo la sociedad.

Cuando existía algún tipo de rencilla, problema y ya se la habían ‘cortado’ para la salida; el director, el recordado ‘Chancho’ Arenas (posterior alcalde de Chaclacayo y fallecido hace varios años) disponía a los ‘gallitos’ a entablar sus diferencias en un ring improvisado; al final de la jornada escolar, en el patio principal cada contrincante contaba con un par de guantes de boxeo listos para los seconds out.

En una de esas tantas tardes la bronca era entre el hijo del director –que estaba en quinto de secundaria- contra otro huevón que no importa su nombre en estos momentos; el desaparecido ‘Chancho’ la hacía de Pepe Salardi (conocido árbitro de boxeo durante las décadas del cincuenta al ochenta); medio colegio estaba expectando la bronca, cada uno tenía su favorito, al final sin tantas vueltas, en tres asaltos agitados y sudorosos, con un poco de sangre brotando de las narices del perdedor; el director alzó los brazos de su hijo en señal de triunfo.

Durante el recreo y el refrigerio los mayores, los más pendejos de la secundaria -off course- se apostaban más allá de los salones y de los patios, al fondo existía un ambiente algo apartado, allí había un pequeño jardín con una redondela de piedras al medio, estos se sentaban alrededor en grupo de cinco o seis puntas como dispuestos frente a una fogata; la prendida la hacían ellos con sus fumadas de ‘fallos’ y alguno que otro porrito extrasensorial (debajo de las piedras escondían los puchos apagados); la pinta del ‘ciego’ Eguiguren la recuerdo como si fuese ayer: "portando sus gruesas gafas negras con lunas de gran aumento –de Clark Kent- sus ojos celestes se veían inmensos –a ojo de lupa-, su cabello rubio, ensortijado y desordenado le pintaban de cuerpo entero como aquellos gánsters de la serie animada Dick Tracy".

Esa era solo una muestra de cómo andaba el sistema disciplinario en el colegio; si bien la enseñanza era muy superior a la de nuestro anterior colegio se respiraban frescos aires libertinos; también había bastante indisciplina y un a un tiempo la combatían rigurosamente con los más bravos (el tema es que en ese cole anclaban muchos ‘angelitos’ expulsados de otros centros educativos pitucones tanto de Chaclacayo, Chosica (Santa Rosa y Champagnat) y Lima principalmente, en muchos casos eran gente de billete, algunos ya mayorcitos pasaban a engrosar las filas de los ya abarrotados salones.

Por un lado tampoco los profes te llamaban la atención, o te hacían pasar vergüenza por las huevas (como en el anterior cole), solo el cocacho, la jalada de patillas, el correazo, las papeletas, la citación a los padres de familia y la posterior expulsión estaban destinados a aquellos imposibles de corregir…

miércoles, 5 de enero de 2011

Walking in the rain

Día cinco, la tarde ha caído y con ellos mis últimos recuerdos vagan sigilosamente por tu ausencia

la casa vieja está casi vacía, dos seres trabajan sigilosamente por la causa nuestra pronta

tarea concluida, empacan su silencio y forran historias contenidas

uno se marcha, el otro queda

del cielo caen mensajes hechos poemas melancólicos

la ciudad lagrimea por ti, los grillos saltan a la calle para emborracharse en su soledad

lateo hasta la cuadra perdida, en vano te busco y solo encuentro espectros en paraderos infinitos

la avenida de todos mis días es ahora un largo río lloroso, las máquinas urbanas pisotean su dolor

subo al vuelo -como así se maneja el país- (lo que nos espera en mayo)

sentados viajan los mutantes quedos, escarbo mi lugar en la lapidaria motorizada

pinceladas surrealistas enloquecen aún más esta noche agolpada por luces psicodélicas

viajamos, luego sobrevivimos

en marcha hacia la estancia callada

fue un cortometraje, ya estoy cerca a mi estación

ingreso como un polizonte invisible, deposito la encomienda sobre la mesa matriarcal

subo y bajo tan rápido como vine

a por un trozo de ansias para colmar falsas expectativas

el café bolero y la cajita estereotipada entretiene lamentaciones cotidianas

el sollozo ha cerrado el caño celestial

ángeles caídos cancelaron el diluvio -para el dos mil doce será el concierto póstumo-

despidos sin respuestas por la vía celular

las quiero y no puedo tenerlas

al término de la señal horaria

marcará la zona ocupada por vehementes dedos redactores

la lluvia me trae recuerdos pueriles

cuando los caracoles avanzaban en procesión fuera de sus jardines

el perfume chaclacaíno por flores jazmín después se desparramarán al sol para ser té amable

la última gota es la última balada en la fiesta de promoción grabada en la playa corazón

adioses veraniegos sucumbirán de estruendo para amarte en silencio

solo sé que la lluvia ha caído cerrando la noche

y partiré silbando un blues con Norah Jones.

martes, 4 de enero de 2011

Writting with myself (second time)

Algo que me olvidaba y que debí incluir en la primera parte es algo que me sucedió y que cambió mi vida para siempre; cuando tenía seis años de edad (cursaba el primero de primaria) corría el año setenta en mi línea de tiempo.

Eran tiempos de Melody y yo seguía en mi irrefenable forma de vvir; es así que en unos de esos episodios de tantos; estábamos almorzando en la casa de Nicolás de Ayllón 674 (Carretera Central) yo comía bastante más de lo normal, tanto así que una vez acabada mi merienda (con entrada o sopa, segundo, postre y refresco); éramos una familia de clase media y mis viejos siempre procuraron alimentarnos bien antes que las otras necesidades básicas.

Repasaba el plato de Aldo (en ese entonces él era bien ralito y comía solo por obligación, aún no disfrutaba del placer de comer), recogía las carnes que se caían al piso y no sé porqué (ese fatal día nos habíamos quedado solos, mi viejo trabajaba en el Centro de Lima y mi mamá había salido no sé a dónde) terminé por alrededores de la basura para seguir comiendo y toda esa barbarie glotónica y no menos antihigiénica me causó una grave infección estomacal y terribles cólicos estomacales.

No recuerdo como llegué a terminar en emergencia del Hospital del Empleado; mi sufrida madre me contó que mi estómago era algo así como el diiluvio universal; me deshidrataba y no cesaba de evacuar y arrojar agua -por arriba y por abajo- durante casi por 20 días con sus noches; me estaba yendo y los médicos no hallaban la cura a mi mal (tenía el Cólera -dicen-, algo poco común en esos días).

Ya me habían desahuciado -solo se esperaba un milagro- y tras inumerbales juntas de médicos; el doctor Vargas Vicuña y el Dr. Caballero, -más conocido como 'Conejo' por sus pacientitos- (ambos pediatras, grandes tipos y quienes posteriormente serían nuestros doctores de cabecera) realizaron unos 'cócteles' con antibióticos logrando detener la infección salvándome la vida.

Así ,en esos días alucinantes, bajé considerablemente de peso; nunca más engordaría y el niño rollizo, 'maceta' y chaposo eran solo un mero recuerdo; ahora era un alfeñique y quedé con un estómago de cristal.

Yacía en la cama del hospital recuperándome; con sondas en las dos muñecas y en los dos tobillos (hasta el día de hoy llevo las marcas como huellas imborrables de aquel nefasto episodio); quise bajar para caminar un poco, las piernas se me doblaron como dos sorbetes; estaba muy débil, a duras penas logré levantarme para volver a echarme.

De regreso a casa como un herido de guerra, todo cambió desde ese día para mí (la sonrisa endiablada y las ganas cotidianas por cometer fechorías desaparecerían por algún tiempo).

Mi dieta diaria y estricta durante casi dos años sería la de papilla de carne con verduras, tostaditas (las redondas de 'San Jorge' daban la hora), mazamorras, gelatinas e infusiones, nada más podía comer; dependería mucho de mí volver a llevar una vida normal y ser un niño saludable otra vez.

Gastropancreatina tres veces al día; pero como el hombre es un animal de costumbres, me adapté sí o sí.

Perdí el año escolar (repetí primero de primaria) y ese medio año me la pasé entre algunas clases en el salón y a huevear en los columpios, en el tobogán, en el subibaja, llevaba mis juguetes al colegio; nadie me exigía (todo el mundo sabía que estuve 'así 'de morir/me); no sé si fue una acertada medida pero la pasé bacán, fueron unas vacaciones de medio cielo
-como dijeran después mi pata Jose y los cementerios-.

Al año siguiente de lo que llegué a recordar del año anterior empaté el primer puesto con el niño -Eliseo Reátegui- era un niño muy inteligente y bastante loco -por cierto-; aprendí sus jergas propias, era un lenguaje propio, cambiaba todas las palabras a su modo (como en los cómics de 'Sal y Pimienta'); me encantó su mundo y me alucinaba un huevo.

Muchos años más tarde su vida sufrió un giro inesperado, una adolescencia desbocada: era drogo y alcohólico; en alguna oportunidad lo llegué a ver tirado -pasadazo y en un aspecto lamentable-; en la calle, afuera de su casa, se convirtió en un inadaptado, un paria; con nuestra mudanza a Lima jamás volví a saber de él.

También fue la única vez que recibí medalla y diploma (fue una sensación única propia de mi célibe castidad; para mi hermano Kique era algo normal pues desde jardín hasta concluir la primaria todos los años eran gloria eterna y yo miraba simplemente desde mi ciubículo algo que para mí estaba bien lejos de mis posibilidades, de pasadita que me cagaba un poquito pues él era el niño modelo de la casa y yo la oveja negra).

Durante aquellos años del oncenio, de la era del régimen dicatorial militar gobernado por el entonces general golpista Juan Velasco Alvarado; vivíamos una época de valores trastocados, de estilo de vida americanizado, también eran tiempos donde el hippismo irrumpía en la sociedad y calaba en la juventud que quería una transformación, asímismo con Mayo 68, la revolución sexual, la guerra de Vietnam, Woodstook, la revolución cubana de Fidel Castro y el Che Guevara; la coyuntura de los misiles, la guerra fría; se manifestaban vientos de libertad y movimientos juveniles, políticos, con tendencias izquierdistas tanto en Latinoamérica como en distintas partes del mundo.

El Perú no estaba al margen de ello y la juventud tampoco, el poeta Javier Heraud persiguió aquel sueño y se fue a la selva peruana a iniciar la revolución del campo a la ciudad; Uceda también participó en la sierra entablando una guerra de guerrillas que luego serían aplastadas por el régimen militar.

En nuestro colegio, la familia de la directora era también opositora al régimen y su hijo, el profesor Kique (quien fuera maestro y guía de mi hermano mayor durante los últimos años de la primaria) sufría persecución política por su afiliación aprista; en los últimos años que estuvimos en el plantel no se le veía mucho (los padres de familia comentaban que estaba preso o escondido por algún lado).

Estos hechos fueron determinantes para que nuestros padres nos cambiaran de colegio; muchos por temor y por no querer tener mayor vínculo con personas que tuvieran problemas con la 'justicia y la ley' (años más tarde comprendería la pasividad de la gente, su inacción y su falta de compromiso frente a los hechos que se estaban sucediendo en el país durante los años dictatoriales del gobierno militar).

Otra razón no menos importante era -lo comparé al ingresar al colegio Winetka- que el sistema educativo que se dictaba en Los Cedros se encontraba en vías de obsolesencia; métodos arcaicos y antididácticos, con valores trastornados/inquietantes, hasta castradores incluso ("la letra con sangre entra" -era su prédica- y como vivíamos bajo un modelo de sistema y vida militar los padres incluso apoyaban y autorizaban tanto el castigo corporal como el psicológico -que era incluso peor-.

(continuará...)

lunes, 3 de enero de 2011

Writting with myself (primera entrega)

Nací un cuatro de enero de mil novecientos sesenta y tres (aún no sé porqué vine al mundo) en el entonces Hospital del Empleado -ahora cambiado de nombre por huachaferías e intereses demagogos/políticos-.

Era gordito y rollizo (las fotos dan cuenta de eso), inquieto, intrépido, juguetón, imprudente y temerario; en pocas palabras: problem boy.

Recuerdo como si fuera ayer: mis viejos tenían un chifa -sino el primero en Lima para dar servicio de reparto a domicilio (hoy delivery)- en nuestra primera casa en Pueblo Libre; había un 'paisano', -era el cocinero- un chino enorme y gordo con su polo y delantal blancos; su amlplia sonrisa de conejo de pascua contrastaba con su amenazante figura de asesino en serie y machete siempre en mano.

Tendría unos cuatro tiernos años, estábamos jugando con mi hermano mayor Kique (vestidos con nuestros 'cha chas' nuevos, a la moda sesentera) en el patio exterior.

Pasaban unos pollitos corriendo (eran de él) e ignoro hasta el día de hoy qué me impulsó a coger una botella y lanzárselas a uno de ellos contra el piso; un gran charco de sangre me salpicó, ensució parte de mis medias y mis zapatitos de charol.

Una mezcla de hazaña y temor por lo acontecido invadieron mi interior mientras me quedaba ´pegadazo' contemplando la sangrienta escena (los llantos de mi hermano eran la perfecta cortina musical que decoraba ese extraño museo de terror).

Ya -a los siete aproximadamente- un domingo caluroso de aquellos, estábamos toda la familia en pleno: mi viejo, mi mamá, Kique, yo y Aldo; la piscina del todavía operativo Centro Recreacional Huampaní -en mi entrañable vecindario de Chaclacayo- estaba abarrotada de gente bañándose y refrescándose.

Tanto la parte donde aún 'había piso' y la que se bañaban únicamente los que sabían nadar estaban colmadas hasta decir basta.

Para variar no había leído con atención y mucho menos responsabiliad el aviso que decía: "Peligro, prohibido bañarse si no sabe nadar."

Así es que como 'buena merca' me lanzo como Johnny Whismuller -y de clavadita como liza- al agua pato; trato de emerger para salir a flote cuando me dí cuenta que no tenía piso y mucho menos sabía nadar; ya estaba tragando agua como loco desesperado y ahogándome.

Por mi mente pasó mi corta vida y mi pensamiento hacia mis viejos; los que ya no volvería a ver nunca más.

De pronto un fuerte y grueso brazo me recoge como un gran anzuelo engancha a su presa; desde el agua logro divisar el rostro de un 'tío' parecido a Pedro Picapiedra (desconocí si era el salvavidas o un buen samaritano, eso era lo menos importante en aquellos aciagos instantes); salgo más avergonzado que Aldo recitando en plena actuación escolar "Los Heraldos Negros".

Corrí entre asustado y confundido, con una gran sonrisa cojudona por haber/me salvado la vida; fui al encuentro de mis padres, les conté lo sucedido, quise abrazarlos pero me enfriaron todito porque no me tomaron en serio o no me creyeron, pensaron que les estaba tomando el pelo (aquí es donde nace la fábula del Pastor Mentiroso); una más para mi libro de vida.

Aquella primera actuación por el día de la Madre en el inolvidable colegio particular mixto "Los Cedros" siempre en Chaclacayo; estábamos en primero de primaria: Beto Varona, Cucho Flores, Cucho Cabrera y el que narra y escribe.

Era el número que correspondía a la canción de Los pollitos dicen..., estábamos disfrazados de pollitos (¡puta madre!), con nuestras plumas amarillas hechas con papel crepé por nuestras sufridas viejas, una cresta roja encima de nuestras cabecitas, con chorcito y tabas acorde a la ocasión.

La recordada directora del plantel, la miss Herminia O. de Antallo (firmaba todas las libretas de notas así como los inútiles diplomas que se otorgaban en aquellos días durante el gobierno militar del tristemente célebre, el 'chino' Juan Velasco Alvarado), era la verduga, -es decir- la maestra de ceremonias en todas las actuaciones habidas y por haber durante mis años primariosos desde jardín hasta el tercero.

Ya estaba la musiquita esa y mis compañeros de clase habían salido al escenario para 'aletear' y cantar al unísono la torturante cancioncilla; yo me había quedado en el 'back stage' (me orinaba de miedo).

Cuando de pronto alguien de adentro (alguna miss de mierda) me empujó a la fuerza y yo aparecí en el escenario como Chaplin o Cantinflas; con mi sonrisa de yo no sé -rojo de la cólera y rojo de la vergüenza- (risas abundantes en la platea) dispuesto a batir mis estúpidas alas y satisfacer las necesidades de orgullo y mercado de lágrimas de mi cándida viejita, así pes.

Desde temprana edad mi curiosidad y despertar por el sexo opuesto iba en aumento, aún estando en los primeros años nos dábamos maña -junto con mi primo Beto, él siempre fue un gran pendejo, vivía sacándole la lengua a la vida (¿por dónde andarás?)- para agarrar las piernas de las niñas mayores.

Giusseppina -era el hembrón del colegio-, lo máximo que pudieron ver estos inocentes y castos ojitos claros; ella estaba en cuarto o quinto de primaria (no recuerdo bien); era una niña/mujer muy desarrollada, bien proporcionada, unas piernas de ensueño (como las de Elena Cortez, bailarina de moda durante mediados de los sesenta e inicios de los setenta) y una carita de angel face, guapísima en realidad por su origen ancestral italiano.

Su pelo castaño rubio, su mirada 'inocente' (era la bomba sexy del cole) y su cuerpo despampanante arrancaban suspiros reprimidos a los muchachos de mi colegio.

Cuando iba en short blanco -para educación física- mostraba unas piernas largas y torneadas de infarto; así la encontrábamos sentadita y un día de esos la ví llorando (creo que la estaban expulsando, ella era rebelde e indisciplinada, para el sistema escolar) y para consolarla, nosotros le hacíamos cariñito en sus piernecitas (la verdad que nos daba pena pero a la vez nos ganábamos alguito).

Muchísimos años más tarde vivió la 'vida loca'; fue fly hostess y falleció debido a una mala cirugía (llegó a ser mi vecina de la cuadra seis en Nicolás de Ayllón, a unas cuatro casas de la mía, lamentable en verdad, guardo gratos recuerdos de ella, era una mujer alocada pero buena y carismática).

En mi último año en Los Cedros, -tercero para ser más precisos- tenía una amiga, bien rica ella, despachadaza para su edad; Roxana Ghezzi me cargaba y me hacía sentar en sus tornedas piernas y me mimaba; yo que más quería, así éntraba en ese juego de la mamá y el papá; un vacilón y un adentramiento a mi despertar sexual, pero esas serían otras historias...

domingo, 2 de enero de 2011

Mix por la amistad

El año caducó y trajo de regreso a la niñita de vestidito con bobos

desde Neverland a estos extraños huecos limeños

irrumpí con temor -qué más puedo perder- en su caleta vida

disparatada idea -pensé/pensó- la de dos seres que fueron

hace más de tres décadas de series en blanco y negro

afirma el tiempo esa descabellada posibilidad

mujer hoy la admiro con un querer inconceptuable

my friend, el año viejo se llevó mi saldo

y con él la imposibilidad de la réplica pronta y oportuna

ahora la amistad nuestra en una nueva versión aumentada y corregida

here comes the sun salió a latear por la ciudad

-pause- con alegría + amor en la inmensidad del mar de nuestra memoria

emotional rescue y los protagonistas de este inédito storybord

I'm going home.

sábado, 1 de enero de 2011

Unos días antes del final de la década

Los claxon de las beligerantes máquinas atropellan los pensamientos

de los seres urbanos malacostumbrados a el sopor de pesadillas ambulantes

cotidiano día con sol acechante, igual mi alergia matutina viaja conmigo

desde el despertar en el búnker hasta el tour repetido hacia mi paradero infinito

parados como espectros sentenciados

hacemos viles colas camino al crematorio burrocrático

sin desayuno ni comparsas, mastico mi impaciencia con el único deseo

de escapar de este juego de lego esquizofrénico

los lustrabotas de la Domingo Cueto

toman las calles de los registros públicos

le arrancan a la mañana sus ayunos obligados

apostados en la fila india, van de arriba hacia abajo

con su cajita de madera clásica como la de sus primeros inmigrantes

hace más de una sesentena en la ahora Lima provinciana

la cola de la hidra muchedumbre aumenta

batahólico tráfico frente al hopital del desempleado

me trae un sinnúmero de recuerdos ingratos

ya entro a la factoría registral, la cuna del papeleo abominable

me pierdo entre la masa, soy un corpúsculo disparado al viento

soy un código de barras, la despedida hecha formulario.